Carles Puigdemont en primer plano saludando con cara sonriente

OPINIÓN

Catalanizar España

Cataluña ha exportado el proceso

Antes de la Operación Reformista, Miquel Roca publicó un libro titulado “¿Por qué no? Una propuesta catalana para modernizar el Estado” (1982). Evidentemente me lo leí.

Roca proponía, como habrán adivinado, la catalanización de España. Entonces Cataluña e incluso el catalanismo todavía tenían buena fama.

En fin, ya saben como acabó el Partido Reformista. No sacó ni un diputado. Todavía recuerdo a Roca, en la rueda de prensa posterior, hablando del PRD en tercera persona. Como si no fuera con él. Al igual que Julio César con la Guerra de las Galias. 

Pero la verdad es que CiU consiguió su récord de 18 escaños. Lo nunca visto.  No volverían a alcanzar jamás semejante cifra. Duran se acercó en el 2011 con 16. Ahora ya no queda nada. Ni de CiU ni de Convergencia ni de Unió.

Tras el cierre definitivo del partido se fueron a cenar y Antonio Garrigues le preguntó a Florentino Pérez, que había sido secretario general, qué iba a hacer ahora. 

Florentino le dijo que se iba a dedicar a “ganar pasta”: ser presidente del Madrid y tener “una de las empresas de construcción pública más importantes de España”. Hay que decir que con ambas cosas acertó.

Aunque hay que decir que la Operación Roca fracasó porque en TVE -entonces no había privadas- cada vez que hablaba Roca lo metían en catalán y con subtítulos en castellano. Eso, claro, asustó al elector de Galicia o de Valladolid.

Pero cuarenta años después, la profecía de Roca se ha cumplido. En cierta manera se ha catalanizado España. Aunque no sea para bien. Hemos exportado el cabreo, la mala leche, la polarización, la fragmentación, la ingobernabilidad, el bloqueo. En resumen: el proceso.

La prueba es que ahora Puigdemont es decisivo: el principal responsable del lío, pero también el que salió huyendo por patas. Me pregunto qué debe pensar Junqueras: cuatro años en la cárcel para acabar perdiendo seis diputados.

Cataluña no tiene arreglo. Pero me temo que España tampoco. Cataluña es una piedra en el zapato de España. Ni vive ni deja vivir. Ya lo dijo Ortega hace casi un siglo: solo queda la conllevancia. No hay más.

Al independentismo catalán solo le queda el recurso de joderlo todo. Debe ser una de las tentaciones de Puigdemont. Porque es más activista que político. Pero que deje caer a Sánchez y a ver qué pasa. Si te ha tocado la lotería mejor no tentar la suerte.

A pesar de que tengan la sartén por el mango, los resultados son malos: han perdido más de 600.000 votos. Los partidos no independentistas (PSC, PP y Vox) suman casi el 70% de los votos. De 48 escaños, solo 14 son independentistas. La CUP ni ha entrado.

Estos, que eran tan partidarios del derecho a decidir, del “president posi les urnes” ya dicen ahora que “no habrá un avance electoral”. Si lo hubiese, perderían seguramente la Generalitat, aunque Salvador Illa heredará un panorama político similar a Pedro Sánchez.

Pero hay un detalle que confirma el resultado de las generales: el Estado ha vencido. En esto al menos acerté. Hasta los partidos independentistas hablan en clave española. 

Ya no se trata de la independencia, la DUI, la República catalana. Ni siquiera de “implementar” el resultado del 1-0, sino de “negociar” el traspaso de Rodalies, el déficit fiscal y un referéndum de autodeterminación. 

Lo dijo este lunes la secretaria general de ERC, Marta Vilalta. Y sospecho que la última está complicada. Mientras que Junts ni siquiera convocó rueda de prensa al día siguiente de las elecciones. Supongo que para mantener la ambigüedad. Que no los pillen luego. Bienvenidos al mundo real.