Torre del castillo de Llers
OPINIÓN

Cataluña y sus propios 'no-muertos'

En nuestra estimada Cataluña, tenemos bastantes leyendas sobre seres que han regresado de su eterno reposo

Normalmente, cuando escuchamos las palabras vampiro, "Nosferatu", úpiro o no-muerto, dejamos volar nuestra imaginación a las frías tierras de Silesia, Transilvania, Moldavia, Valaquia, Serbia, Pomerania… Pero lo que menos imaginaremos es relacionar esos macabros y siniestros nombres con tierras soleadas como el Alt Empordá, las laboriosas comarcas centrales catalanas, o zonas que hemos recorrido muchas veces en coche, excursiones familiares u otros desplazamientos.

Y es que, en nuestra estimada y cada vez más entristecida—por el gris panorama actual y el futuro que se vislumbra—Cataluña, tenemos bastantes leyendas que nos hablan de seres que, una vez fallecidos, han regresado, supuestamente, de su eterno reposo, para atormentar, atacar o, incluso, asesinar a los vivos.

Si en otros territorios tienen su generoso “staff” de vampiros y “no muertos”, ¿por qué Cataluña tenía que ser menos? ¡Faltaría más!

El tema daría, como mínimo, para un libro entero, pero como nuestro espacio es reducido, me limitaré a comentar los casos más representativos en este desconocido campo de nuestros paisanos “no-muertos”.

Sin duda, el caso que más famoso se ha hecho y que ha provocado ríos de tinta es el del Conde Strucc. Incluso, como no podía ser de otra manera en esta Cataluña, siempre a la espera de darle una patada a la espinilla al que piensa diferente —en eso, como en otros temas, no nos diferenciamos para nada del resto de España— ha habido gente que ha intentado politizar el tema.

Pero dejemos la política para los que viven de ella, que son muchos (¡demasiados!), y hablemos de nuestro conde ampurdanés, aunque realmente el personaje histórico parece que era oriundo de Centro Europa.

Hay varias versiones enfrentadas, entre ellas sobre el origen de la leyenda, que, por cierto, y ruego se perdone mi inmodestia, resucité yo hace casi cuatro décadas en uno de mis primeros libros. Me voy a limitar a ofrecer las dos versiones más populares.

Torre destruida del castillo de Llers, destruido al final de la Guerra Civil por el ejército republicano antes de marchar a Francia

La que yo siempre he defendido se remonta al verano de 1212, una fecha casi “paranormal”, ya que, en esa ocasión, casi todos los reinos cristianos que más tarde formarían España —salvo León, que en esa ocasión iba por libre— se pusieron de acuerdo en combatir el feroz e integrista empuje de los fanáticos almohades.

Lo de “paranormal”, por si alguien se sorprende al leer la palabra, se debe a que ver a los principales reinos cristianos, Aragón, Castilla y Navarra, junto a las órdenes militares y bastantes voluntarios de León—estos últimos actuaron, como diríamos periodísticamente, en plan “freelance”—, todos juntos, unidos codo con codo y sin disputar y tarifar entre territorios hispanos, es algo poco habitual en nuestra historia. ¡Bien por ellos y que cunda el ejemplo!

Para reforzar las fuerzas cristianas se llamó a “cruzada”, siendo bastantes los caballeros cristianos de distintos lugares de Europa, principalmente del sur de Francia, que acudieron para defender la Cruz ante la Media Luna.

Entre los muchos caballeros que acudieron al envite aquellas calurosas jornadas del 15 y 16 de julio de 1212, destacó en la lucha un caballero extranjero de nombre Strucc, el cual, una vez terminada la sangrienta contienda que favoreció a nuestros antepasados, recibió como obsequio real por parte del rey de la corona de Aragón, donde estaba incluida lógicamente Cataluña, un feudo en lo que muy posiblemente fue la zona de la actual Llers (Girona), con su castillo, volado en 1939 por los republicanos que escapaban a Francia.

Dice una de las leyendas que el tal Strucc era buena persona, imaginando lo bueno que podía ser en aquellos tiempos un señor feudal. Casó con una tal Arnaldetta y vivieron felices hasta que una desgraciada patología se llevó a la joven.

