Montaje de los escritores Álvaro Cunqueiro y Josep Maria Espinàs con Mondoñedo (Galicia) de fondo
OPINIÓN

De Álvaro Cunqueiro a Josep Maria Espinà

Un viaje por la vida y obra de ambos autores y su amor a tierras gallegas

En una ocasión, pronto hará de esto, cerca de treinta años, mientras hojeaba libros al azar en una librería del Barco de Valdeorras (Ourense), me llamó la atención un libro ya un poco antiguo, editado por Austral, que tenía por título “Lo pasajero en Galicia”, de un autor prácticamente desconocido para mí, que respondía al nombre de Álvaro Cunqueiro. Excuso mi ignorancia, pero en aquellos tiempos los únicos nombres gallegos que me sonaban un poco eran, aparte de Ramón María del Valle Inclán o Rosalía de Castro, el de Daniel Rodríguez Castelao, un hombre polifacético, considerado además uno de los padres del nacionalismo gallego.

Recuerdo que la primera vez que lo leí, ya lo encontré un libro fascinante. En su calidad de director del Faro de Vigo, Álvaro Cunqueiro empezó a publicar durante los años cincuenta una serie de artículos con este mismo nombre del pasajero en Galicia, un tipo de crónica sentimental de los lugares que visitaba, adornada con leyendas, tradiciones e historias intemporales que no solo describen a la perfección la esencia del alma gallega y de un mundo lleno de fabulaciones, sino que de alguna manera indaga también en las raíces culturales del pueblo gallego.

Hombre de una erudición extraordinaria y profundo conocedor del mundo medieval, fue también autor de varias novelas, entre las cuales destacan “Las crónicas del Sochantre” y muy especialmente “Merlín y Familia”, mediante la cual rememora el mito “artúrico” a Galicia, muy presente en las leyendas orales gallegas, situando el Mago Merlín y sus criados en una aldea gallega, cerca de Mondoñedo, su pueblo natal, que según los expertos, no es más que una reivindicación de su pasado común celta.

El libro golpeó tanto que me llevó a Mondoñedo, antigua capital del reino de Galicia, a visitar la librería de Manuel Montero, íntimo amigo de Cunqueiro, hoy convertida en una especie de casa-museo del escritor. Digo esto porque la admiración de Manuel Montero por su amigo Cunqueiro era tan grande, que un buen día decidió vestirse y pasear por ante la catedral de Mondoñedo como el Mago Merlín, vestuario que a partir de entonces lo acompañó el resto de su vida. Guardo con especial aprecio un par de fotografías de mi hija, que entonces tenía 6 años, con el Mago Merlín, encantado por el hecho que unos catalanes se interesaran por la obra de su amigo del alma.

Vista aerea de la basilica de Mondoñedo, en Galicia

Años más tarde, el 2002, Josep Maria Espinàs publicó "A pie por Galicia. De la Ulloa al Valle de Cámara". En honor a la verdad, tengo que decir que me cogí este libro del Espinàs con cierta desconfianza. Tenía en el recuerdo "Lo pasajero en Galicia", que había leído hacía bastantes años (y que sigo releyendo, porque en mi opinión la capacidad de fabulación de Cunqueiro es comparable a la de Jorge Luis Borges). De hecho, en el caso del libro de Espinàs partía de la errónea concepción de que me encontraría con una obra menor, y burro de mí, me di cuenta de la tremenda fuerza narrativa de este hombre.

Pues bien, "A pie por Galicia. De la Ulloa al Valle de Cámara", no solo me emocionó, sino que en alguno de sus pasajes me hizo caer más de una lágrima. Me sorprendió tanto su sensibilidad en la hora de captar el alma de los personajes de la Galicia rural que se iba encontrando por el camino, que me cautivó por siempre jamás más. Me ponía ante los ojos, con una luminosidad extraordinaria, la Galicia que veo cada año en varias ocasiones, y sin darme cuenta me arrastraba hacia su territorio narrativo sin que pudiera oponer resistencia.

Diálogos breves, pero también conversaciones más depuradas con personajes singulares, que hay a chorros en estas comarcas, que resumen a la perfección el sentido de toda una vida y una determinada concepción de un mundo que no tiene nada que ver con el nuestro, todo aliñado con una extraordinaria descripción de los paisajes, que los ves retratados fielmente en cuatro líneas. Un maestro de verdad.

Justo es decir que con motivo de su deceso, volví a releerlo, y a estas alturas lo sigo encontrando tan deslumbrante como la primera vez que lo tuve en las manos.

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