Pedro Almodóvar y Javier Bardem sobre un fondo rosa con líneas negras.
OPINIÓN

El cine español y las causas humanitarias ¿Y si empezamos por los guionistas?

Todos somos morales hasta que metemos a los guionistas por la puerta de atrás de los Goya

Estos últimos días, Pedro Almodóvar y Javier Bardem -  un actorazo; inapelable - han ejercido de progres estándar. Bardem dijo que no podía recoger o celebrar no sé qué reconocimiento por la guerra en Gaza. Ya se sabe, Theodor Adorno no podía escribir poesía después de Auschwitz y Bardem no puede ganar dinero después de Gaza. Por su parte, Almodóvar nos advierte de que lo peor que nos puede pasar es que se junten la “ultraderecha” y el “liberalismo más salvaje”. En fin, más o menos sabemos de qué va la cosa.

Como es habitual, esta clase de posturas remarcan una polarización confortable y previsible. De paso, movilizan a los tontos útiles de uno y otro lado. “El cine es un nido de progres subvencionados”; “No me puedo callar ante los discursos de odio”, etc. Insisto: más o menos sabemos de qué va la cosa. Pero de lo que parece que no sabemos nada es de la industria.

Si uno procede a sus análisis sirviéndose de un catolicismo cultural, casi metodológico, presupondría que en el sector audiovisual estarán libres de pecado. Ya saben: lo de la paja en el ojo ajeno, la viga, por sus frutos los conoceréis, etc. De lo contrario, uno sentiría una suerte de indignación refleja ante el cuajo que hay que tener para juzgar a propios y ajenos. Ningún genocidio me es ajeno... ¿y a que a ti tampoco, eh?

Presentación del 53 Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya en Sitges, celebrado del 8 al 18 de octubre de 2020.

Pero lo cierto es que nuestro cine es un microcosmos bastante representativo de todo aquello que se condena, pero sin sangre. Es tan evidente que hasta resulta doliente.

Si no se repara en esto tal vez sea porque es un sector inocuo, vagamente cansino, sí, pero inocuo al fin y al cabo. Tú no puedes evitar que Bardem te riña, pero sí puedes evitar sus películas (aunque solo por verle trabajar ya vale de largo la pena). Con Pedro Sánchez, en cambio, no te puedes escaquear. Si ves el lamborguini de tu vecino tributar, pon tu seat a remojar

Teoría y praxis de la hipocresía

Pues total, que si uno constata, con simplicidad militante, las dinámicas de nuestra cultura, percibe que se dan cita lo mejor de cada casa.

1. Endogamia

Va de suyo. En un sector en el que es difícil cuantificar logros y méritos, las relaciones interpersonales son la clave. Dícese del enchufe. De hecho, en Estados Unidos bautizaron a la nueva hornada de famosos como 'nepo babies', nuestros 'hijos de papá' ¿Acaso no se suele decir que “siempre trabajan los mismos”?

Estrictamente hablando, esto no es ningún obstáculo para que alguien sea bueno en lo suyo - Bardem mismo -, pero sí es un obstáculo para ser catequista. Y que coincidan los millonarios con los catequistas tampoco es ningún contraargumento a nada. El mercado se lo paga. Como mucho, lleva a que la catequesis resulte especialmente odiosa.

Ya lo dijo Ricky Gervais en su presentación de los Globos de Oro: “No sabéis nada del mundo real y habéis pasado menos tiempo en el colegio que Greta Thunberg. Recoged vuestro premio, dad gracias a vuestro Dios e idos a tomar por culo”.

Esto de la endogamia tiene un corolario bastante áspero: el acoso sexual. No es descabellado pensar que el cine sea uno de los sectores con más densidad de aprovechamiento. Nuevamente, los americanos nos han dado una buena muestra de ello.

Y como en nuestra época cualquier conflicto tiene varias capas, el acoso sexual también se convierte en denuncias de veracidad dudosa, carreras truncadas, etc. Sin ir más lejos, el cineasta Carlos Vermut va a denunciar al diario El País por haberle acusado de abuso sexual (por cierto, su película Mantícora presenta un dilema moral muy sugerente y vinculado con temáticas sexuales).

Sala de Cinemes Girona (Barcelona) llena

2. Desigualdades y relaciones de poder

Es posible que la diferencia de salario entre la estrella de la película y el último auxiliar de producción haga palidecer la diferencia de salario que hay entre los ejecutivos de una gran empresa y los administrativos. Además, no solo hay desigualdades económicas, también las hay simbólicas.

Por una cuestión estrictamente cognitiva, en el cine hay dos clases antropológicas: actores y el resto. Los actores viven en un pedestal que, en muchos casos, les convierte en gente más o menos intratables. Albert Serra, cineasta catalán, dijo que él no trabajaba con actores profesionales porque “no me gustan como personas”.

Pero bueno, esto tampoco es excesivamente grave. Se trata de una vanidad hipertrofiada que, como es natural, produce sus propios desequilibrios. Tal vez el mayor de todos ellos sea confundir la visibilidad con la legitimidad. Algo así como si los políticos, aprovechando que son visibles, salieran también en películas.

2.1. ¿Y los guionistas?

Antes de solucionar la escena internacional igual podrían empezar con la escena doméstica. Con los guionistas tienen material.

Despreciados y olvidados desde tiempos inmemoriales, los guionistas españoles residen en la precariedad y en la invisibilización. Todas las dinámicas más cutres de la desigualdad de poder se dan cita aquí. Engaños, fraudes al más débil, usura, derechos de autor, te pago pero no te pago, etc. En cierta edición de los Goya, los guionistas se quejaron de que les hicieron entrar por la puerta de detrás.

3. Capitalismo salvaje

Nuevamente, esto va de suyo. Porque si algo caracteriza a una película es el dinero. Hacer una película es una actividad fundamentalmente cara. Casi todo lo que caracteriza al cine son consecuencias de esta realidad. No es malo.

Esto puede producir un espejismo: la creencia de que ser antisistema es un mérito o que ser sistémico es un demérito. Para nada. Giacomo Puccini era millonario, Lope de Vega era el equivalente a una súper estrella de la época y Dickens y Dostoyevski alargaban las historias porque cobraban a medida que escribían. De la misma manera, Cervantes fue un fracasado y Kafka no vio casi nada publicado en vida. O sea, la calidad es la calidad, que podría decir Mariano Rajoy.

Montaje de fotos de varios personajes 'woke' de Disney y, al lado, una gráfica de barras con el logotipo de la compañía

Pero todo lo que nos podamos ahorrar, pues mejor. Y si nos podemos ahorrar ir de antisistemas, sensacional. Las películas las paga el que las paga, que no es precisamente una colecta o la venta de billetes de lotería para el viaje de estudios. Además, es que se puede hacer mucho el pardillo con esto. Porque puedes poner el grito en el cielo por una película sobre la guerra civil y después aplaudir con las orejas una película sobre un francotirador americano.

En definitiva, ¿Quieres comentar lo que te parece Trump o la deforestación? Perfecto, pero hasta ahí. La superposición entre tu visibilidad pública y tus opiniones no van a hacer que el mundo te deba nada.

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