La Fuerza de la Razón. Veinte años en la trinchera
Si por algo destacó Oriana Fallaci fue por ser una mujer valiente, resistente a todo tipo de ataques por sus ideales
Hace unos días se han cumplido veinte años de un texto que se debería mandar leer en todos y cada uno de los institutos de este país: La Fuerza de la Razón, de la escritora florentina Oriana Fallaci, periodista y partisana antifascista en su juventud. Debido a los problemas que afrontó en su vida, especialmente por presiones y actuaciones lamentables de ciertos grupos políticos, terminó evolucionando desde la izquierda hacia posturas conservadoras.
Si por algo destacó fue por ser una mujer valiente, de pensamiento crítico y resistente a todo tipo de ataques y maquinaciones por sus posiciones políticas y periodísticas. Pasó a la posteridad como una gran entrevistadora, la entrevista que realizó al ayatolá Jomeini, la cual finalizó antes de tiempo, destaca especialmente, pues se quitó el chador y le espetó que era un tirano.
Mujer indoblegable donde las haya, denunció los crímenes de unos y otros en el contexto de la Guerra Fría, durante la cual era obligatorio elegir bando y no disentir en nada. En México, fue herida de gravedad en la matanza de Tlatelolco, de tal modo que llegó a ser dada por muerta y metida en la morgue. Por suerte, para ella, un sacerdote se dio cuenta de que estaba aún viva y pudo burlar a la muerte.
Tras el éxito de La Rabia y el Orgullo, publicó La Fuerza de la Razón, libros en los cuales denuncia la barbarie del islam y su extensión por y contra Occidente. Para Fallaci ya vivíamos en 2004 en una guerra contra el islam, pero sin que la mayoría de la población sea consciente, ya que la masa se encuentra idiotizada, demasiado preocupada por nimiedades, acomodada en exceso para darse cuenta de lo que las élites económicas y políticas nos están imponiendo.
Señaló a la nueva trinidad: la izquierda, la derecha y la Iglesia como los culpables de nuestra situación. Pues permiten la inmigración masiva, las regulaciones, la permanencia en territorio europeo de aquellos que han entrado de forma ilegal y de los que solo están aquí para acabar con nuestra cultura, hábitos y tradiciones. Aunque parece que están enfrentados en las cuestiones cardinales que nos afectan, siempre van de la mano a la hora de perjudicar al ciudadano.
En España hace poco la Conferencia Episcopal ha mostrado su apoyo a las regulaciones masivas de inmigrantes, la mayor parte de ellos musulmanes. Por supuesto, Fallaci señala hacia la Unión Europea como uno de los principales promotores de estas políticas, lo cual se ha ido agravando desde el fallecimiento de la periodista.
En Europa hay millones de musulmanes, cada vez más, y la gran mayoría de ellos no pretende integrarse ni asimilarse, creen que su cultura y su religión, las culturas de los distintos países son diferentes, pero están impregnadas por los conceptos religiosos del islam y chocan en mayor o menor grado con la cultura española y europea, son superiores, cuando en realidad no es así.
Todos vienen de países subdesarrollados y ruinosos, los únicos que no son así son dictaduras terribles en los que una élite vive de forma lujosa y los trabajadores en la ruina, algunos países como las petrodictaduras los tienen que importar y mantener en situaciones de semi esclavitud.
Fallaci siempre denunció la intransigencia del islam, recibió amenazas de muerte, cancelaciones y ataques de todo tipo. Ellos pueden criticar y exigir, pero los demás no podemos ni hablar. Si se mantuviera un poco de dignidad en los países europeos, las políticas de remigración serían inmediatas.
Si quieren vivir en la barbarie, pueden volver a sus países de origen.
Otra crítica feroz de Fallaci es hacia aquellos que quieren reinventar la historia, blanqueando los genocidios, asesinatos, invasiones y repoblaciones forzosas llevadas a cabo por el islam por todo el mundo. Ella afirma que el islam es una religión de odio, agresiva, y que su lugar no está en Europa.
Cuando el islam ni siquiera existía en aldeas de pastores de cabras, el Imperio romano era cristiano; afirmar que les debemos a ellos y su influencia haber constituido Occidente es demencial, una mentira injustificable, que solo pueden defender ante gente inepta e ignorante falsificando las referencias.
Las palabras que Fallaci escribió hace ya veinte años siguen más vigentes que nunca, pues los problemas de los que habla no solo no se han resuelto, sino que empeoran por momentos. Gracias, Fallaci, por abrir brecha, tu legado y el de muchos más que confrontaron con la intransigencia islámica no se perderá.
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