La gente apaga un incendio en el lugar de los ataques aéreos israelíes mientras continúan los combates entre las tropas israelíes y los militantes islamistas de Hamas.

OPINIÓN

De Dresde a Gaza

Los responsables de entonces no tuvieron que inquietarse, el principio “ningún crimen, ninguna pena sin previa ley” los exoneraba de tener que responder. Pero, hoy, la norma existe

El próximo 13 de febrero se cumplirán 79 años del inicio, en la madrugada, del bombardeo que en 1945 destruyó la ciudad alemana de Dresde. Fueron dos días de oleadas sucesivas de aviones británicos y norteamericanos. Participaron más de mil aparatos que arrojaron miles de toneladas de bombas explosivas e incendiarias. 

No fue el lugar donde los bombardeos causaron más víctimas civiles —más tuvieron Hamburgo y Berlín—, pero Dresde se ha convertido en el símbolo de la destrucción de una ciudad. 

Las características de Dresde y las circunstancias en las que se produjo el bombardeo todavía alimentan la polémica sobre la gratuidad del ataque, atribuyéndolo a una finalidad distinta a la estrictamente militar. Hasta entonces, Dresde había evitado la suerte de la mayor parte de las ciudades alemanas continuamente bombardeadas desde mediados de 1943. Los dresdenianos llegaron a creer que su valioso patrimonio arquitectónico les protegía. 

Bombardeo de Dresden (Alemania) durante la Segunda Guerra Mundial

Dresde como ciudad conservaba extraordinarios exponentes del barroco como la Frauenkirche, la iglesia luterana de Nuestra Señora, el palacio Zwinger, inspirado en Versalles y que albergaba la mejor colección de piezas de la famosa porcelana de Meissen, la Hofkirche, la catedral barroca más imponente de Europa, o la  Semperoper, una joya de la arquitectura de teatros, más la portentosa Altstadt, la ciudad vieja con sus edificios medievales, renacentistas y barrocos. 

La destrucción fue fríamente planificada y sistemáticamente ejecutada. En Dresde había industria, pero se hallaba ubicada en el extrarradio que no fue alcanzado por las bombas. La preparación del ataque empezó con la señalización por aviones especializados del área a bombardear mediante bengalas blancas de magnesio y marcadores de color rojo. La Altstadt, donde no había ningún objetivo militar, pero era riquísima en patrimonio arquitectónico y arte, ocupó el centro del área señalizada.

La ciudad vieja quedó arrasada por las bombas y por una tormenta de fuego que volatilizó materiales y la carne humana. La población autóctona de Dresde era de 640.000 habitantes, pero en aquellas fechas se había incrementado con al menos medio millón de refugiados procedentes del este huyendo del avance de los ejércitos soviéticos. Se calcula que entre el 13 y el 14 de febrero murieron como mínimo 25.000 personas, además de los incontables heridos y quemados, muchos de los cuales fallecieron más tarde.  

En febrero de 1945, doce semanas antes de la capitulación, Alemania estaba vencida. Solo cabe una interpretación de aquel bombardeo estratégicamente innecesario: castigar a la población civil y que el castigo físico más la destrucción del patrimonio cultural fuera una lección indeleble en la memoria colectiva alemana. 

El humo se eleva tras los ataques israelíes mientras continúan los combates entre las fuerzas israelíes y el grupo militante palestino Hamás

El bombardeo de ciudades, el ataque a la población civil, la represalia y el castigo colectivo estuvieron muy presentes en los debates y negociaciones que bajo los auspicios de las Naciones Unidas permitieron la conclusión de los Convenios de Ginebra de 1949, en particular el IV Convenio relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra, y los Protocolos Adicionales I y II de 1977, que, por fin, sentaron las bases normativas del derecho internacional humanitario, un progreso de la humanidad entera, prohibiendo, precisamente, todo lo que significó el bombardeo de Dresde. 

Hoy aquel bombardeo sería calificado de crimen de guerra, un crimen imprescriptible. Los responsables de entonces no tuvieron que inquietarse, el principio “ningún crimen, ninguna pena sin previa ley” los exoneraba de tener que responder. 

Pero, hoy, la norma existe. El bombardeo indiscriminado de las localidades de la Franja de Gaza, que ya ha destruido o dañado gravemente el 75% de los inmuebles residenciales, toda la infraestructura vital para la subsistencia de la población y ha causado más de 25.000 víctimas mortales y miles de heridos, opino que es un crimen de guerra, que como tal no prescribe, y que el responsable en tanto que último eslabón de la cadena de mando es el primer ministro del Estado de Israel, Benjamín Netanyahu. 

La legítima defensa a la que tiene derecho el Estado de Israel no es eso.