Carles Puigdemont tocándose las gafas en un gesto de reflexión

OPINIÓN

La caída del chiringuito supremo

El Consell per la República implosiona de pura tristeza

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Esta semana hemos visto como caía el último mito indepe, el de “la gent”. Eslóganes como “la gent sempre hi es”, “la gent mai no falla”, que nunca se supo muy bien a quién se referían, han quedad finalmente acotados.

“La gent" son tres mil afiliados al CxR, que han votado a favor de boquear la investidura de Pedro Sánchez, abocando a Puigdemont a un dilema sin solución posible.

Si sigue creyendo en “la gent”, ese indeterminado demos del que emanaba la legitimidad indepe para saltarse a la torera toda ley que le pusieran por delante, entonces ha de dar por bueno el voto de los tres mil afiliados a su Chiringo Supremo y quedarse en Waterloo a comer patatas fritas y mejillones durante los próximos cuarenta años, además de arruinar la posibilidad de que miles de encausados se vean libres de sus procesos judiciales.

Si quiere volver a Girona a pasear en medio del clamor de les tietes, ha de ir en contra, de manera directa y clamorosa, de una votación que nadie pidió y a la que prácticamente nadie acudió (votó el 5% de los afiliados al Chiringo Supremo).

Carles Puigdemont, sentado, hablando en una rueda de prensa al lado de Gonzalo Boye que pone cara seria y junta sus palmas delante suya haciendo el gesto de rezar

Él solito, víctima de su retórica del “no surrender” y de “España = Turquía”, se ha puesto la soga al cuello. Solo podrá regresar traicionando el criterio de los pocos que resisten todavía en torno a sus mentiras y propiciando la investidura del presidente del país fascista y agresor contra el que lleva seis años, clamando, junto con el inefable Comín, siempre a la hora del aperitivo.

Unas palabras de cariño para Toni Comín, rey del cambio de chaqueta y de la retórica guerrera, quien tendrá que volver a su piano y sus galletitas, sea cual sea la solución de este embrollo.

Su gestión del Chiringuito Supremo será recordada como ejemplo de crueldad innecesaria hacia los suyos: la disolución sumarísima de la Assemblea de Representants, órgano especialmente ridículo al que se presentaron lunáticos de los cuatro confines del orbe, tuvo la altura moral del niño que se lleva su pelota y deja a los demás sin poder jugar.

Ahora deberá encontrar una nueva causa justa por la que andar abroncando a los demás con su gestualidad maníaca y su falsa emotividad, toda vez que su trayectoria PSC-ERC-JUNTS parece no tener más recorrido ya.