Cuando Dimitir es tan solo un nombre ruso
Ni con la muerte de una trabajadora pública Gemma Ubasart o alguien de Justicia piensa en dimitir. Sería un acto de responsabilidad política demasiado responsable y adulto
Gemma Ubasart, consejera de Justicia de la Generalitat de Catalunya, decía este jueves desde el Parlament que no piensa dimitir. Asegura que sería "lo más fácil, pero no sería responsable". Es todo lo contrario: lo sencillo es seguir cobrando 120,000 euros anuales hasta las elecciones del 12 de mayo, no mover ni un dedo ni asumir responsabilidades.
De hecho, lo más complicado es plegar. Asumir que no has estado a la alzada, aunque no sea responsabilidad estrictamente tuya, y que no has sabido resolver los problemas. Es cuestión de ética, de mandar un mensaje a la sociedad, de que el político es tan responsable que dimite cuando por primera vez una funcionaria es asesinada en una cárcel.
Dimitir es una palabra que no existe en catalán
Sin embargo, nadie dimite nunca en Cataluña. Recuerdo un alcalde, Álex Garrido de Manlleu, que fue pillado expulsado de un bar de Platja d'Aro porque iba borracho. Alguien grabó las imágenes, se difundieron y él aseguró que dimitía, que los representantes públicos "deben ser ejemplares". Al cabo de unos días el alcalde se lo pensó, se fue a meditar unos días a Montserrat y decidió seguir en su cargo. ¿Dimitir? Un nombre ruso.
Es curioso, en Cataluña solo hemos visto dimitir en los últimos años a consejeros antes del referéndum del uno de octubre. Fueron los más listos: se ahorraron causas penales, quizás la cárcel o irse en un maletero por nada. Ni hubo república, ni había estructuras de Estado, ni había unidad. Más allá de ellos, aquí nadie lo deja.
Realmente, lo de Gemma Ubasart es coherente con el partido que la ha hecho consejera. Nadie dimitió tras en informe PISA, con la crisis de inseguridad en varias ciudades de Cataluña ni con la nula planificación ante la sequía. A Cambray, el responsable de Educación más cuestionado, lo tuvo que echar Pere Aragonès.
Quizás Esquerra no entiende la política como lo que debería ser: un servicio temporal, público y pensando en el bien común. Cuando todos los funcionarios de prisiones piden varias dimisiones, es por alguna cosa. Estamos hablando de la muerte de una trabajadora, donde queda claro que los protocolos han fallado. Alguien debería asumir la responsabilidad y el departamento anunciar las medidas para que no vuelve a suceder.
En lugar de eso, hemos tenido que esperar ocho días para escuchar a Gemma Ubasart. Una semana sin abrir boca, mientras los funcionarios de prisiones estallaban. Ahora, en lugar de pedir perdón, ha tirado de excusas y nadie de Justicia, nadie, dimitirá. ¿El mensaje? Se está demasiado bien en la administración pública para dejarla.
Los mismos que confunden dimitir con un nombre ruso, el 12 de mayo se pondrán las manos a la cabeza y dirán que la culpa es de tiktok, que la gente vota partidos de orden porque faltan talleres, educación y más documentales sobre la extrema derecha. Ellos, que han hecho de la política un modo de vivir y de ganar más dinero que en toda su vida, son incapaces de ver que este cambio sociológico es, básicamente, culpa suya.
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