Montaje de la bandera de China con una explosión detrás

OPINIÓN

La expansión nuclear china

El régimen de Xi, en China, señala a los Estados Unidos como principal obstáculo a su estrategia nacional

La República Popular de China es el único competidor con el propósito y la capacidad creciente de reformular el orden mundial. Con esta claridad, se señala al gigante asiático desde la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de 2022.

El documento más reciente al que podemos hacer referencia para significar los temores norteamericanos sobre la creciente amenaza china es el Informe anual del Departamento de Defensa para el Congreso de los Estados Unidos, que lleva por título: “Desarrollo militar y de seguridad de la República Popular de China”. 

Según el Pentágono, la estrategia nacional de Beijing se basa en conseguir “El gran rejuvenecimiento de la nación china” en 2049, coincidiendo con el centenario de su fundación. Para ello, el régimen de Xi señala a los Estados Unidos como principal obstáculo a su estrategia nacional. 

China está expandiendo rápidamente su arsenal nuclear. Pekín está en camino de acumular 1,000 cabezas nucleares para 2030.

Entre 2019 y 2023, las Fuerzas Armadas chinas han multiplicado por 2,5 sus cabezas nucleares. Esto ha causado una profunda preocupación en Washington. 

Misil nuclear despegando

En 2023, la Comisión del Congreso sobre la Postura Estratégica de Estados Unidos insistió en que la expansión nuclear de China debería llevar a los formuladores de políticas estadounidenses a “reevaluar el tamaño y la composición de la fuerza nuclear de Estados Unidos”. En marzo, el almirante John Aquilino, general jefe del Mando de la región Indo-Pacífico, advirtió: “no hemos enfrentado una amenaza como esta desde la Segunda Guerra Mundial”.

¿Cuáles son las motivaciones detrás de las acciones de China? Los analistas que he consultado en las revistas especializadas están desconcertados ante el repentino cambio de política de defensa. La actitud de mantener un par de centenares de cabezas nucleares, como suficiente arsenal disuasorio, ha sufrido un giro desde la aparición del Covid-19. Hasta ahora el estilo era el de ser ofensivos comercialmente, pero muy prudentes en el aspecto militar.

Las armas nucleares proporcionan a China una mayor influencia geoestratégica para contrarrestar las amenazas percibidas. Las objeciones de Pekín, a lo que considera una estrategia nuclear injusta e intereses de seguridad ilegítimos de los Estados Unidos, consolidan aún más su disposición a usar medidas unilaterales para abordar las debilidades detectadas de seguridad.

La disuasión y el choque de intereses

El constante desarrollo económico chino implica una amenaza para los norteamericanos, que ven en el ascenso del gigante asiático la aproximación del momento de cambio hegemónico entre ambas potencias. Esto ha llevado implícitos movimientos de reacción desde el Pentágono. 

Dadas estas circunstancias, Pekín debe persuadir a Washington para que acepte el ascenso de China como un jugador importante y convencer a los formuladores de políticas estadounidenses de que no podrán contener o desestabilizar el ascenso chino sin que esto suponga un claro prejuicio para los intereses norteamericanos.  En China saben que todo esto se consigue mediante el incremento de la capacidad disuasoria. Este razonamiento ha llevado a China a percibir una amenaza cada vez mayor por parte de Estados Unidos a medida que la brecha de poder entre los dos países se ha estrechado.

Avión en Taiwan

El compromiso de Xi con las armas nucleares refleja una diferencia profunda en cómo percibe tales armas en comparación con sus homólogos estadounidenses. En lugar de aspirar a lograr objetivos militares claramente definidos, como disuadir a un enemigo de emprender actividades militares específicas, Beijing ve las armas nucleares como símbolos de fuerza militar y cree que ejercen una influencia particular en la percepción del equilibrio de poder de un adversario. Esta noción subyace a lo que los estrategas chinos se refieren como la misión de “contrapeso estratégico” de sus fuerzas nucleares, un intento de forzar a gobierno de los Estados Unidos a adoptar una postura más complaciente hacia China.

