Primer plano de Salvador Illa
OPINIÓN

La cosa no empieza bien

Los primeros gestos de Illa, pues, no le ayudan en nada a construir la imagen que se pretende construir de sí mismo

La presidencia de Salvador Illa no ha empezado del todo. A pesar de formar un equipo muy diverso y competente, de hecho creo que es uno de los mejores gobiernos de la última década, sus actos en los primeros días en el cargo no corresponden a lo que se espera de quien prometió “ser el presidente de todos los catalanes”.

Me consta que a su equipo más directo les costó hacerle entrar a razón de la necesidad de tomarse unos días de descanso. Ellos, como todo trabajador, también merecen unos días de desconexión.

Salvador Illa, vestido con una chaqueta clara, frente a un fondo rojo.

Y después de insistir un poco, consiguieron que vaciara su agenda durante el puente del 15 de agosto. Lo que aprovechó para marcharse a Canarias. Buen destino.

Lo que no ha sido un acierto ha sido irse de vacaciones con Pedro Sánchez. Por mucha amistad que exista —y que ha estado a punto de romperse durante las negociaciones para su investidura—. La imagen del presidente de Cataluña llegando a la residencia veraniega del presidente del Gobierno de España, pocos días después de resultar escogido, parecía más una rendición de cuentas que cualquier otra cosa.

El hecho de marcharse a Lanzarote, concretamente en la residencia oficial de La Mareta, donde ha aprovechado para disfrutar de los lujos de un palacio real que en su día el rey de Jordania regaló a Juan Carlos I, de hacer footing con Sánchez y de visitar el mercado de Haría —y suponemos también que reunirse, a pesar de haberlo negado—, hizo que por primera vez el presidente de la Generalitat no acudiera al acto de homenaje por los atentados de Las Ramblas y Cambrils

Dos errores difíciles de concebir por una persona que no es nueva en política. Que ha ocupado varios cargos con anterioridad. Que tiene una legión de asesores detrás.

Salvador Illa con traje oscuro, con una corbata roja, sonríe mientras está de pie frente a un grupo de personas que sostienen rifles.

Y que ha llegado al cargo de presidente con unos recelos y una desconfianza absoluta por parte de los dos grupos políticos que le han apoyado y de toda la oposición.

Los primeros gestos de Illa, pues, no le ayudan en nada a construir la imagen que se pretende construir de sí mismo. No ayudan a destensar la situación que vive desde hace meses la política catalana. Y evidencian, además, el sucursalismo de un PSC que siempre ha mantenido una independencia ideológica y política de un PSOE al que ahora, el presidente, acude con rapidez a dar cuenta de todo.

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