Persona de espaldas con kipá blanca y azul leyendo un libro, vistiendo un talit, sobre un fondo rosa con una imagen antigua en blanco y negro.
OPINIÓN

Antisemitismo, antisionismo y otras reliquias de la Guerra Fría

A medida que Israel se acercaba a Occidente, los partidos comunistas europeos, influenciados por la URSS, se volvieron cada vez más antisionistas

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

Durante el siglo XX, los partidos comunistas de Europa occidental hicieron gala de un internacionalismo que, en principio, debía inmunizarles contra toda forma de racismo o nacionalismo excluyente. Sin embargo, bajo la poderosa influencia ideológica de la Unión Soviética que durante años marcó sus doctrinas, desarrollaron discursos y políticas profundamente hostiles hacia el sionismo, el judaísmo organizado y el propio Estado de Israel. Esta hostilidad se presentó como una crítica al nacionalismo burgués o al imperialismo sionista, aunque con el paso del tiempo y la inquebrantable ayuda norteamericana al Estado de Israel, terminó por reproducir muchas de las estructuras clásicas del antisemitismo, por mucho jersey marxista-leninista con el que tratara de ocultarse.

Hoy, les planteo un nuevo viaje por la historia para desentrañar el origen de algunos de los comportamientos que prevalecen de una u otra forma en 2025. El objetivo, siempre inalcanzable en un artículo de opinión con vocación divulgativa, es conocer la evolución de los partidos comunistas occidentales más representativos: el francés, el italiano, el español y el belga. También el de la URSS y el de la República Democrática de Alemania.

Remontémonos, pues, a 1947. La Resolución 181 de la Organización de Naciones Unidas, que proponía la partición del territorio identificado como Palestina en dos Estados, fue votada por los países del bloque soviético con la única excepción de Yugoslavia, que se abstuvo. Así, la URSS, Polonia, Checoslovaquia, Bielorrusia y Ucrania votaron a favor de la fundación del Estado de Israel. 

Soldado con casco frente a una bandera de Israel ondeando bajo un cielo nublado.

Alguno de ustedes se preguntará cómo era posible que Bielorrusia y Ucrania tuvieran voto en la ONU cuando pertenecían a la Unión Soviética. La URSS, desplegando su fortaleza tras la victoria en la Segunda Guerra Mundial, pretendía que, en la ONU recién creada, las 15 repúblicas que componían la unión regida por Stalin tuvieran derecho a voto, lo que otorgaría al gigante euroasiático un gran poder en la nueva organización internacional. Al final, se acordó que dos de ellas se constituyeran como miembros fundadores y ejercieran ese derecho: Bielorrusia y Ucrania. Evidentemente, en la práctica, seguían a pies juntillas la línea dictada por Moscú.

Tras el giro de Israel hacia el bloque occidental en 1949, el partido comunista soviético y sus satélites revirtieron la postura inicial. De repente, el sionismo fue calificado como enemigo del socialismo y como expresión del nacionalismo burgués. Se comenzó una campaña antijudía en todas las repúblicas que incluía el cierre de sinagogas y escuelas hebreas, así como el desmantelamiento del Comité Judío Antifascista, creado durante la Segunda Guerra Mundial, ejecutando a 13 de sus dirigentes en 1952. Por último, en 1953, se acusó a médicos judíos de urdir un complot para envenenar líderes soviéticos. 

Algunos autores, como Shimon Redlich, hablan de «antisemitismo soviético», de hecho, existía un plan de deportación masiva de dos millones de judíos que no terminó de ejecutarse, porque la muerte de Stalin obligó a su sucesor, Nikita Jrushchov, a una ruptura con las políticas previas y a la denuncia de las conocidas purgas que acabaron con la vida de cientos de miles de personas. 

La deriva estalinista contra los judíos tuvo consecuencias inmediatas en los partidos comunistas del resto del mundo. La nueva línea oficial sostenía que el sionismo era una forma de nacionalismo reaccionario que debía combatirse con la misma energía que el fascismo. El antisemitismo se camufló como «internacionalismo revolucionario». 

En Francia, el poderoso Partido Comunista Francés fue, durante décadas, referente político para miles de judíos obreros que se habían desplazado desde la Europa del Este antes y durante la Segunda Guerra Mundial, y cuyas manos empuñaron los míticos subfusiles Sten de la Resistencia Francesa durante la ocupación nazi. Sin embargo, a partir de los años 50 y especialmente tras la guerra de los seis días de 1967, el PCF se convirtió en difusor sistemático del discurso antisionista soviético. Se expulsó a los militantes judíos por expresar simpatía a Israel. Se hicieron declaraciones públicas que calificaban al Estado hebreo como «instrumento del imperialismo» y se negaba el derecho a la existencia de Israel. Se apoyó de modo incondicional a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), replicando los discursos de esta, no solo los que ofrecían un tono de resistencia y lucha contra la pérdida de territorios o la represión al pueblo palestino, también aquellos que tenían un perfil marcadamente antisemita.

