Así (no) se soluciona la multirreincidencia en Barcelona
Tiroteos, apuñalamientos o detenciones en operaciones antiyihadismo se suceden día tras día sin solución en Cataluña
Cataluña se parece cada vez más a las grandes ciudades norteamericanas de los años 80. Tiroteos, apuñalamientos o detenciones de terroristas en operaciones antiyihadismo se suceden día tras día sin solución de continuidad. Nadie lo ve; o peor, nadie quiere verlo entre aquellos encargados de tomar las grandes decisiones, que tienen como mandato proteger la seguridad de los ciudadanos para que estos puedan vivir en libertad.
Es una obviedad, ya muy manida desde que Bukele la explicó por televisión, que cuando un gobierno no acaba con el desborde de la criminalidad violenta es porque ese gobierno es cómplice. Y esa complicidad no es muy difícil de detectar.
Hace unas semanas fui invitado por Gonzalo de Oro, concejal de Vox, a la Comisión de Multirreincidencia criminal en el Ayuntamiento de Barcelona, capital de Cataluña y epicentro del crimen. El panorama para los catalanes, visto desde el prisma de alguien que lleva media vida en esto, es desolador. No se vislumbra salida a corto ni medio plazo y las cosas irán a peor, a mucho peor.
Lo primero que llama la atención es que haya políticos, y expertos designados por estos, que sigan defendiendo las mismas estrategias que han llevado a Barcelona a ser una de las capitales del crimen europeas. Prefieren insistir en el error de análisis que ha llevado al fracaso, a asumir que se equivocaron y, por lo tanto, son en parte responsables de la degradación de la ciudad. No admiten jamás nada que les pueda suponer un descenso en la intención de voto, su poltrona y su salario están por encima del bienestar de los ciudadanos.
Así, el representante de Podemos, llevó como experto asesor al abogado de Ada Colau durante el mandato de esta al frente de la ciudad, probablemente la principal responsable del declive criminal en la capital. Este señor, que responde al nombre de Álex Solá Paños, propuesto por el concejal Marc Serra Solé, defendió algo que ya se ha demostrado falso en todos los rincones de Occidente de manera empírica: que el aumento en coste punitivo y, sobre todo, en la inmediatez de la pena no provoca descensos en la criminalidad. “Está demostrado” y “hay estudios”, dijo; lo que suele ser el preámbulo discursivo a cualquier mentira que quieras colar a un público poco experto en la materia a tratar, en este caso los políticos.
Lo que de verdad está demostrado es que en contextos delincuenciales medios o bajos, el aumento o la aminoración de las penas apenas tiene impacto en los índices de criminalidad, pero en contextos de alta degradación criminal, casi desbordados, que es la situación de Cataluña en la actualidad, no solo sí tienen impacto positivo, sino que es la única estrategia junto con un plan policial de tolerancia cero que hace revertir el crimen.
Cualquier política social o educativa que intentes, fracasa y perpetúa la situación si antes no viene precedida por una trasformación del modelo policial y la política criminal. Eso sí está demostrado. Está demostrado en el Nueva York de 1994, con el alcalde Giuliani y el jefe de Policía Bratton (ya desde el 89 como jefe de la Policía del Metro había logrado cambiar el perfil criminal de la ciudad); está demostrado con Bukele más recientemente y está demostrado en otros contextos parecidos a lo largo y ancho de Occidente.
De lo que no existe ni un solo ejemplo en el mundo es de un territorio con altas tasas de criminalidad violenta, donde estas se hayan revertido sin las transformaciones anteriormente nombradas, proponiendo solo medidas sociales y educativas. Hasta que no acabes con los lobos y con la empatía criminal y el efecto Lucifer que estos generan, el resto de medidas, por sí solas, no solucionan jamás la deriva criminal de un territorio.
Así se lo hice saber a los presentes en la comisión, pero tras entregar el presidente de la misma un último turno de palabra al antiguo asesor de Ada Colau para intentar demostrar que lo que yo decía era falso, y lo que defendía él, real, este dijo algo digno de mencionar por la barbaridad que supone teniendo en cuenta que estaba allí como experto. El abogado Álex Solá, manifestó que el código penal del 95 era el más punitivo de Europa para los delitos de robo con fuerza y que este hecho no había logrado reducir la tasa de delitos de robo con fuerza. Analicemos esta burrada:
Para empezar, ya hemos dicho que en contextos delincuenciales medios/bajos, como era la España de los 90, la variación de la pena, en uno u otro sentido, apenas tiene impacto en el crimen, pero ya no estamos en esos contextos.
Para continuar, el código penal del 95 en España es uno de los más laxos de Europa en lo punitivo, referido al delito concreto de robo con fuerza. El experto no sabe de lo que habla. Y, para acabar, os voy a contar, queridos lectores, una anécdota que explica la barbaridad del ex abogado de Ada Colau mejor que nada.
En Amazon podéis ver una serie documental sobre uno de los mayores ladrones de finales del S. XX y principios del XXI: El Sapo; su especialidad, precisamente los robos con fuerza. Este criminal logró robar las cajas fuertes de un banco de Yecla, llevándose millones de pesetas. Robó también, junto a butroneros y aluniceros de Madrid, un almacén de cocaína incautada judicialmente y custodiada por la Policía (toneladas), y llegó a desvalijar la casa de las Koplowitz en Madrid, entre otros golpes.
Pues bien, durante el documental, le preguntan por qué sin ser español, escogió nuestro país para robar y él deja cristalinas las razones: yo soy muy bueno en lo mío, pero tengo que prever que también puedo fallar, así que estudié todos los códigos penales de Europa y comprobé que donde salía más barato robar era en España, por eso me vine.
Yo no tengo nada más que añadir, pero créanme, este sí que era un experto en robos con fuerza, no el abogado de Ada Colau.
Así que, si estos son los expertos que asesoran a los políticos que toman las decisiones en Cataluña, vayan preparándose para un escenario de degradación criminal nunca antes visto desde la guerra.
El interés que tienen los políticos en solucionar el problema, queda patente desde el mismo momento en el que todos (excepto el concejal de Vox), me hablaron en catalán; aún a sabiendas de que yo no hablo esa lengua y, por lo tanto, dificultaron mi capacidad de responder a sus discursos. Incluso el concejal del PP habló durante toda la comisión en catalán.
La comunicación, el hecho de manejar un lenguaje, es una de las grandes diferencias que tenemos con los animales, cuando una persona crea una barrera a la comunicación donde no la hay, se acerca mucho al estadio animal. A mí me costó un enorme esfuerzo entenderles y a ellos no les habría costado ninguno hacerse entender por qué todos en esa sala hablábamos una lengua común, que además es universal: el español. Yo no emití queja alguna e intenté hacer mi trabajo porque lo que sí es cierto es que no todos somos igual de tolerantes.
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