Imagen del principe Harry en blanco y negro con una tribu de fondo

OPINIÓN

El escándalo del príncipe Harry: violaciones y torturas para conservar la naturaleza

Las áreas protegidas se han convertido en el caballo de Troya de una supuesta conservación de la naturaleza, pero esconden una marcada agenda económica que está agravando la injusticia social

El príncipe Harry volvió hace unas semanas a la portada de los rotativos británicos. Esta vez no fue porque estuviera borracho, porque llevase una esvástica en el brazo, ni porque quisiera llorar sobre su “pobre” y “desgraciada” infancia. En esta ocasión, la portada del Mail abordaba su connivencia con una ONG ecologista que financia a milicias paramilitares que torturan, violan y golpean a tribus indígenas africanas para “proteger” a los parques nacionales.

Harry forma parte de la junta directiva de African Parks, la ONG acusada de financiar estos abusos. En realidad, se trata de una historia que se repite desde 1867, cuando se estableció la primera reserva ecológica en Yosemite, California, y se expulsó a las comunidades indígenas que ahí vivían a balazos

Desde entonces, este modelo de conservación, que expulsa a las poblaciones locales e indígenas, se ha repetido a lo largo y ancho del globo terráqueo. Cuando estas poblaciones pretenden volver al parque, a cazar o recolectar leñas como siempre han hecho, se les considera como furtivos y los guardas tienen, en demasiadas ocasiones, patente de corso para abusar de su autoridad. 

En esta ocasión las víctimas han sido los Baka, una tribu de pigmeos. Pero la relación entre la realeza británica y las ONG ambientalistas que han financiado este tipo de guardas paramilitares cuenta ya con una larga, y desgraciada, historia. 

El principe Harry tirando de un rinoceronte en un refugio

El rey Charles, sin ir más lejos, es presidente de WWF-UK (la que lleva un panda por logo). Periodistas independientes y asociaciones que velan por los derechos de los indígenas, han investigado como WWF ha financiado a grupos paramilitares que torturaban, violaban o asesinaban a poblaciones locales en pro de la conservación de la naturaleza en distintos parques de Asia y África. El senado de los Estados Unidos ha corroborado y confirmado estas acusaciones.

Incluso el príncipe Felipe de Edimburgo, padre de Charles y cofundador de WWF, fue noticia en los años 80 porque donó un helicóptero a esta ONG, que acabó siendo usado para disparar a matar a los furtivos en Sapi, Zimbabue. 

En los países del norte global, los conservacionistas no pueden acabar con las poblaciones locales, y tienen que conformarse con limitar sus actividades tradicionales. En los países del sur global, con gobiernos totalitarios y donde la violencia es endémica, esta vieja práctica se sigue realizando, con la mediación en muchos casos de las oenegés ambientalistas.

Muchos periodistas y antropólogos solventes coinciden en señalar a la conservación de la naturaleza, junto con la guerra, como las actividades que más refugiados y crisis humanitarias han generado. Esta crisis podría ir en aumento, dados los planes de la ONU de doblar la superficie de espacios protegidos para el año 2030.