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Que la izquierda es enemiga de la libertad de prensa y de las libertades, en general, es algo que no debería sorprender
La libertad de prensa es un derecho fundamental en cualquier sociedad que se diga democrática. En España, con la llegada de la democracia, este principio fue valorado y protegido constitucionalmente. Sin embargo, en la actualidad, se enfrenta a desafíos importantes y a una crisis de credibilidad creciente
En teoría, los medios son libres de publicar lo que quieran. En la práctica, muchas de las cuentas de resultados de las principales cabeceras del país dependen de lo que guste o no al Gobierno. Y, por tanto, de la publicidad institucional.
En principio, la prensa debería ser una suerte de contrapeso del poder establecido. Osea, un altavoz donde los periodistas nos expliquen qué están haciendo nuestros gobernantes con nuestro dinero. Nada más lejos de la realidad.
El panorama mediático español
Los medios independientes y críticos con los distintos gobiernos en España se cuentan con los dedos de una mano. Y normalmente son medios que sufren para llegar a final de mes y pagar nóminas. Porque compiten con superestructuras fuertemente subvencionadas por el sector público y todos los gobiernos que lo conforman.
Además, estos medios humildes o más modestos se enfrentan a otro problema: los jefes de prensa. Los partidos siempre quieren tener el foco encima cuando las cosas van bien. Pero si alguien va a meter el dedo en la llaga en una rueda de prensa, lo mejor es no darle la palabra.
Y así de fácil es controlar el relato público. Algo que en Moncloa y en el Palau de la Generalitat lleva años haciéndose con buenos resultados para los gobernantes.
La izquierda y su intento de uniformizar la opinión publicada
El 3 de mayo celebramos el Día Internacional de la Libertad de Prensa. Algunos caen siempre en la cursilada de pintar a la prensa como angelitos y alabar sus bondades. El PSOE y su órbita apuestan directamente por intervenir los medios críticos para “parar la máquina del fango”.
La misma fuerza política cuyos líderes se llenan la boca de inclusión y diversidad ha intensificado últimamente sus críticas y amenazas a medios hostiles. La izquierda utilizó la censura durante la Segunda República para amedrentar la opinión publicada. Hoy en día esa censura ha adoptado nuevas formas, siendo la más utilizada la deslegitimación pública.
Es importante que se pueda criticar la labor periodística cuando no nos gusta o no la compartimos. Pero también lo es garantizar que el periodista no se vea constantemente amenazado por el Gobierno por tratar temas incómodos.
Criticar a un periodista no es un ataque a la libertad de prensa. Pero querer vetar a medios de comunicación en las instituciones públicas o solo dejar preguntar a unos pocos afines sí lo es. O decirle a un periodista que borre un tuit porque no te gusta, como hizo Ion Antolín, director de comunicación del PSOE.
Si te incomoda que te pregunten por las corruptelas de tu mujer, lo mejor es no apoyarlas desde tu cargo. Si te incomoda que te pregunten por tus pactos con los etarras, lo mejor es no pactar con ellos. Si te incomoda que te pregunten por la suelta de violadores, lo mejor es no legislar para soltarlos.
Quede por escrito mi apoyo incondicional a los pocos periodistas valientes, polémicos, ácidos, críticos y mordaces que nos quedan. A los gamberros de 25 y a los de traje y corbata gorda. Seguid apretando a quienes no dejan de apretarnos.
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