Francesc Macià, diputado en Madrid en 1907

OPINIÓN

Dos corrientes de pánico igualmente peligrosas

La victimización y el pánico derivaron en corrientes muy propias de finales del siglo XIX y principios del XX

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

El 3 de abril de 1936, en la sesión de apertura oficial de las Cortes resultantes de las disputadísimas elecciones de febrero de aquel año, el presidente del Consejo de Ministros, Manuel Azaña, se dirigía a los diputados supervivientes de la controvertida Comisión de Actas para alertar sobre las dos corrientes que, según el político y ateneísta, amenazaban agredir la política republicana.

Por una parte, la corriente de pánico a “supuestas subversiones posibles del orden social, mucha gente anda por ahí desalentada, imaginando que un día de estos España va a amanecer convertida en un Soviet”. La otra “procede del viento contrario, y me importa decir que es, igualmente, un fantasma”. 

Manuel Azaña, presidente del consejo de ministros en abril de 1936

Las referencias a las dos posturas, pensamientos, polos opuestos, en definitiva; las hacía el presidente tratando de dar un mensaje de tranquilidad y moderación en un momento de máxima crispación y enfrentamiento. Azaña conocía mucho más de aquellos peligros de lo que manifestó desde el Banco Azul aquel día. Era conocedor de las dos iniciativas militares para acabar con el Gobierno Popular; una de ellas liderada por el propio consuegro del presidente Niceto Alcalá Zamora, el general Gonzalo Queipo de Llano, director de Carabineros en ese momento. El otro, el que se inicia con la reunión de los generales de 8 de marzo de 1936 y que iba a liderar el exiliado general José Sanjurjo Sacanell con el conocimiento de los Mola, Goded, Franco, Kindelán, Rodríguez del Barrio, Varela, Orgaz o Fanjul. Todos ellos perjudicados tras la entrada en el ministerio de la Guerra del general Masquelet y enviados a destinos fuera de la influencia de la capital de España.

También sabía Azaña de las intenciones de algunos de sus compañeros de viaje en el Frente Popular, aquella unión entre los partidos obreros y los republicanos de izquierda. Un acercamiento motivado por el VII Congreso de la Tercera Internacional, la Komintern, que se había celebrado en agosto de 1935 y del que surgió también el Frente Popular francés. 

Uno de los que no veían con buenos ojos la unión con los burgueses republicanos de izquierda era Francisco Largo Caballero, cada vez más convencido de que una alianza obrera podía tomar el poder por métodos pacíficos o, en caso de que no fuera posible, por los que hiciera falta. Lógicamente, el régimen propuesto era una dictadura del proletariado. 

De estos temores del propio presidente, que se mostraba tan firme y seguro en las Cortes, apoyado en su barroca facilidad oratoria en una época en la que los líderes de los grupos políticos se marcaban intervenciones de una hora sin un mísero trozo de papel que llevarse a los ojos. De estos temores, continúo, no tenían conocimiento ni siquiera sus propios ministros y, únicamente, se los manifestaba a su círculo más cercano.

Del pánico y la victimización

Es archiconocido el poder de dos recursos tan antiguos como repetidos en su empleo: el pánico y la victimización. Del primero se hace uso para atemorizar al respetable sobre los peligros que acechan. Una vez se ha generado el miedo; el mismo grupo social que ha contribuido a definirlo, extenderlo y advertirlo, se presenta como el incorrupto protector ante el cúmulo de viles amenazas que se avecinan.

La victimización suele ser el recurso de quien ha infundido el temor descrito en el párrafo anterior. 

Existen ejemplos históricos tan numerosos que precisarían de varios volúmenes para, simplemente, dar breves descripciones de estos. El pasado español no es ajeno, por supuesto, a ninguno de los dos fenómenos. Como no lo es el presente ni lo será el futuro.

La victimización y el pánico derivaron en corrientes muy propias de finales del siglo XIX y principios del XX: Los nacionalismos y el militarismo. La derrota española de 1898, que supuso la pérdida de las últimas provincias de ultramar, trajo graves consecuencias para la exitosa burguesía catalana que culpó de todos los males a la falta de vigor en la defensa de aquellos territorios al Ejército Español; ese que, unos meses antes, era jaleado y colmado de parabienes para generar un autoengaño tan grotesco, que se llegó a decir en algún medio que se podía invadir territorio norteamericano y hacer doblegar la rodilla al tío Sam como versión rejuvenecida de la “pérfida Albión”

Los órganos de prensa de la Lliga como la Veu de Catalunya, pero, sobre todo, la revista satírica, el Cu-Cut, comenzaron una campaña de desprestigio que se apoyó en uno de los recursos más hirientes contra un derrotado, hacer ridículos sus méritos e intensificar el dolor de los fracasos. 

Portada de la revista Cucut en septiembre de 1905

Durante dos años, entre 1903 y 1905, el Cu-Cut recurría a viñetas en las que se hacía mofa de la falta de entusiasmo y valor a la hora de defender el territorio cubano, aquel que tantos beneficios proporcionaba a la burguesía catalana.

Pagina de la revista Cucut en septiembre de 1904

Todo este proceso contribuyó a la victimización de 300 oficiales destinados en la Ciudad Condal quienes, una noche de noviembre de 1905, en aras de la defensa del honor mancillado de su Ejército, se plantaron en las sedes del Cu-Cut y la Veu de Catalunya y les prendieron fuego. Lejos de ser sancionados por una acción más que dudosa en lo que a neutralidad y disciplina se refiere, recibieron el respaldo del propio monarca, un jovencísimo Alfonso XIII, y de todos sus compañeros de armas a lo largo y ancho del territorio nacional que colmaron a la guarnición barcelonesa de cartas, telegramas y manifiestos de la más firme adhesión a sus actos. 

Revista Nuevo Mundo en noviembre de 1905

Diarios como El País, en aquel momento órgano de prensa republicana, exaltaron y apoyaron sin fisuras la pirómana iniciativa de los oficiales, la mayoría de ellos catalanes, que habían decidido tomarse la justicia por su mano.

Con el objetivo de evitar que las ofensas al Ejército pudieran quedar impunes, los militares presionaron para aprobar una ley a través de la cual, se dirimieran en la jurisdicción militar mediante consejos de Guerra tales ofensas, y no en los tribunales ordinarios. Ello dio origen a la controvertida Ley de Jurisdicciones.

Francesc Macià, diputado en Madrid en 1907

Lógicamente, la victimización volvió a entrar en escena, en este caso, como herramienta y razón de agravio para los regionalistas de la Lliga que promovieron un movimiento de limpieza del honor catalán, que se presentaría a las elecciones de 1907 bajo el nombre de Solidaridad Catalana. En aquella agrupación convivieron una amalgama de sensibilidades políticas que iban desde los republicanos (divididos y que sufrieron una escisión por este motivo que originó la creación del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux) liderados por un anciano Nicolás Salmerón; carlistas, regionalistas y hasta algún militar que acudió a la llamada aclarando que se uniría a la iniciativa pero dejando claras dos cuestiones:

  • “Que él había pertenecido 30 años al Ejército, que le tenía un cariño grandísimo y que al Ejército habría de apoyar siempre con sus iniciativas y con las de sus queridos compañeros, porque él lo quería con toda su alma” 
  • Que tenía una deuda de gratitud con D. Alfonso XIII y que esta deuda de gratitud le obligaría por toda la vida a ser partidario de D. Alfonso XIII; y los que habían acudido a proponerle su adhesión al movimiento, la mayoría de los cuales eran antidinásticos, le dijeron que la gratitud le obligaba y que hacía perfectamente.

El militar que se postuló como candidato de Solidaridad Catalana era Francesc Macià i Llusà, teniente coronel jefe de la Comandancia de Ingenieros de Lérida. Las condiciones las recordó el propio militar en su primera intervención en Cortes, en junio de 1907.

Solidaridad Catalana, como suele pasar con las amplias coaliciones, no sobrevivió mucho tiempo y no consiguió explotar el rotundo éxito que les otorgó 41 de los 44 diputados posibles en Cataluña. 

Espoleadores de sentimientos

La victimización y el pánico, convenientemente canalizados, son capaces de conseguir resultados asombrosos, espoleadores de sentimientos, de orgullos heridos y del tú más y yo menos. Capaces de revertir expectativas, de crear universos bicolores, de buenos y malos, donde sí que son víctimas el análisis y la reflexión, donde los asépticos, desapasionados, indulgentes o tolerantes, son vistos como pusilánimes carentes de corazón y valentía. 

Las corrientes de pánico y la victimización consiguen tanto rédito como polarización, crispación, odio y división. Son favorecidas por situaciones de caos o inestabilidad y cuando estas no se dan, los que suelen pescar en estos ambientes tienen que generarlas para no condenarse al ostracismo. 

El que estaba obligado a ser partidario de Alfonso XIII se acabó sublevando contra él, creo un partido independentista y después otro republicano. Ya saben, las corrientes de pánico, aunque esa es otra historia digna de ser contada.