Primer plano de rufian reflejado
OPINIÓN

Gabriel Rufián o una ocasión para reflexionar

¿Qué cambios físicos, químicos o metafísicos tendrían que darse en el mundo para que Rufián dijera que no tiene razón?

Si Gabriel Rufián no existiera, habría que inventarlo. Es alguien objetivamente valioso. Si uno se para a pensarlo, no hay tantos ejemplos de una demagogia en estado casi puro. Una combinación prodigiosa de ingenio, control del escenario, ignorancia oceánica y superioridad moral. Esto decía el otro día en el Congreso de los Diputados:

Es que es la imagen. La planta de oncología de un hospital público, niños calvos con cáncer (que igual pueden ser gazatíes y todos), Jordi Évole con la cámara y un exdirectivo del J.P. Morgan que ahora está en Vox diciéndoles a padres y a madres, “a poder ser de niños”, que los impuestos son un robo. Y susurrando. Susurrando. Jordi, escucha, lo importante es que no se pierda el efecto dramático, eh. Qué periodista se ha perdido España con Gabriel Rufián...

Gracias, Jose

El caso es que, si no fuera por Josep Pla, yo no podría digerir la repostería emocional de Rufián. Leyendo su crónica de la Segunda República me encontré con una de esas frases de una precisión perturbadora; una de esas sentencias que te anulan como sujeto y solo permiten la contemplación del objeto.

Se conoce que Pla estaba hablando de un diputado socialista de la época y que, por lo visto, hacía un discurso no menos lacrimógeno que el de Rufián. En su retrato, Pla alaba un poco la rusticidad del sujeto, hace una auditoría de su oratoria y de repente, como si fuera un contable de las palabras, concluye que “domina toda la pornografía humanitaria y los trémolos más primarios del sentimentalismo”. Joder.

La perfecta vacuidad de ser gracioso

Como es evidente para cualquiera que conozca la existencia de la trampa-Rufián, yo acabo de caer en esa trampa porque he sido gracioso. Lo más probable es que, si se lo hubiera dicho a la cara, Rufián me hubiera dado una cuchillada irónica que me habría dejado en el sitio. Porque, además de objetivamente demagógico, es objetivamente gracioso en la subespecie del irónico atacante. Según Pérez Reverte - que una vez llamó gilipollas a Jorge Luis Borges - a Rufián le hacían bullying en el colegio. Igual sí. O eso o era él el que hacía bullying o las dos cosas, que es más común de lo que parece.

Lo que quiero decir es que no se puede hablar con Rufián, solo se puede hablar de Rufián. Es demasiado radioactivo para cualquier otra cosa. Además, Rufián es ahora especialmente inaccesible porque las circunstancias le llevan a replegarse más que nunca en su esencia. Es más demagógico que nunca, más actoral que nunca y, sobre todo, electoralmente está peor que nunca. A eso iba.

Gabriel Rufián y el mundo en general

Su decadencia electoral, constante a lo largo del tiempo, es un buen ejemplo de que no se puede hablar con Rufián, sino de Rufián ¿Cómo puede mantener esa entereza en sus ejercicios de catequesis laica después de constantes fracasos electorales hasta llegar al descalabro de las últimas autonómicas? Cómo decirlo... ¿No hay ningún estado de cosas posible en el que uno admita que sencillamente estaba equivocado?

Se me disculpará la referencia, pero es como aquello del filósofo Karl Popper, que llegó a la conclusión de que no había qué preguntarse qué es la ciencia, sino qué condiciones tiene que cumplir algo para ser una ciencia. Algo parecido con Rufián ¿Qué condiciones tendrían que darse para que Rufián se subiera al atril del Congreso, fuera una persona normal y admitiera que su política tal vez no funciona? Porque, digo yo, que Rufián no será siempre así. Supongo que no será gracioso también su casa y le dirá a su esposa Eh, hermosura, tú no, la basura.

¿Qué cambios físicos, químicos o metafísicos tendrían que darse en el mundo para que Rufián dijera que no tiene razón? De verdad que me gustaría plantearle a él esta pregunta sin segundas intenciones. Si fuera necesario, haría como esos trabajadores de las perreras que se acercan muy poco a poco a un perro maltratado mientras le dicen que puede estar tranquilo, que ya no le van a pegar más. Pues lo mismo. Tranquilo, Gabriel, tranquilo, que no voy a intentar ser más gracioso que tú.

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