El carácter del caballero cambió, se volvió huraño, poco amable con sus súbditos y, en una ocasión, sentenció a muerte a un grupo de pobres mujeres sospechosas de ser brujas. Ya sabemos que las tierras ampurdanesas tienen fama de brujeriles desde hace siglos y eso nadie puede discutirlo, pues está documentado.

Cuentan que antes de morir en la hoguera, una de las supuestas brujas maldijo al conde para que jamás pudiera descansar, y poco tiempo después, el caballero feudal murió.

Es a partir de aquel momento que empezó a correr el rumor, a raíz de distintas muertes extrañas y macabras apariciones nocturnas, que el antaño sociable conde Strucc había regresado de la tumba, como “no-muerto”, y se dedicaba a atacar a sus antiguos súbditos.

Temeroso el pueblo, y no era para menos, se buscó una solución. Hay tres versiones: Una dice que se recurrió a un religioso exorcista del vecino y majestuoso monasterio de Vilabeltrán. Otra dice que fue un mago kabalista judío que vivía en la también cercana localidad de Vilajuiga, donde todavía podemos contemplar lo que fue su sinagoga, ahora iglesia, quien, con sus conocimientos de magia y kábala, consiguió que el “no-muerto” regresara a la tumba para descansar eternamente.

Una tercera dice que el mago kabalista acudió desde el importante call (barrio judío) de la bonita localidad de Castelló de Ampurias, donde todavía quedan algunas huellas de dicho antiguo barrio, no muy lejos de lo que fue encomienda templaria de la localidad.

Lógicamente, han salido otras versiones. Desde quien dice que todo es un invento, aunque siquiera se hayan preocupado en investigar objetivamente o lo hayan hecho con muy mala uva y prejuicios, hasta otros que sitúan a dicho conde a finales del siglo XII, concretamente en 1173, cambiando su nombre por Guifred, originario de la zona de Reus, aunque se trasladó a tierras más septentrionales, el cual, además de vampiro y anciano, era tan canallesco que le encantaba dejar embarazadas, tras forzarlas, a las jóvenes mozas de la zona, que en ocasiones terminaban pariendo seres monstruosos que eran asesinados por él. Algo más que condenable, por muy señor feudal y vampiro que uno sea.

Incluso hace unos meses —13 de febrero—, en el “Cádiz Directo”, un estimado colega andaluz daba otra versión personal, con un Strucc post mórtem joven y atractivo que enamoraba a las féminas. Incluso a finales del pasado siglo apareció una novela que daba su propia versión sobre el personaje.

Sea como sea, nadie nos puede negar que en tierras catalanas, gerundenses, en este caso, tuvimos nuestro propio “Drácula catalán”. 

También por tierras de Girona encontramos otros dos casos, ambos situados en la Baja Edad Media. El primero, datado sobre mediados del siglo XIV, nos habla de la “Malaveina”, una mujer de la pequeña aristocracia rural que al parecer habitaba una torre fortificada, no muy lejos de las Alberes, y de la que todavía se conservan algunos restos. 

Aquella mujer se dedicaba a raptar a pobres doncellas para beber y hasta bañarse en su sangre, como siglo más tarde haría la malvada y poderosa aristócrata húngara, personaje totalmente documentado, Elisabeth Bathory (1560-1614).

Algunas versiones dicen que la ampurdanesa siguió con su asesina afición una vez muerta; otras menos fantasiosas aseguran que con su defunción, su siniestra, psicopática y asesina tendencia de beber sangre femenina desapareció. Fuera como fuera, sin duda se comportó como una verdadera vampira.

No muy lejos, ya en tierras volcánicas cercanas a la Garrotxa, y un siglo más tarde, en el siglo XV, nos encontramos con el “ugarés”, un personaje que habitó, según las leyendas, en un castillo conocido como “Castell de la Estella”, el cual algunos investigadores ubican en las ruinas medievales de Rocasalva o la Torre de Sant Climent.

