Imagen de una mano depositando un voto en una papelera con los colores de Podemos y Sumar de fondo
OPINIÓN

La culpa la tienen los votantes

Quién en su sano juicio votaría por los partidos reaccionarios poniendo en riesgo el proceso de cambio que empezó hace justo diez años


Cómo puede ser, cómo es posible que las clases populares gallegas voten a la derecha rancia y a la extrema derecha. Cómo, cómo ha sucedido, cómo se explica que los trabajadores no voten a la izquierda transformadora. Quién en su sano juicio votaría por los partidos reaccionarios poniendo en riesgo el proceso de cambio que empezó hace justo diez años.

Cómo es posible que los ciudadanos den la espalda a los políticos del pueblo, a las políticas progresistas que han traído bienestar y han erradicado la miseria.  Realmente no hay una explicación lógica, así que la culpa debe ser de los votantes.

No se rían, no lo digo yo, lo dice el nuevo secretario de organización de Podemos, Pablo Fernández, en su valoración de los resultados de las elecciones gallegas: “Lamentamos profundamente que haya revalidado su mayoría absoluta el partido de los recortes, del salvaje deterioro de lo público y de la corrupción”.

Nada de autocrítica, más allá de señalar que “teníamos una situación difícil” y que “se abre un período de reflexión”. Una explicación muy convincente para un partido que ha perdido más de 47.000 votos y que ha quedado por detrás del Pacma.

Una izquierda en retroceso

Ironías a un lado, la izquierda lleva tiempo instalada en un proceso de declive que se ve agravado por su propia paralización. El contexto no es favorable, ciertamente. Hay muchas causas que explican el retroceso de los partidos que hace diez años estaban en auge, pero una de ellas es la incomodidad y las contradicciones que le generan los nuevos problemas.

Para entendernos, no es lo mismo construir el proyecto de la izquierda transformadora en medio de una crisis económica mundial provocada por las élites, que dar respuesta a problemas sociales como la seguridad o la inmigración. La renovación de la izquierda que exige el nuevo contexto se ve obstaculizada por la paralización de los propios partidos, incapaces de reaccionar ante los desafíos ideológicos y la superación de la ortodoxia.

Basta con echar un vistazo al resto de Europa para ver que es un fenómeno global, que se está llevando por delante a los partidos socialdemócratas. En España, no obstante, la cosa se complica por la guerra civil abierta dentro de la nueva izquierda. De hecho, la ruptura de Podemos y la aparición de Sumar, es una consecuencia lógica de la decadencia de un espacio donde siempre dominaron más los egos que la voluntad del cambio.

Lo explicaba el propio Juan Carlos Monedero, que sabe de qué va esto: “Podemos se jodió cuando no supo gestionar las disidencias internas, cuando empezó a ser gestionado por un grupito, que se acaban peleando no por cuestiones ideológicas sino personales”.

2014-2024, se cierra el círculo

Podemos se ha venido abajo cuando ha dejado de ser útil para las clases populares a las que servía, y Sumar es incapaz de enderezar el rumbo porque sigue enfrascado en la misma lógica. No es extraño que los movimientos sociales, que recibieron con esperanza el nacimiento de Podemos, ahora vean a la nueva izquierda como palos en las ruedas de la transformación social.

Lo peor para estos partidos es que aún no han tocado fondo, en un imparable proceso de declive que puede acabar culminando (ironías del destino) en otras elecciones europeas, las de este 2024. 

Pese a todas dificultades, bastaría con revisar los propios errores e impulsar un proceso de renovación para revertir la situación. Pero exigiría cambiar esa lógica perversa de los egos que señala Monedero. No importa, porque al final de todo, después de cada fracaso, siempre podrán cargar el muerto a los demás. Ya saben, la culpa es de los votantes.

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