
Alberto Núñez Feijóo: Radiografía de una inutilidad
Es de suponer acabarán plantando a Feijóo en la Moncloa, harán que se mueva un poco y lo llamarán "regeneración"

¿Para qué sirve Feijóo? ¿Hay alguna manera de legitimar, ni que sea de manera mínima, el oxígeno que consume? Para comenzar con una nota benevolente, hay que reconocer que se pueden imaginar un par de tareas para las que podría usarse su mera existencia física. Por ejemplo, como pisapapeles, aunque, ¿quién quiere tener a Feijóo sentado en su escritorio encima de una pila de facturas?. También, ahora que llegan las vacaciones, se le podría usar como perchero para las toallas de playa o como palo de sombrilla.
Hay una hermosa rama de la biología llamada neurobotánica, que investiga los métodos misteriosos de comunicación entre las plantas, basados en liberar sustancias químicas al aire para influir en el ecosistema. Quizás Feijóo pudiera ser objeto de un estudio al respecto: puede que en la tibieza de su escaño, en su habitual estado de duermevela, vaya liberando algún tipo de silenciosa flatulencia que, poco a poco, vaya transformando las mayorías parlamentarias. O tal vez, como los hongos, emita algún tipo de esporas en los días ventosos.

Otra posibilidad: existiendo aún numerosas tribus caníbales, don Alberto podría servir para alimentar a un par de familias. Primero habría que enviarle a la jungla en cuestión, cosa no demasiado difícil, dado que su perspicacia sensitiva está, más o menos, al nivel de una alpargata de esparto. Luego el problema sería encontrar la manera de hacer comestibles esas carnes enjutas, saturadas de sopor e ineptitud. Quizás se pudiera hacer un caldo.
También se le podría usar como donante de órganos, dado que, si bien no está del todo muerto, claramente Feijóo tampoco está del todo vivo. Por supuesto, sus órganos tendrían que ser implantados sólo en personas a las que se quisiera condenar a una 'Aniquilación por Letargo', o en pacientes que ya estuvieran previamente en un coma profundo e irreversible.
Luego está la función decorativa. Por ejemplo, se podría plantar a don Alberto en mitad de una rotonda, adornado con un traje regional de tipo folklórico, como ornamento de las fiestas populares de la España estival. O colgarlo boca abajo en alguna parte a modo de péndulo; si se le añade algo de incienso, podríamos tener un hermoso botafumeiro. Llegada la Navidad, se le podría engalanar con luces parpadeantes y bolas de colores y llevarlo de casa en casa cantando un Gloria in excelsis Deo.

La mejor opción, con diferencia, es usarlo de espantapájaros, dando pleno sentido a su inmovilidad obtusa. De hecho, parece ser que esa es la vía elegida por los poderes globalistas. Lo plantarán en la Moncloa, irán a darle cuerda cada quince días para que al menos mueva los párpados y no se olvide de tragar saliva y a eso le llamarán "regeneración".
Se supone que seguirán con los retoques estéticos de los últimos años. Primero se quitó las gafas (para quedarse con cara de señor que ha perdido las gafas), luego se tiñó el pelo de manera incomprensible (tonos anaranjados, reflejos lacados), quizás más adelante vaya a ponerse bótox en los labios y en los pómulos, un poco como Leticia Sabater, un poco como Sylvester Stallone: estas cosas al menos resultan entretenidas.
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