Sepulcro donde están enterrados Arnaldeta---esposa de Strucc--- y su padre ( Girona capital)

Cuenta la leyenda que dicho castillo fue edificado, por simple casualidad, sobre la tumba de uno o más guerreros úngulos —depredadora tribu magiar apenas conocida— los cuales, durante la Alta Edad Media, y procedentes de centro Europa, hicieron sus devastadoras y sangrientas razias por tierras del norte de Cataluña, al igual que lo habían hecho los vikingos y en otras ocasiones distintos grupos también magiares, algo poco estudiado y apenas conocido, aunque totalmente documentado.

Aquellos úngulos eran muy aficionados a lo que se llama comúnmente “magia póstuma”, o sea a rituales y prácticas destinados a sobrevivir o regresar tras la muerte.

Cuando en la Baja Edad Media se erigió aquel castillo o pequeña fortaleza, y tras varias desgracias, extrañas muertes y accidentes inexplicables durante su construcción, dicen que el siniestro espíritu de uno de aquellos guerreros magiares allí enterrados poseyó al propietario del fortificado edificio, el cual, desde aquel momento, se dedicó a sacrificar niños y niñas, beber su sangre, e incluso se decía que podía viajar por el tiempo.

La gente de la comarca vivía aterrorizada ante la constante desaparición de las criaturas, algunas de las cuales se encontraron desangradas.

Cuentan que la Justicia Divina, escuchando las oraciones de los pobres campesinos, o bien como castigo a tanta crueldad, consintió que en el terrible terremoto que asoló gran parte de Cataluña el año 1428 (Terratrèmol de la Candelera), todo el castillo, sus muros y torre, cayeran de golpe sobre aquel asesino vampírico, enterrándolo de por vida.

Curiosamente, se dijo que desde ese día, de las maltrechas ruinas, surgía un terrible olor a “infierno” —muy posiblemente azufre del volcánico lugar— y extraños humos.

Los vecinos de la zona pudieron respirar tranquilos. Incluso con el paso de los años, casi se olvidó aquel macabro y sanguinario personaje, el “ugarés”.

Pero con la llegada del año 1483, principalmente en su gélido otoño, gran número de personas, hombres, mujeres y niños, empezaron a morir de forma misteriosa, sin explicación alguna.

Los más viejos del lugar recordaron entonces al terrible “ugarés”, y no dudaron que aquel ser malévolo, poseído por el diabólico espíritu del guerrero magiar, había regresado desde su pétrea tumba bajo miles de kilos de piedra, y volvía para atormentar a los habitantes de la zona, incluso matando a bastantes de ellos.

Se limitaron a evitar pasar por la zona, y más de noche, y poco a poco las víctimas —posiblemente víctimas de alguna epidemia— fueron disminuyendo.

Todavía a mediados del siglo XX, algunos ancianos recordaban la leyenda y miraban con respeto y temor las escasas ruinas que quedan de aquella pequeña fortaleza donde, según la leyenda, habitó el macabro personaje conocido como el “ugarés”.

Por tierras de la Cataluña central se dio un caso, o al menos así lo cuentan olvidadas y perdidas leyendas, que a muchos nos recordará la famosa película Sleepy Hollow.

Sucedió principalmente por las actuales comarcas del Bages y el Bergadá, y tuvo de siniestro protagonista a un joven de nombre Jordá de Rocefesa.

Era el muchacho un tanto agresivo, levantisco y se había apuntado al tan popular en aquellos tiempos oficio del bandolerismo.

Su refugio preferido era una cueva situada bajo una pronunciada cresta que se conocía por entonces como “Satana”. Curioso nombre. Hemos de confesar que, aunque mucho preguntamos en su momento y mucho buscamos en mapas modernos y antiguos, no supimos encontrar dicha oquedad.

Un día fue hecho preso y se le ofrecieron dos oportunidades: se iba a galeras o algo peor, o se alistaba, como hicieron tantos otros catalanes, aunque duela a ciertos catalanes actuales, que quizá lo verán como una “traición”, a servir en los gloriosos, pues lo fueron, Tercios de Flandes.

Parece ser que nuestro joven y un tanto desnortado catalán se alistó en un tercio formado solamente por catalanes, cosa poco sabida, y que me temo jamás escucharemos en ciertos medios de comunicación catalanes, no sea que la gente deje de creer que Leonardo da Vinci era de Vic y se dé cuenta de que muchos miles de catalanes lucharon en los temidos Tercios españoles.

