Finalmente, España en llamas
La izquierda política ya no necesita a la nación
Ya lo tenemos aquí: Pedro Sánchez, con sus aires de dependiente de Cortefiel y su partido convertido en un arrozal, ha conseguido incendiar España de arriba a abajo. Alguien, hace algún tiempo, le hizo ver que la polarización le beneficiaba y desde entonces no ha hecho más que insistir en todo aquello que podía partir el país por la mitad. Cada algarada, cada manifestación, cada papelera rota juegan ahora a su favor, porque podrá presentarse ante los suyos como hombre de diálogo y concordia frente a las malvadas fuerzas del fascismo.
Los resortes de la llamada democracia parlamentaria fueron diseñados para contrarrestar el abuso de poder - pero Montesquieu no pudo prever el tipo de inmoralidad propia de nuestro Sánchez, el Mago del Destino. No se trata de una mera ausencia de escrúpulos o de una astucia especialmente retorcida, sino de una auténtica vocación de destrucción.
Se equivocan quienes creen que el líder del PSOE solo busca aferrarse al poder: su idea es la aniquilación de toda posible alternativa mediante el resquebrajamiento del "demos" constituyente. Si solo la nación puede derrocarme, piensa con lógica de hiena, tendremos que acabar con la nación.
La rosa de fuego, la luna de sangre, las humaredas negras. Los policías golpeados y las señoras tirando tiestos desde los balcones. Un dos de mayo con youtubers imberbes, neonazis despendolados, familias con niños, desokupadores de brazo grueso y lengua de trapo, abuelas heroicas y universitarios juerguistas.
Los sollozos de las niñas bien y los drones de Marlaska, los cánticos futboleros y los rosarios a la Virgen del Tremedal, Iker Jimenez encaramado a una columna y Vidal Quadras tiroteado por motoristas misteriosos. España se va sumiendo en la discordia civil mientras Francina mantiene cerrado el parlamento y al hijo de Conde Pumpido se le pone cara de Hunter Biden de chichinabo, con sus putas brasileñas escocidas y sus mil maletines secretos.
Ya no hay pugna política, ahora solo nos queda intentar guarecernos ante el cretinismo que llega, la total imbecilidad, la degradación de las potencias. Las revueltas de antaño ya no sirven, porque delante no hay un rival, sino un extraño jardín de depravación que nadie sensato querría conquistar, una zona donde la realidad se ha convertido en equívoco y espejismo.
La izquierda escogió esfumarse y convertirse en una metafísica de Irenes & Pams eco sostenible, de Rulls & Turulls resucitados, de Otegis satisfechos. La nación necesita una izquierda política, pero el problema es que la izquierda política ya no necesita a la nación: le basta con la gestualidad infantiloide del Pedroyolandismo. Vaciada la vida pública de cualquier idea de honestidad, en la jungla de la cursilería virtual y los tirabuzones de Tiktok se impone la nueva tiranía.
Vienen tiempos de resistencia. Las dos Españas, las diecisiete Españas, las cien maldiciones de un Ruedo Ibérico descabezado que Valle Inclán no hubiera podido imaginar. El futuro pertenece a quien consiga no mirar desde babor o estribor, sino enarbolar la razón de la proa, que avanza guiada por las estrellas. Pronto alguien conseguirá volver a elevar la mirada y encontrar aire puro, retomar la poesía antigua y la gravedad de la vida sencilla.
Mientras el mundo enloquece, unos pocos aciertan a llevar prendidas cinco rosas en su corazón.
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