Imagen de Francina Armengol con una mirada de incredulidad

OPINIÓN

Armengol: auge y caída

Para los que sufrimos los ocho años del Armengolato en Baleares, nada de lo que se está publicando estos días ha supuesto sorpresa alguna

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Para los que sufrimos los ocho años del Armengolato en Baleares, nada de lo que se está publicando estos días ha supuesto sorpresa alguna. Aquí sabíamos cuál era la receta socialista: un progresismo estival, de rodilla gruesa y enriquecimientos conyugales súbitos, un gusto por un ecologismo folclórico (familias con bambas del Decathlon, ornitólogos alarmados, cantautores mareantes), un republicanismo retrospectivo compatible con las audiencias reales en el Palacio de la Almudaina, un servilismo felatorio respecto de los hoteleros y los tour operadores, un catalanismo inofensivo, puramente alucinatorio, y grandes borracheras nocturnas durante lo peor del confinamiento (el pack incluyó, para deleite de la afición, a un asesor que acabó por los suelos no a causa de los gin-tonics, no, sino por una lipotimia súbita de esas que golpean por azar después del quinto cubata). 

Fueron necesarias, claro está, variadas alianzas con todo tipo de micro grupúsculos exaltados. Las instituciones se llenaron de podemitas indescriptibles e independentistas de arroz de bogavante. Las entidades del tercer sector, los sindicatos educativos o las asociaciones de defensa del catalán fueron regadas con subvenciones que hubieran hecho sudar por las orejas a la añorada Imelda Marcos. Al neo feminismo se le entregaron las calles y las aulas. El paraíso armengólico en todo su esplendor.

La presidenta del Congreso, Francina Armengol, durante una rueda de prensa, en el Congreso de los Diputados, a 5 de marzo de 2024, en Madrid

Ahora se está prestando mucha atención a la historia reciente, pero no hay que olvidar detalles que están pasando inadvertidos, como la época en que Francina ocupó la presidencia del Consell, cuando aprobaba por sistema todo el capítulo de subvenciones con el informe de intervención en contra, haciendo valer su potestad presidencial, o el caso de cierta empresa de jardinería (cuyo nombre evoca los vientos de Tramontana), que se hacía con contratos en la bahía de Pollença para gestionar las mansiones de financieros madrileños, mansiones extrañamente beneficiadas por modificaciones de los planes urbanísticos municipales.

Ahí se fue forjando la figura. Alguien la llamó en su momento “cabeza visible del socialismo mediterráneo”, cuando no pasó de sobaco cebollero de la ruina moral de las islas. La masificación se disparó, el mercado inmobiliario se hizo inaccesible, la vulgaridad lo invadió todo. 

¿Ahora va a caer Francina? Que caiga, nosotros dormiremos muy placidamente. Eso sí, disfrutaremos de los últimos estertores de su califato, como ha sido la comparecencia inenarrable de Iago Negueruela en Madrid, su consejero para todo, o los intentos de culpar de todo, en el Parlament balear, a quien ocupaba entonces la oposición.

Sic transit gloria mundi, decían los clásicos.