Soldados marchando por una calle con casas al fondo y el logotipo del Partido Comunista Francés en la esquina inferior izquierda.

Por ponerles un ejemplo, el ideólogo del PCF, Jean Kanapa, manifestó que «el Estado de Israel representa la negación de la lucha de clases» y que su existencia misma era «una provocación contra los pueblos árabes». La antropóloga norteamericana Judith Friedlander, experta en etnicidad y género y muy relacionada con estudios históricos en España, ha documentado como el PCF ignoró deliberadamente actos de antisemitismo en Europa del Este, negando incluso la existencia de pogromos antijudíos en Polonia que obligaron a abandonar el país a 100.000 de los 240.000 supervivientes a la Guerra Mundial y los campos de exterminio (se calcula que antes de 1939 vivían en Polonia 3,3 millones de judíos.

El Partido Comunista Italiano mantuvo durante la época de posguerra una actitud más abierta hacia sus compatriotas judíos que, como en el caso de Francia, habían participado como partisanos de la resistencia. Sin embargo, a medida que Israel se alejaba del socialismo para acercarse a los Estados Unidos, el PCI giró hacia una retórica más hostil.

Desde 1967 apoyó consistentemente la causa palestina, pero, contrario al caso francés, evitó reproducir discursos explícitamente antisemitas.  En 1974, apoyó en la ONU la famosa resolución que equiparaba sionismo con racismo. Rinascita, el órgano de prensa más importante del partido, defendía que el “problema judío” debía abordarse desde una perspectiva de clase, rechazando cualquier forma de nacionalismo judío. 

El PCI fue, de los casos abordados en estos párrafos, el más cuidadoso en mantener una doble narrativa: rechazaba el sionismo, pero sin romper totalmente con las comunidades judías italianas. Aun así, figuras como Giorgio Amendola acusaban a Israel de «utilizar el holocausto como causa política», retórica muy próxima a la postura soviética.

Los comunistas españoles consideraron el sionismo como una «ideología colonial y racista», responsable de la opresión del pueblo palestino. Mundo Obrero, órgano de prensa del partido, defendió abiertamente a la OLP como única representante legítima del pueblo palestino, tachando a Israel como «gendarme del imperialismo norteamericano». 

Portada de un boletín titulado Mundo Obrero del Partido Comunista de España en Francia con letras rojas y un fondo de periódicos en blanco y negro.

Es curioso comprobar cómo se evitaba toda mención al Holocausto como elemento fundacional de la identidad judía contemporánea. Según la profesora Judit Targarona, el PCE consideraba el uso del holocausto en defensa del sionismo como algo ideológicamente inaceptable.

Durante el periodo de la Transición, entre 1976 y hasta 1986, el PCE se opuso a establecer relaciones diplomáticas con Israel y votó contra ello hasta bien mediados los 80. Santiago Carrillo sostuvo que «el sionismo había devenido en una ideología expansionista y belicista». El partido recibió en actos oficiales a delegados de la OLP, pero nunca a representantes israelíes, ni siquiera a líderes hebreos de la izquierda pacifista.

Siempre se trató de expresar la postura como anti-sionista, relegando el antisemitismo a un problema de pasado fascista, no reconociéndolo como un fenómeno vivo dentro de la izquierda revolucionaria. 

En el bloque soviético había quedado el cuartil alemán que no se integró en la República Federal. Me estoy refiriendo a la República Democrática Alemana que estuvo gobernada por el Partido Socialista Unificado de Alemania. La RDA representa uno de los casos más documentados, fuera de los estados marcadamente musulmanes, de antisionismo  institucionalizado en la Europa Comunista. 

El partido se declaró heredero moral de la lucha contra el nazismo. Se rechazó toda reparación o memoria colectiva hacia las víctimas judías, considerando que el modelo socialista era, por definición, antirracista. Durante los años 60 se equiparó sistemáticamente el sionismo con el fascismo. En carteles de propaganda se mostraba a soldados israelíes con estrellas de David junto a esvásticas, y se enseñaba en escuelas que Israel era una potencia racista y agresora.

La televisión estatal emitía reportajes que negaban el vínculo entre el Holocausto y la fundación del Estado de Israel. Jeffrey Herf, en su libro, Undeclared Wars with Israel, manifiesta que la RDA cooperó activamente con la OLP, suministrando adiestramiento militar y propaganda antisionista a través de la Stasi. Todo esto, mientras ocultaba la persistencia de prejuicios antijudíos en la sociedad alemana oriental, más motivados por la publicidad institucional que por remanentes de los años 20, 30 y 40.

En Bélgica, especialmente sensible con los movimientos nacionalistas, y si no, que se lo digan a España; el Partido Comunista nunca tuvo el peso de sus equivalentes francés o italiano. El PCB adoptó una postura consistentemente alienada con Moscú en materia internacional. Apoyó plenamente a la OLP y respaldó la resolución 3379 de la ONU de 1975 que equiparaba el sionismo con el racismo en general y con el aperheid sudafricano. Esta controvertida resolución debe interpretarse en el contexto de guerra fría, en el que, como estamos explicando en estas líneas, los estados socialistas se alinearon con los países árabes y no alineados, conformando así una mayoría en la ONU que condenó sistemáticamente al Estado de Israel. En 1991, la Resolución fue anulada.

