Amnistía de ida y vuelta
Los de Junts no quieren de momento ser amnistiados y los del PSOE quieren amnistiar a alguien, a quien sea
La sesión del martes en el Congreso dejó claro que los de Junts no quieren de momento ser amnistiados y los del PSOE quieren amnistiar a alguien, a quien sea. El PP, por su parte, se siente bastante amnistiado por la manera en que Vox se autodestruye y las tropas Yolandistas siguen a lo suyo, que es sonreír a todos, abrazar a todos y decir tonterías.
Se suponía que la amnistía tenía que tensar la legislatura y resulta que la ha destensado de manera crasa y ahora los diputados miran a un lado y a otro, como los animalitos ociosos que son, intentando adivinar por donde va a soplar el viento.
Junqueras asistió al pleno en su condición de Buda de la Montaña y regaló a los madrileños unas declaraciones de tono parroquial, de esas que tanto gustan en los programas de tarde de TV3 y en los clubes de petanca. La cosa no avanza.
Mientras tanto, el independentista de a pie no sabe a dónde agarrarse. Los excesos de energía caballuna de Míriam Nogueras, la inconcreción flotante de Borràs & Dalmases (los Al Bano y Romina del álbum de cromos de les tietes), las ojeras flojas de Puigdemont: nada de todo eso suena a Itaca.
El independentista de a pie fue a tomar el aeropuerto, fue a La Jonquera, fue a Bruselas a escuchar los berridos histéricos de Toni Comín; hubiera ido al Festival de la Oti a cantar rancheras si se lo hubiera ordenado Vilaweb. Ahora, desconsolado, se pregunta cómo se puede alcanzar la independencia sin dar saltitos, sin hacer coreografías parvularias, sin poner lazos a las farolas.
La situación supera todo lo imaginable. Los guitarristas raholianos ya no gritan a las señoras, Lluís Llach se dedica a opinar sobre guerras lejanas y Dante Fachín engorda de forma alarmante, como si las promesas de una plenitud nacional futura no resultaran ya suficientes. En una palabra, la confusión es absoluta.
Especialmente divertido ha sido el paso al “exilio” del diputado Ruben Wagensberg, que ha huido a toda prisa sin que nadie le persiga. Tampoco se ha quedado corto Jaume Asens, que anunció que se daba de baja de Podemos, partido al que no pertenecía.
Hemos visto a Pedro Sánchez hablar de “terrorismo que no viola los derechos humanos” y a Gonzalo Boye, el hombre bocina, analizando la futura ley con esa dialéctica fina que ha llevado a todos sus clientes a prisión.
Tiempo de amnistías, de amores revueltos y estrellas fugaces, de equívocos de vodevil y aparatosas retiradas.
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