Una persona con sombrero y botas está agachada usando un pincel en un sitio de excavación, junto a una calavera y herramientas sobre un fondo rosa.
OPINIÓN

Atapuerca y la propiedad de sus ejemplares

Aunque la ley considera los hallazgos arqueológicos bienes de dominio público, o siempre se puede acceder a ellos

Gibert estableció un mínimo de 1,3 millones años para la entrada de Homo a Europa occidental. Los yacimientos de Barranco León y Venta Micena cerca de Orce lo han ido ratificando. Posteriormente, otros expertos procuraron rebasar el límite ibérico de 1,3 millones años. Entre ellos hubo un eminente arqueólogo que inició su doctorado a París bajo los de Lumley, los opositores de Gibert. Eudald Carbonell se convirtió después en director del yacimiento de Atapuerca, donde publicó diferentes artículos sobre una mandíbula humana catalogada cómo TE9, y encontrada en la Sima del Elefante en Atapuerca. La edad máxima propuesta fue de 1,3 millones de años, pero la cosa podía quedar también a la parte baja de las analíticas, en los 0,9.

Hay que recordar que en una datación hay una horquilla de error entre un valor máximo y uno mínimo, y que normalmente la prensa, o el investigador interesado, hablan más del máximo que del mínimo para aumentar la importancia del hallazgo. Esto no es ningún pecado, la paleontología no vive del aire y hay que destacar para que la política nacional ponga dinero. Pero en el caso de la Sima del Elefante, y en su datación máxima de 1,3 millones de años, quizás se habían cometido errores de método, puesto que este pozo kárstico tuvo muchos hundimientos que mezclaron los sedimentos y complicaron la datación.

Una persona usando un cepillo para limpiar cuidadosamente un área de excavación arqueológica.

Así me lo explicaba un día el hijo de Josep Gibert, el doctor Lluís Gibert. Por tanto, quizás no hay que creerse las máximas que publica la prensa, y sí quedarse con las mínimas que pocos predican. La mandíbula de la Sima del Elefante puede tener entre los 0,9 y los 1,3 millones de años, pero no solo 1,3. Como vemos, la investigación en evolución humana puede contener más involución bajo intereses que evolución sobre razones.

Pero la mandíbula del TE9 contendía una nueva polémica. Un día, el doctor Antonio López Valverde, profesor de odontología de la Universidad de Salamanca, me envió un correo electrónico del todo impactante. Ante la noticia, hicimos lo imposible para vernos personalmente, yo desde Barcelona y él desde Salamanca. Durante el encuentro me explicó que quizás aquella mandíbula había sido estudiada erróneamente. Por eso, él mismo se había puesto en contacto con el grupo investigador de Atapuerca, hablando personalmente por teléfono con Bermúdez de Castro y, posteriormente, con Martinón-Torres por correo electrónico. En el correo le solicitaba ver la mandíbula, o imágenes de calidad, dada la posible piorrea que observaba en las fotos publicadas.

La respuesta fue que el ejemplar estaba sujeto a unas tesis doctorales y que no le podían ofrecer acceso al fósil. López y colaboradores siguieron estudiando las fotografías del espécimen que circulaban por la red, llegando a la conclusión que el individuo en cuestión había sufrido una grave piorrea, un hecho insólito y que redactaron y enviar a diferentes publicaciones durante el 2010. Finalmente, lograron publicarlo en 2012 en el British Dental Journal.

Pero la sorpresa llegó al cabo de unos días, cuando recibió un correo electrónico de Bermúdez de Castro preguntando de donde había obtenido las imágenes de la mandíbula sin el permiso de los responsables de la investigación de Atapuerca, ni de la propia Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León; imágenes, por cierto, colgadas por el equipo de Atapuerca y difundidas por ellos en las redes. Además, Bermúdez de Castro acusaba a López de plagiar las conclusiones de sus colegas sobre la mandíbula.

López y colaboradores dieron las explicaciones oportunas, demostrando su inocencia al utilizar las fotografías que se encontraban en la red, añadiendo que hacía dos años que ya habían hecho referencia a la piorrea de la mandíbula en cuestión y habían enviado tal conclusión a Bermúdez de Castro durante el 2010, es decir, antes de que el equipo de Atapuerca publicara esa posibilidad al año siguiente.

La lectura de los correos no dejaba ninguna duda, el malentendido había estado mayúsculo y las sospechas en el terreno odontológico también. Ante tanto proteccionismo de la mandíbula, y de la imposibilidad de estudiar de primera mano el ejemplar, el doctor López Valverde me añadió una hipótesis polémica, una piorrea de tal magnitud no podía soportar los dientes que el ejemplar ostentaba, es decir, quizás muchos dientes habían sido posicionadas en los alveolos sin garantía de pertenecer a aquella mandíbula. Claro que, sin poder ver el ejemplar, todo quedaba en conjeturas.

El asunto de poder consultar ejemplares de una colección no es una broma. Los equipos de investigación suelen ser muy recelosos de su material para que otros expertos no se les adelanten en publicar las suyas o nuevas interpretaciones. El caso anterior de la mandíbula del TE9 es un claro ejemplo de intereses en esta involución humana, pero no fue el único. Dos expertos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) se pusieron en contacto conmigo en 2020. Los doctores Manuel Santonja y Alfredo Pérez-González me explicaron un nuevo caso. Ellos se quejaban de que las herramientas líticas encontradas en Atapuerca, y objeto de su especialidad, estaban siendo retenidas más allá de lo que dice la ley.

La objeción era clara, y es que aquellos restos no podían ser analizadas ni validadas por otros científicos externos a Atapuerca. En resumen, estábamos ante otro caso en el que se tenía miedo de que otros publicaran unos resultados antes que el núcleo oficial. Teóricamente, en ciencia tiene que haber discusión entre posturas diferentes para ver cuál es la más lógica y probable, pero Manuel Santonja y Alfredo Pérez-González no podían contrastar la versión oficial, al no tener acceso a los materiales originales.

La ley decreta que los hallazgos arqueológicos son bienes de dominio público, cosa que significa que nadie puede apropiarse de ellos para retrasar durante décadas el debate científico, pero en la práctica resulta imposible que se cedan todos los materiales descubiertos a todos los expertos que lo pidan, sea la mandíbula del TE9 o los líticos de Atapuerca.

Independientemente de todo lo anterior, hoy en día la edad de la mandíbula del TE9 continúa siendo motivo de discordia, sin saberse si el valor máximo de 1,3 millones de años es cierto o erróneo. Con independencia de todo el anterior, sí que hay yacimientos en Europa occidental que parecen rebasar el 1,3 millones. Los españoles de Barranco León, con una antigüedad de 1,1 a quizás 1,4 millones de años, y el de Valdarno con 1,95, más los franceses de Chilhac y de Saint-Eble sobre los 2 millones dan testigo de una ocupación del continente muy temprana.

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