Bandera de Israel ondeando frente a un edificio de ladrillo con un cartel que muestra fotografías históricas del holocausto en blanco y negro.

La población judía belga, que en proporción era una de las más numerosas de Europa Occidental, estaba representada en diversas instituciones que reconocían la existencia del Estado de Israel; lo que fue rechazado por el PCB que negó la cooperación con cualquiera de ellas. 

Hubo fuertes tensiones internas con cuadros judíos del partido, especialmente en Bruselas y Amberes, donde el PCB perdió miembros a causa de su línea antisionista. En 1982, tras la masacre de Sabra y Chatila, cometida en los campos de refugiados de Beirut por las falanges cristianas libanesas, el PCB presentó un comunicado donde comparaba a Israel con el régimen nazi. Las organizaciones culturales judías rompieron definitivamente con el Partido, acusándolo de «banalizar el Holocausto y fomentar un antisemitismo encubierto».

Antisionismo o antisemitismo, ¿Dónde se ubica la frontera? No seremos los primeros en plantear esta cuestión. El antisionismo político y el antisemitismo ideológico han sido objeto de debate tanto en el ámbito académico como en el discurso público, pero ¿cómo afrontar ese debate en el contexto de los partidos comunistas europeos?

El antisionismo no era una mera crítica a políticas específicas de Israel, sino un rechazo estructural a la idea de un Estado judío. El vínculo entre Holocausto y la necesidad de conformar un estado-nación hebreo ha sido ampliamente defendido por judíos de todas las ideologías, sin embargo, fue negado sistemáticamente por los partidos comunistas occidentales, siguiendo las dinámicas de Moscú. En muchos casos, estos partidos reprodujeron estereotipos tradicionales del antisemitismo, aunque los presentaran como críticas de clase o antimperialistas. 

En realidad, el antisionismo de los partidos comunistas no constituía solo una oposición al nacionalismo israelí, sino un intento de borrar del mapa toda forma de nacionalismo judío, incluyendo el nacionalismo cultural que se acomoda sobre una base religiosa, pero no étnica.

No deja de ser curioso como los partidos que se proclamaron defensores de la igualdad y luchadores contra el fascismo terminaron replicando formas de exclusión y odio contra los judíos. La motivación no era ideológica, sino geopolítica. El entorno de la guerra fría y la aproximación de Israel a Occidente alineó a la URSS con los países que circundaban al pequeño estado hebreo y replicó su actitud en sus tentáculos occidentales, incluyendo el Partido Comunista de España. 

La cuestión que trato de poner sobre la mesa trata de ir más allá de lo que ocurre hoy día en la Franja de Gaza, en los campos de refugiados de Beirut, o en Cisjordania. Tras la caída del muro de Berlín, y el desmoronamiento del bloque soviético del que quedan tan solo dos fósiles ideológicos representados en Cuba y Corea del Norte, no se mitigó la tendencia crítica de determinados grupos políticos occidentales que se adaptaron y comulgaron con los sistemas democráticos liberales, en lo que se calificó como “eurocomunismo”, pero que continuó con las dinámicas anteriores, llegando incluso, a apoyar a una teocracia misógina, homófoba, nacionalista y totalitaria como es Irán, completamente antagónica a los ideales proletarios y que, sin embargo, ha buscado en este tipo de grupos un elemento de distorsión de los sistemas liberales occidentales. Solo hay que darse un paseo por las redes para comprobar cómo se celebraban los misiles caídos sobre edificios o barrios residenciales de Tel Aviv hace apenas unos días.

Les dejo a ustedes que opinen si se trata de antisionismo, antisemitismo, o ambas cosas.

FUENTES CONSULTADAS PARA SABER MÁS:

  • Hemeroteca de Mundo Obrero, varios números
  • Rubenstein, J., & Naumov, V. (2001). Stalin’s Secret Pogrom: The Postwar Inquisition of the Jewish Anti-Fascist Committee. Yale University Press.
  • Ivanov, O. (2021). From Silence to Spiel: Stalin’s Jewish Deportation Plan. eScholarship.
  • Applebaum, A. (2012). Iron Curtain: The Crushing of Eastern Europe. Penguin.
  • Herf, J. (2016). Undeclared Wars with Israel: East Germany and the West German Far Left. Cambridge University Press.
  • Taguieff, P. A. (2004). La nouvelle judéophobie. Mille et une nuits.
  • Picard, J. (2022). European Antizionism After 1945. Routledge.
  • Abramowicz, M. (1997). Extrême gauche et antisémitisme. CCLJ Bruxelles.
  • Shafir, G. (2018). A Half Century of Occupation. University of California Press.
  • Judt, T. (2005). Postwar: A History of Europe Since 1945. Penguin Books.
➡️ Opinión

Más noticias: