Primer plano de Santos Cerdán con expresión seria sobre un fondo rosa con detalles oscuros y humo.
OPINIÓN

¡Que te den, Santos!

Mientras algunos miraban a otro lado, el trabajo periodístico hizo lo que el poder y el PSOE no quisieron hacer

19 de febrero del año 2024. Alrededor de las 10 de la mañana, tras un copioso desayuno en el bufé del hotel Eurostars San Lázaro, donde me encontré con algunos compañeros con los que comentamos la jugada, recibo una llamada en el teléfono móvil. Es de una persona conocida en el ámbito profesional, con quien con el paso del tiempo he tejido una relación de amistad. A pesar de las diferencias ideológicas. Pues se trata de una de las personas que más cerca ha tenido Pedro Sánchez a la hora de formar equipos.

Su llamada no me resulta extraña, ya que hablamos a menudo. Pero en la breve conversación, que no debió durar más de dos minutos, me dice: “Pon el ojo sobre Santos Cerdán, que cuando pensábamos que iba con Marlaska a las cárceles vascas para acercar presos de ETA, estábamos equivocados. Iba a hacer sus propios negocios”. Qué bomba, pensé… Santos: el hombre gris, ambicioso, malévolo y cretino, el que dio órdenes de boicotear la presentación de mi último libro y el que me vetó el acceso a la sede del PSOE. Era mi oportunidad.

Primer plano de Santos Cerdán con rostro serio llegando a una sesión de control al Gobierno, a 28 de mayo de 2025, en Madrid.

Ese mismo día inicié una investigación exhaustiva sobre el personaje. Me desplacé a Milagro, Navarra, su municipio natal. Lo primero que me sorprendió fue su vivienda, unifamiliar y destacada por encima del resto. En un bar del pueblo, en el que aproveché para almorzar, hice el resto. Me costó poco: esperé a que él saliera por televisión para comprobar que sus vecinos no le tenían gran aprecio. Así que rápidamente me hice el simpático. Todo eran buenas fuentes de información.

Durante casi dos años he investigado su ritmo de vida, gracias, en parte, a lo que me contaban sus propios compañeros de partido que habían estado en su ático del madrileño barrio de Chamberí. Como todo pobre hombre que triunfa rápidamente, en este caso pisando a personas mucho más válidas que él, Santos Cerdán también es de esos que hacen apología de todo lo que tienen. De los que presumen de las reformas en sus dos domicilios, del coche de alta gama que se ha comprado o de los estudios de medicina de su hija en una universidad católica privada. Una ostentación que despertó sospechas dentro del partido.

La caída de Santos Cerdán, que negó hasta el último momento ser él quien se escuchaba en las grabaciones con Koldo y Ábalos repartiéndose comisiones ilegales, es un motivo de celebración. Un triunfo de la decencia y del buen periodismo. Y la demostración de que, lamentablemente, hoy en día en política acaban personajes nefastos que piensan más en su bienestar personal y en la fama que en cambiar la sociedad. Y gran parte de la culpa de ello, además de la que tiene el líder del PSOE que lo escogió y reafirmó cuando ya había sospechas sobre el comportamiento de Cerdán, es de una sociedad que se conforma con votar cada cuatro años. Que se queja mucho, pero no hace nada por cambiarlo.

Plano medio de Santos Cerdán riendo y mostrando los dientes mientras anda por la calle

En esta falta de vigilancia también contribuimos los medios de comunicación. Digo esto porque hace un mes, un servidor publicó la existencia de un informe demoledor contra Santos Cerdán —aunque Pedro Sánchez dijera que le pilló todo por sorpresa el pasado jueves—, que fue negado por algunos periodistas muy bien tratados por el PSOE y el Gobierno español. Periodistas que cobran más de 300 euros por tertulia en la televisión pública o que reciben filtraciones de noticias a las que no tenemos acceso los demás comunicadores. En una sociedad con periodistas serviles, hacer periodismo de verdad, del que molesta, se ha convertido en una carrera de obstáculos y en un ejercicio permanente de creer en uno mismo.

Hoy lunes, con Santos Cerdán renunciando a su escaño en el Congreso, con Pedro Sánchez obligado a pedir perdón cada vez que comparece ante la ciudadanía y con un PSOE condenado al ostracismo durante una buena temporada, por culpa de las malas compañías y decisiones de Sánchez, uno solo puede sentir orgullo de tener y ejercer el mejor oficio del mundo. Y de decir, usando palabras de la exdiputada socialista Zaida Cantera, el pasado sábado en La Sexta, y del exalcalde barcelonés Xavier Trias: ¡Que te den, Santos! Cada cual tiene lo que se merece.

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