Luis Rubiales en una gala de la Federación

OPINIÓN

El beso de Rubiales a lo largo de la historia

La mujer ha participado en la evolución social, pero muy por debajo del protagonismo y la responsabilidad que le correspondían

A Rubiales el beso a Jennifer Hermoso le ha costado el cargo por un par de centímetros. Hecho en la mejilla hubiera sido el ritual practicado millones a veces, hecho en la boca sin consentimiento fue un abuso que reflejaba autoridad, dominación, desigualdad, posesión, machismo, un compendio de todo aquello que explica la sumisión milenaria de la mujer.

La mitad de la Humanidad son mujeres, pero a lo largo de la historia las mujeres no han tenido los mismos derechos, libertades y oportunidades que los hombres, de manera que la configuración de las sociedades y las decisiones trascendentes han sido obra de los hombres. El resultado es el mundo que tenemos.
Sin duda que la mujer ha participado en la evolución social, pero muy por debajo del protagonismo y la responsabilidad que le correspondían.

Esta desigualdad de mujer y hombre no es natural, es social e histórica, ha sido creada e impuesta. Hay varias interpretaciones sobre la formación de la desigualdad, casi todas apuntan a la dominación del hombre sobre la mujer -se ha dado mucho “beso Rubiales” a lo largo de la historia- con la consecuencia de la sumisión cultural y la marginación social de la mujer.

Imagen del beso entre Luis Rubiales y Jenni Hermoso en la Final del Mundial de Futbol Femenino

Una de las interpretaciones continúa siendo seductora a pesar del tiempo transcurrido. Friedrich Engels sostiene en “El origen de la familia, la propiedad y el Estado” (1884) que la división del trabajo en el primitivo grupo humano habría asignado al hombre, en la mayoría de los grupos, la tarea de procurar los alimentos y a la mujer la de cuidar la prole. Amamantar los hijos solo podía hacerlo ella.

El hombre fue acumulando poder al crear y hacer suyos los instrumentos con los cuales obtenía los alimentos como cazador, recolector o agricultor, instrumentos y medios que considerados cómo “suyos” devinieron “bienes” y poco a poco fueran “titularizados” como propiedad del hombre y transmitidos como tales. 

A más “bienes” del hombre, más relegación de la mujer -que no los poseía- a una posición subalterna primero, de sumisión después, de equiparación a un “bien” finalmente. Engels acaba el desarrollo de esta interpretación con un aserto de una inquietante actualidad: “Cuando el hombre mata la mujer, no hace más que ejercer su derecho”, sobre “un bien propio”.

Las diferencias fisiológicas entre mujer y hombre no justifican la desigualdad social cono se ha pretendido desde el machismo ideológico, incluso, según los neurólogos, hay diferencias hormonales y cerebrales de la mujer que le aportan ventajas sociales: menos agresividad, más capacidad para la intuición y la mediación.

Que la mitad de la Humanidad sea socialmente inferior respecto a la otra mitad no tiene ningún fundamento, aunque tenga siglos de antigüedad. Es simplemente una construcción ideológica. Además, constituye un inmenso y necio despilfarro de energías físicas y espirituales y de capacidades intelectuales. La Humanidad sería otra, más rica y evolucionada, sin esta división artificial. Hemos perdido milenios de aportación femenina a la Humanidad.

Hoy en día, la igualdad social de la mujer es perfectamente alcanzable en las condiciones materiales de nuestras sociedades. Aquello que lo impide o entorpece es de base ideológica, cultural y económica -pagar salarios inferiores por el mismo trabajo conviene a quienes se aprovechan de ello-, además de la reacción de los machos que temen el fin de la era masculina, al frente de los cuales se sitúa la ultraderecha, aquí representada por Vox.

En las sociedades occidentales se ha avanzado bastante en la igualdad, si bien no tanto como la evolución del conocimiento permitiría. Y, aun así, a pesar de los avances -muchos en España, donde el movimiento feminista es de los más motivados de Europa, como lo ha mostrado una vez más con la reacción ante el “beso Rubiales”- la autenticidad y las potencialidades de la mujer todavía no se han desplegado del todo.

La llegada de la mujer a puestos de responsabilidad tanto en la política como en la empresa y al ejercicio de otras actividades no se ha traducido en una aportación diferenciada de la tradicional masculina. Hasta ahora la actuación de la mujer en general ha sido más bien una copia de los patrones masculinos de competitividad, y aun agresividad.

No sé si las mujeres tienen que jugar al fútbol de una manera diferente que los hombres, pero no tengo ninguna duda que Rubiales ha hecho el beso del macho milenario, que los hombres deberíamos haber sido los primeros en condenar por la dignidad de la mujer, nuestra compañera de la especie humana, a la que tanto debemos.