La fabulosa rebelión de los inquilinos
Este domingo asistimos a una de las más memorables performances de nuestra ultraizquierda: la rebelión de los inquilinos
Este domingo asistimos a una de las más memorables performances de nuestra ultraizquierda: la rebelión de los inquilinos. Es verdad que las caras visibles de la revuelta fueron las Tres Parcas (Irene, Ione e Isa, la triple I) y una chica chillona que preside un sindicato, pero el grueso de la tropa dio la impresión de estar formada por personas en un claro estado de disonancia cognitiva, dado que se manifestaban “contra la inacción del PP” cuando el caso es que la coalición pedroyolandista lleva seis años en el poder, durante los cuales la crisis de la vivienda se ha agravado hasta lo insoportable.
La cima del absurdo la protagonizaron los propios políticos. Por ejemplo, acudió a la manifestación la socialista Reyes Maroto, a quien le recordaban ayer en las redes sociales que tiene en propiedad seis inmuebles.
La misma vicepresidenta posteaba en X: “es hora de actuar: frenar la compra especulativa y bajar los alquileres. Casas para vivir y no para especular”. Su partido, Sumar, publicaba o siguiente: “El mercado de la vivienda está funcionando como una aspiradora de riqueza. Necesitamos que se aplique la ley de vivienda y acabar con la especulación”.
Es decir, que los que llevan seis años gobernando se muestran indignados por el estado de las cosas y reclaman al gobierno que ellos mismos dirigen, que se tomen medidas ya. Pero al menos hemos frenado a la malvada ultraderecha.
La crisis de la vivienda no es cosa española, ni siquiera europea, como se está viendo en la campaña para las elecciones americanas de noviembre. Lo que nadie explica es que la cuestión no viene de una ineficacia regulatoria, sino de la crisis monetaria que atravesamos desde 2008, cuando la Reserva Federal decidió acudir al rescate de la economía por el brillante método de imprimir ocho trillones de dólares.
El aumento de la masa monetaria no provoca inflación: como recordó Milei hace poco, el aumento de la masa monetaria es la definición misma de inflación. Sube el precio de las acciones y los medios lo saludan diciendo “la bolsa va como un tiro, la economía va bien”; sube el precio de la vivienda y la energía y los medios lo lamentan diciendo “la cesta de la compra se encarece, la economía va mal”.
Pero todo no son más que efectos de un único fenómeno: poner en marcha la impresora de billetes es devaluar la moneda, de modo que cada vez hace falta más moneda para comprar los mismos bienes o servicios. Sin la destrucción sistemática del poder adquisitivo de la población por las políticas expansivas de los bancos centrales, nuestras moneditas y billetitos seguirían teniendo su valor intacto. Y al paso que vamos, pronto solo servirán como decoración del árbol de Navidad.
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