La experiencia nos dice que la disuasión nuclear evita el confrontamiento bélico directo, pero tiene sus límites. El poder coercitivo de las mismas no es todopoderoso y no fue capaz de evitar que Washington socavara a la Unión Soviética mediante la subversión económica y la guerra política.

La principal debilidad soviética era su economía y su principal valor de expansión geopolítica se apoyaba en la ideología. Cuando la ideología se desvaneció, el sistema colapsó. 

Cualquier líder de un Estado totalitario dispone de una considerable ventaja sobre el que debe someterse al examen directo del contribuyente. Si China aumenta su presupuesto de Defensa o decide incrementar su arsenal nuclear, no tendrá a estudiantes con megáfonos y palestinas al cuello pidiendo la paz en el mundo mientras sus colegas les graban con un iPhone de última generación. 

Lo malo es bueno

Según Tong Zhao, experto en asuntos asiáticos de la revista Foreing Affairs, el presidente Xi ha destacado la importancia de “mantener la iniciativa estratégica para salvaguardar la seguridad nacional firmemente en nuestras propias manos”. Esta desconfianza está llevando a Pekín a lograr un equilibrio de poder más ventajoso y hacer que disminuya su interés en la contención nuclear, y mucho menos en las convenciones de control de armas.

Explosión de un misil de guerra

En el vigésimo Congreso del Partido Comunista Chino, se marcaron como objetivos: Proporcionar una nueva guía de estrategia militar, establecer un sólido sistema de disuasión estratégica, incrementar la proporción de las fuerzas de nuevo dominio con nuevas capacidades de combate (esto que suena tan raro, hace referencia al ciberespacio y el espacio), acelerar el desarrollo de la robótica, y promover el desarrollo y aplicación de los sistemas de información en redes. Todos estos conceptos, más allá de lo puramente técnico, se resumen en incrementar el esfuerzo en Defensa. 

El primer punto de enfrentamiento entre ambas potencias es Taiwán, que es considerado por el Gobierno Chino como “el núcleo de sus intereses fundamentales”.  Europa hace tiempo que ha dejado de ser la niña bonita de los sueños geopolíticos de cualquier aspirante a líder mundial. Rusia es ya considerada por los Estados Unidos como una potencia regional, a pesar de que sigue rozando las 6000 ojivas con capacidad nuclear, suficiente para hacer de la tierra un completo fango sin vida, y sin necesidad de periodistas, jueces o polarizaciones.

La famosa área pivote de Mckinsey ha quedado como una zona de ámbito doméstico. El futuro del mundo se decide en el mar de la China Meridional y, en esa zona del mundo, Europa tiene poca o ninguna influencia. 

El centro de gravedad de la defensa norteamericana se ha mudado a las aguas del Pacífico y allí se establece un equilibrio de poder que puede alterarse con el aumento de cabezas nucleares por parte de China o por la obsesión estadounidense de que Taiwán sea innegociable. Los conflictos de intereses irrenunciables suelen enquistarse y cronificarse cuando los litigantes se presentan con misiles bajo el brazo. 

Bandera de China ondulando al aire

China comienza a demandar reglas y estándares de conducta para hablar de igual a igual. Parece que el nivel de aceptación de condescendencia con el más fuerte empieza a verse alterado. Estados unidos no es lo que era, pero sigue siendo el “hegemón” y tratará de evitar, por todos los medios, que el orden mundial cambie.

El denominado “Soft Power” chino, que propiciaba la expansión comercial sin necesidad de generar una paralela de carácter militar, tiene los días contados. Una flota comercial que tiene que moverse por vectores geográficos tan complejos como el Estrecho de Malaca o el canal de Suez, no consigue rivalizar y dominar a todo Occidente sin un despliegue que proporcione seguridad a sus líneas comerciales. 

La incesante búsqueda de materias primas para un desarrollo industrial y económico que acomoda a más de 1000 millones de personas, precisa de una política cada vez más carente de escrúpulos. Por primera vez en siglos, Europa será testigo lejano de la pugna por el orden mundial que, esta vez, se dirime muy lejos del viejo continente, acosado por sus propios problemas y aficionado a buscar en la división las excusas para una unión real y eficiente que permita dar una mínima alternativa a norteamericanos y chinos. Pero esa es otra historia digna de ser contada…

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