Imagen de un grupo de gente celebrando la victoria del Frente Popular en 1938

OPINIÓN

La amnistía y el glorioso regreso del president

A pesar de los niveles de responsabilidad, el trato judicial recibido por los dirigentes de la Generalitat y los militares implicados fue muy distinto

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

Tras la sublevación del Gobierno de la Generalitat del 6 de octubre de 1934, todos sus miembros se encontraban en prisión. Además, los sublevados militares que fueron capturados y no lograron escapar junto a Josep Dencás o el capitán Arturo Menéndez a través del alcantarillado de la Ciudad Condal, se encontraban en una situación francamente complicada, ya que la traición militar implicaba la condena a muerte.

A pesar de los niveles de responsabilidad, el trato judicial recibido por los dirigentes de la Generalitat y los militares implicados fue muy distinto. Los uniformados iniciaron el cumplimiento de sus penas de prisión en el Castillo de San Felipe, en Cádiz. Fueron indultados y conmutada la pena de muerte por una de 30 años de prisión. El más conocido de todos ellos era el comandante de Artillería Pérez Farrás, un hombre muy cercano a Francesc Macià y que se había hecho cargo de la dirección de los Mossos de Escuadra. 

El presidente Alcalá Zamora con el jefe del Estado Mayor Central, Francisco Franco

Pero Farrás no era el único. El más antiguo de los Guardias de Asalto en Barcelona era el teniente coronel Juan Ricart Marich, un oficial de Infantería a punto de pasar a la reserva y que no dudó en seguir las órdenes del president cuando este proclamó el Estado Catalán desde el Balcón de la Plaza San Jaume. Muchos de sus subordinados se pasaron al mando del general Batet, jefe de la 4ª División Orgánica, tan pronto como pudieron, contribuyendo al fracaso del golpe.

El comandante de Infantería Jaime Bosch Grassi estaba a cargo del Somatén, organización paramilitar que la República eliminó, pero que había sobrevivido en Cataluña por la tradición de esta. A la llamada del Conseller de Gobernación, Josep Dencás, el comandante Bosch acudió con algunos de sus hombres, lo que le costó la condena por auxilio a la rebelión.

Otros encausados fueron los capitanes Federico Escofet y López Gatell, además de algunos oficiales más de Mossos de Escuadra, Guardias de Asalto o los que ocupaban puestos de responsabilidad en la policía de Barcelona. 

La victoria del frente popular

Entre los partidos republicanos que lideraban el Frente Popular apenas había encarcelados. Los varios miles de presos resultantes de la sublevación en toda España de octubre de 1934, eran, fundamentalmente, militantes de los partidos proletarios y, en el caso de Cataluña; miembros de Estat Català, del Gobierno de la Generalitat, el alcalde de Barcelona y varios concejales, así como algunos diputados del Parlament.

El Gobierno de la República, liderado por Alejandro Lerroux, suspendió la Generalitat y nombró un delegado del Gobierno para toda Cataluña.

El sistema electoral republicano premiaba en demasía a la lista más votada que conseguía un porcentaje de escaños por cada circunscripción muy superior a la diferencia real de votos conseguidos. Esta circunstancia fomentó que las izquierdas, desde las más moderadas de la Unión Republicana de Diego Martínez Barrio, hasta la más radical del Partido Comunista de España; fueron en la misma lista electoral. El pacto se basaba en varios puntos que no eran cuestionables: Los partidos proletarios no participarían del Gobierno de España, solo lo harían los partidos republicanos. A cambio de ello, porque el PSOE solía ser siempre la lista más votada entre las formaciones de izquierdas; el Gobierno Republicano amnistiaría a todos los presos implicados en la sublevación de 1934, lo que significaba liberar a varios miles.

Las elecciones se celebraron el 16 de febrero. El 19, Manuel Azaña, ya tenía el encargo de formar Gobierno y uno de los primeros decretos que el mismo aprobó, a pesar de no estar reunidas las Cortes más que por la Comisión Permanente; fue la Amnistía prometida.

16 de febrero de 1936, victoria del Frente Popular

A esa victoria había contribuido, decididamente, el Frente de Izquierdas de Cataluña, liderado por ERC y una amalgama de partidos republicanos federalistas, así como organizaciones proletarias. Si la amnistía suponía la libertad para muchos presos, en Cataluña implicaba también la restauración del Gobierno Autónomo que aún se hallaba suspendido.