En este caso se alistó (1587), según parece, en el Tercio Lluís de Queralt, formado en un principio por casi dos mil hombres, todos ellos nacidos en Cataluña. De cuyos mandos se conservan algunos nombres: Pau Bordoll, Felip Sacosta, Francesc de Cardona, Jeroni Descatllar, Miquel Borrás, Francesc de Marimon, Francesc Miralles, Bernat de Pinós, Guillem Ramon de Pons-Prades, Rafael Terrades, y lógicamente el propio Lluís de Queralt, comandante en jefe del Tercio catalán.

Nuestro joven aventurero tuvo su bautizo de fuego en el sitio de Bergen, donde destacó, según parece, por su valor.

Licenciado ya del Tercio y de su servicio al rey de España, regresó a casa de sus padres, con los cuales siempre había sido obediente y cariñoso. Sus padres observaron algo raro en él, ya que se negó a dormir en la masía, a menos que fuera en una gran bodega subterránea, donde se refugiaba de día, junto a su caballo. Y solo salía de noche.

El carácter antes alegre y muy filial se convirtió en adusto y hasta algo agresivo, lo que sus padres achacaron a las vicisitudes de la guerra.

Los vecinos empezaron a quejarse de extraños encuentros nocturnos, no siempre pacíficos, con un caballero que, montado en su negro corcel, recorría los caminos rodeados de un aura de fuego, atacando en ocasiones, siempre de noche, a los payeses. Nunca se le veía bajo la luz diurna. Desconocemos si hubo víctimas mortales, aunque parece ser que sí.

Puestos en alerta sus padres, lo escuchaban en ocasiones hablar con alguien o algo—que no era el caballo— que parecía estar con él en la gran y subterránea bodega y almacén. Y por las noches lo veían salir cabalgando sin destino conocido.

Tras cada ataque nocturno se podía apreciar que aquel caballero y su recio caballo no dejaban huella alguna por donde pasaban. Lo que todavía atemorizó más a la gente.

Restos del castillo de Llers, destruido al final de la Guerra Civil por el ejército republicano antes de marchar a Francia

Las sospechas y los temores se empezaron a generalizar, y los padres, preocupados por lo que le pudiera haber sucedido a su hijo, llamaron a un religioso de Manresa con fama de exorcista.

El sacerdote bajó solo a la bodega y estuvo mucho rato con el joven Jordá, y, tras salir, aseguró a los padres que había algo muy extraño en su hijo, que parecía poseído por algún ser diabólico, un siniestro ser que no soportaba la luz del sol, ni siquiera la claridad, y que se había convertido en alguien muy distinto al revoltoso joven que marchó para luchar por el rey y, ante todo, salvarse de las galeras o la horca.

El religioso hizo algo en la bodega que nadie supo exactamente qué fue, ya que ni lo dijo a los padres del joven. Solo escucharon un violento ruido por la noche y vieron que corcel y caballero salían a galope para no regresar jamás.

La última persona que lo vio aquella noche, lleno de pánico al verlo venir, aseguró que caballo y caballero entraron en una cueva de mala fama y que jamás salieron de ella. Aunque días más tarde los buscaron, nada más se supo de caballo y caballero.

Por poco que busquemos podríamos encontrar otros casos, por ejemplo, ahora se está investigando uno relativamente cercano a Constantí (Tarragona).

Esperamos que este artículo deje claro que esta Cataluña nuestra, con sus luces y sus sombras, que de ambos hemos tenido y tenemos —ahora con más sombras que luces bajo la personal opinión de quien escribe— tenemos incluso leyendas, o cómo se quiera considerar, de varios casos de “no-muertos”, o, si preferimos, de criaturas de la noche, que no son solo patrimonio de los países del Este de Europa. Y de paso recordar que hubo miles de catalanes que se alistaron por gusto o a la fuerza en los gloriosos tercios españoles para luchar por su reino, no ir a la cárcel o galeras, o por la simple y mísera soldada (sueldo) que cobraban por jugarse, y muchas veces perder, la vida.

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