De la cancelación al III Reich
Si seguimos así, cualquiera podría ser tildado de nazi, y la izquierda actual incluso podría ganar el título cum laude
Cuando estudié Historia en la Universidad, los profesores repetían a menudo la misma advertencia: era necesario ser extremadamente cautelosos con los términos que usábamos. En Historia Contemporánea, por ejemplo, se nos insistía en la necesidad de distinguir con precisión conceptos como autoritarismo y totalitarismo, o nazismo y fascismo.
Recuerdo que dedicábamos horas a debatir si el franquismo podía ser considerado un fascismo más o si debía clasificarse de otra manera. En aquellos tiempos, os hablo entre 2010 y 2014, estos términos aún no se habían convertido en insultos recurrentes entre políticos.
Aunque no se haya estudiado mucha historia, a través del cine o la literatura, el público general sabe perfectamente los horrores que implicó el nazismo. Como docente, me he tomado la licencia de reproducir algunas de las ideas que aportan los libros de texto de cuarto de ESO o primero de Bachillerato de la asignatura de Historia, que simplifican qué fue el nazismo: “profundamente antidemocrático”, “rechazo de la libertad de expresión y la pluralidad de opinión”, “clasismo, machismo y racismo, especialmente judeófobo”, “imperialismo agresivo”, “corporativismo y propaganda” o “culto al líder”.
A partir de aquí, como dicen en las películas, cualquier semejanza con mi carrera de historiadora o docente será pura coincidencia. Con el criterio mencionado, examinaremos a través de ejemplos recientes cómo algunos que ven “nazis” por todas partes acaban asumiendo actitudes más propias de los años treinta que de una democracia consolidada.
1) Profundamente antidemocráticos: cuando todavía había una dignidad política y periodística generalizada, a las elecciones se las llamaba “la fiesta de la democracia”. Esta última semana hemos visto que las cosas han cambiado: el triunfo de Trump ha despertado un odio visceral que ha hecho que incluso se haya cuestionado la validez de la democracia. No fueron pocas las figuras públicas que declararon o tuitearon que había que buscar mecanismos para evitar que personajes como Trump terminaran ganando unas elecciones.
2) Rechazan la libertad de expresión y la pluralidad de opinión: ¿quién rechaza la libertad de expresión hoy en día?, ¿quién promueve la cancelación?, ¿quién agrede con pintura o harina a los disidentes? Estas preguntas las dejo abiertas, no quiero ser demasiado profesauria. Como sugieren en el Máster de Profesorado, tenemos que ser más modernos.
3) Clasismo, machismo y racismo, especialmente judeófobo: para hablar del clasismo, podría citar la chaqueta Helly Hansen de un presentador de TV3 que pasó mucho frío después de que ganara Trump, o la marca Fred Perry, tendencia en la CUP, no apta para todos los bolsillos, pero no lo haré porque tampoco hay que exagerar ni tergiversar términos.
Sobre el machismo, no puedo dejar de pensar en un supuesto aliado de la causa como Marc Giró, a quien tenemos la desgracia de pagar el sueldo, que nos ha deleitado con perlas como “aquí es mujer la que decide que es mujer y a tomar por culo y tú te callas” o “hay que descubrir la loca que todos llevamos dentro”. Vaya, Marc, si te esfuerzas, puedes llegar a reeditar la Guía de la buena esposa.
Aparte de esto, esta semana han sido los gemelos raperos antifascistas, Ayax y Prox, los que presuntamente se han marcado un “Errejón”, después de proclamar con orgullo que no deseaban que personas con ideologías diferentes a la suya asistieran a sus conciertos o disfrutaran con su música.
Del racismo judeófobo, podría hacer un especial, pero simplemente diré que el III Reich asesinó a seis millones de judíos, con el pretexto de que estos querían dominar el mundo, habían aumentado su influencia —ahora lobbies—, y eran asesinos de niños, los famosos libelos de sangre. ¿Os suenan estas acusaciones?
4) Imperialismo agresivo: este lo descartamos, porque, aunque solo sea de boquilla, los antifascistas son antiimperialistas.
5) Corporativismo y propaganda: TV3 ha definido una persecución organizada contra judíos en Ámsterdam como “disturbios entre seguidores del Maccabi y manifestantes propalestinos”. Bueno, no debería sorprender a nadie, ya que esta televisión pública habla de camiones que perpetran atropellos múltiples en Tel Aviv, y duda sobre si catalogarlo como terrorismo.
6) Culto al líder: no me lo podía creer, en Valencia, tras la catástrofe provocada por la DANA, aparecieron pintadas con la imagen de la cara de Pedro Sánchez y con lemas como “Solo Pedro salva al pueblo” o “Este pueblo lo ha salvado Pedro”. Después de sus cartas a la ciudadanía, ya vimos como las masas admiradoras de Mr. Handsome congregaron a la multitud para convencerle de que no abandonara.
Tras esta narración absurda, pero llena de verdades, queda claro que la banalización de los términos puede llevar a percepciones distorsionadas. Simplemente, he querido mostrar que, si seguimos así, cualquiera podría ser tildado de nazi, y en este juego retórico, la izquierda actual incluso podría ganar el título cum laude.
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