El 24 de febrero, el presidente del Consejo de Ministros, Manuel Azaña, fue a despachar con el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, y puso sobre la mesa el tema de la amnistía en Cataluña:

— “Ocurre una cosa muy desagradable por la impaciencia de la Generalidad” — Dijo Manuel Azaña. Alcalá Zamora le advirtió que el aliado más peligroso, a su parecer, no era el Partido Socialista, aun en manos de Largo, sino la Esquerra. 

Azaña detalló que Companys pretendía apoderarse de la Generalidad al llegar a Barcelona y restablecer el régimen del estatuto apoyado en la imposición popular. Algo que, lógicamente, ponía en serios apuros al alcalaíno, pues este no podía admitir que se vulnerara la ley del 2 de enero de 1935, que suspendía la vigencia del Estatuto en lo fundamental, hasta que pudiera ser cambiada una vez el poder legislativo estuviera en condiciones de hacerse cargo del trámite. Azaña no podía permitir aquello, pero tampoco podía mandarles otro “Batet a que les bombardeara”. En esos términos se confesó el líder de Izquierda Republicana al presidente de la República.

Todos los recelos venían porque la restauración del Estatuto traía consigo la devolución de competencias de orden público, algo que aún producía rechazo por parte del Gobierno Republicano. En palabras del presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora: “imposibilidad moral para mí de entregar otra vez el orden público a un poder regional desconsiderado, desleal y rebelde, que lo utilizó para sublevarse contra el Estado”.

Alcalá Zamora y Manuel Azaña

Volver aclamado por la multitud o no volver

Companys, poco a poco, fue imponiendo su voluntad, ya que Azaña precisaba de la colaboración de los diputados de las izquierdas catalanas. Otra de las imposiciones fue la de llegar a Barcelona un domingo. El depuesto president quería volver aclamado por una impresionante multitud y eso no podía hacerse un martes cualquiera. La exhibición de músculo era fundamental para alcanzar sus objetivos. Nadie podía negarse a devolver las competencias del Estatuto a un Gobierno aclamado masivamente por su pueblo. 

Desde Andalucía, donde fueron liberados; los miembros del Gobierno catalán fueron sintiendo el cariño en cada ciudad por la que pasaban. En medio de la euforia de la victoria del Frente Popular, los simpatizantes de esa fuerza política veían en la liberación de los responsables de la sublevación en Cataluña, un paso más para enmendar lo que, según ellos, había destrozado el Gobierno radical-cedista.

El 29 de febrero, pues 1936 también era bisiesto, acudieron a un gran acto que llenaba la plaza de las Ventas. Era un punto intermedio en el largo camino hacia Barcelona y Companys y los suyos fueron vitoreados por los miles de asistentes al acto de celebración de la victoria del Frente Popular.

La llegada a Barcelona, el domingo 1 de marzo de 1936, fue apoteósica. Uno de los testigos, Manuel Chaves Nogales, no podía ocultar su impresión ante los cientos de miles de fieles jaleadores de Companys. El president iba en un coche descubierto. Agotado por el viaje y levemente enfermo, se levantaba en el vehículo para saludar. Varias motos lo escoltaban y las JEREC, Juventudes de la Esquerra Republicana de Cataluña, hacían una barrera humana formando una línea con sus inmaculados uniformes para evitar que nadie saltara al coche del president. Companys vestía una chaqueta de cuero y una bufanda que delataba la razón de su cansancio. Vestía boina y se llevaba constantemente un pañuelo a la nariz.

Lluis Compnys aclamado en Barcelona, 1 de marzo de 1936

Aún se tardó en devolver las competencias de orden público a Cataluña. Los militares, amnistiados también, fueron reincorporados al Ejército el 21 de junio de 1936, lo que causó un gran escándalo entre algunos oficiales. El propio Francisco Franco, en su carta a Santiago Casares Quiroga, en la que le advertía de los peligros que venían; informó al presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, que la reincorporación de aquellos militares díscolos había creado un profundo malestar.

Durante la Guerra Civil, como ya sabrá el que haya llegado hasta este punto, la Generalitat llegó a crear una Consejería de Guerra y un Ejército Catalán, algo que desesperaba al presidente Azaña, pero… esa es otra historia digna de ser contada.