El Congreso del PSOE, la gran bacanal
El PSOE actual se estructura como culto pagano en torno a la figura hueca y demoníaca de Pedro Sánchez
El Congreso del PSOE ha sido como mirar directamente al sol: la obscenidad ha sido tan grande, tan cruda, tan impúdica, que había que apartar la mirada para no quedar cegado. Los partidos políticos, convertidos en puras tramas de saqueo e inmoralidad, al menos solían disimular. Sánchez ha inaugurado una nueva época de Total Transparencia, como quien dice a los suyos "eh, ya no vamos a escondernos, somos una jauría de ladrones y dementes, de todos modos nos van a votar igual, para qué perder el tiempo en excusas".
Escribió Nietzsche que no hay fiesta sin víctima sacrificial. Tuvimos la cabeza del líder del partido en Madrid en bandeja de plata, como simple aperitivo. Luego llegó el Circo de los Horrores. Begoña recibió un nivel de aclamación que hubiera hecho sonrojar a Imelda Marcos; Marisú Montero dio cuatro alaridos sobre cualquier tema, manoteando con ese estilo suyo espasmódico que recuerda a la prima yonqui de la cabra de la Legión; se ovacionó a Chaves y a Griñán, que no estuvieron presentes en la sala porque aún les dura el ataque de risa; se prometió un nuevo sistema de financiación autonómica basado en Las montañas de la locura del gran H.P. Lovecraft; se anunció una nueva "empresa pública de vivienda" en la que serán colocadas las amigas de Ábalos & Koldo que aún no estén en ningún consejo de administración. Y así sucesivamente.
¿Para qué disimular, para qué seguir fingiendo? El PSOE actual se estructura como culto pagano en torno a la figura hueca y demoníaca de un Sánchez sin freno. Un oceáno de charos histéricas y discípulos del Tito Berni no necesitan argumentos ni promesas. Les basta una mezcla de cercanía erótica y bolsas de dinero en efectivo, debidamente aliñada con polvos colombianos, feminismos tibios y rumbas de Jordi Évole. La fiesta de Sevilla fue la celebración extática de un partido festivamente reconvertido en Masa Tumoral: ya que el fuego va a devorarlo todo, al menos bailaremos sobre las cenizas.
El colofón consistió en la imagen de Sánchez y los suyos, puño en alto, cantando La Internacional. Lo mismo podían haber cantado We are the world o el himno del Celta de Vigo. Lo que se estaba festejando es el hundimiento del Titanic desde los botes salvavidas.
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