Emigrantes de diploma sin calle ni plaza
¿Cómo es posible que, en un país castigado por las altas temperaturas, casi nadie conozca a Willis Haviland Carrier?
La semana pasada les contaba las ocurrencias de Pompeu Gener, una historia de nacionalismo étnico con un toque de descabelladas teorias que, sin embargo, habían sido premiadas con una Plaza que aún mantiene el nombre del protagonista del artículo.
Me pregunto, y permítanme que, por un día, de un toque de cierto desenfado a este espacio. ¿Cómo es posible que, en un país castigado por el insolente y poderoso Lorenzo, alcanzando temperaturas que te dejan la ropa interior para quitártela como el papel de las magdalenas, casi nadie conozca a Willis Haviland Carrier?, un Ingeniero norteamericano que fue nombrado como una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time en 1998.
Para la mayoría de nosotros, este nombre suena a la pregunta del Pasapalabra que siempre ponen para que el concursante no se lleve el rosco, pero, en realidad, su invento cambió el mundo porque los Ingenieros, los físicos, los químicos, los arquitectos y todos esos que eligieron carreras complejas, duras y que requerían, además del esfuerzo, una buena dosis de lógica; son los que hacen cambiar el mundo.
En un país como el nuestro, que muere de éxito por su atractivo turístico, sus días de sol, sus playas y, sobre todo, lo barata que está la sangría para los que nos duplican o triplican salario en el norte de Europa, los que diseñan cosas tienen pocas oportunidades. España es un chollo para todos menos para los españoles.
Las carreras no son gratis, cuestan mucho dinero que pagamos entre todos porque estamos convencidos de que la igualdad de oportunidades pasa por el acceso a la educación y por premiar el esfuerzo. Hasta ahí, todo correcto. Lo extraño viene después.
Tras terminar el grado correspondiente, con máster añadido, porque sin máster no hay paraíso; los jóvenes talentos se enfrentan a la precariedad laboral. Investigadores con un doctorado bajo el brazo, que trabajan en proyectos de peso con nóminas mileuristas, abundan tanto como los “analistos entiendólogos” de tertulia cutre y pleitesía al decibelio.
Es fácil y humano, por tanto, escuchar los cantos de sirena de las tierras del norte y buscar en Internet las suculentas ofertas de trabajo neerlandesas, danesas, alemanas, británicas, etc. Allí el cielo es gris, hay humedad, todo cierra pronto y cenar un triste sándwich con una croqueta sale por un ojo de la cara, pero los sueldos son competitivos y se aprecia el talento y la capacidad. En un mundo en el que el único requisito indispensable para poder trabajar en estas cosas es tener un aceptable nivel de inglés, no es difícil que nuestros jóvenes encuentren lo que el infortunio o la mala gestión les ha privado en su tierra.
¿Merece la pena invertir un dineral en educación para que los “educados” acaben pagando impuestos en otro sitio? Pues ustedes dirán si no falla algo cuando esos padres que se dejan hasta el alma al final vean a sus muy esforzados retoños emigrando al poco de dejar el birrete sobre la cama de su habitación.
Hemos cambiado la maleta de cartón de aquellos pobres a los que cantaba Juanito Valderrama, por un puñado de diplomas y dolor de brazos de hablar inglés. Aunque los chavales, como son espabilados. Se sueltan en tres meses y se ganan la confianza de jefes y compañeros.
Hay muchas cosas inexplicables en nuestro país, pero pocas lo son tanto como que Willis Havilland Carrier no tenga un pedazo de estatua del tamaño del Coloso de Rodas en las plazas mayores de todas las ciudades y pueblos en los que, desde junio hasta septiembre, ir a una sauna es tirar el dinero. Este señor, Ingeniero él, como nuestros chicos viajeros, inventó el Aire Acondicionado, lo pongo con mayúsculas porque el aparato lo merece.
El chisme tiene sus años, 1902 vio nacer el cacharro que se ha convertido en imprescindible. ¿Quién no recuerda el pasado en un Seat 850, con las ventanillas bajadas a tope, a 80 km/h en agosto, y dos bocanadas de los dragones de Juego de tronos entrando por cada lado del utilitario?
Cuando el invento comenzó a aplicarse en los coches, uno miraba por la ventanilla con insanísima envidia a un vehículo negro que llevaba dentro a una rubia a la que se le movía el pelo a pesar de tener todas las ventanas cerradas.
Por supuesto que tiene sus detractores, que si la alergia, que si la garganta, que si el cambio brusco de temperatura, que si para dormir reseca la boca… Pero si te resecas la boca bebes agua, que ya está bien de llorar por todo. El estado del bienestar es el estado de la queja permanente.
La nevera, invento de otro genio que tampoco tiene estatua, se cepilló los entrañables botijos con aquellos graciosos pañitos de ganchillo para que no entraran moscas por la boca grande. Pobres moscas, como si no tuvieran derecho a refrescarse. Claro que, en verano, son muy molestas, por eso, otro genio o “genia” inventó el insecticida.
Tampoco tiene estatuas en Galicia, Cantabria, Asturias o El País Vasco, la señora china que inventó el paraguas. Necesitamos una espabilada contemporánea que le dé un toque de firmeza para que no se nos dé la vuelta con el aire en un entierro y quedemos a la altura del betún, como algún primer ministro británico.
La tecnología y el progreso nos han hecho la vida más fácil, aunque también nos hayan surgido dilemas inexplicables, como que un señor gordito, con gafas y un casco de Darth Vader para sujetar los lápices, sea capaz de manejar un robot en Marte y a ti no te llegue el wifi a la cocina.
Ya no hacemos coches, ni camiones, ni motos, ni televisores y casi todo lo que lleva microchips viene con manuales de instrucciones que deben haber traducido con una agenda de esas que regalaba la revista de la OCU en los años 90, porque una simple fuente de alimentación ha hecho más kilómetros que la maleta del Fugitivo.
Tal vez, y esto lo dice un ignorante con vocación de “entiendólogo” por un día, habría que darle una vuelta a eso del tejido productivo del país. Porque no es buen negocio sacar mil ingenieros informáticos cuando solo necesito 300 y que en Alemania los empresarios tengan quemaduras de segundo grado en las palmas de las manos de tanto frotárselas porque llegan los Spanish Engineers, y las enfermeras, y las químicas, y los físicos y las biólogas.
Pues eso, menos calle a los que se las daban de arios y más plazas a los que nos han hecho la vida más fácil. Que de opiniones de politólogos no se come, ni se refresca uno.
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