Dos hombres en traje con fondo rosa y diseño geométrico.
OPINIÓN

Ahora, el Fiscal General del Estado

Se habla de un “caso PSOE”, de un “caso Moncloa”, pero en realidad ya no hay casos: solo Pedro Sánchez

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Conocimos ayer la imputación de García Ortiz, Fiscal General del Estado, por el delito de revelación de secretos: el álbum de cromos se va completando. Se habla de un “caso PSOE”, de un “caso Moncloa”, pero en realidad ya no hay casos, ni partidos, ni moncloas: solo está Pedro, con sus trajes azules, sus chistes maníacos y su huida histérica hacia un futuro de color hormiga, para él y para todo el país.

Imputada su mujer, imputado el hermano, imputado el novio de Jessica, Sánchez ha estado ocupado últimamente en combatir al pueblo israelí codo a codo con la escoria humana de Hamás, en prometer medidas ya en vigor para temas de vivienda y en pactar con Bildu la reforma de la Ley de Seguridad (seguramente quiso pactar con el Ku Klux Klan las leyes sobre racismo, pero debían de estar ocupados). Su estrategia parece consistir en seguir sonriendo y hacer como que la cosa no va con él. 

Plano medio corto de Pedro Sánchez sentado en su escaño en el Congreso de los Diputados y mirando hacia arriba

Torturada por la inflación, la presión fiscal, la inmigración ilegal y una clase política divida en derecha letárgica e izquierda prostibularia, la ciudadanía ha decidido dar un paso atrás, como Letizia hace en caso de tormenta, para mejor contemplar el colosal colapso del castillo de naipes. En ayuda de Sánchez solo acudirán el habitual coro de charos borrachas y okupas reptantes; en cuanto El País pulse el botón rojo, la caída será cuestión de días.

Eso sí, alguien tendrá que avisar a Núñez Feijóo de que quizás le toque salir del estado de suspensión criogénica en el que lleva hibernando desde las elecciones. Al menos, de Rajoy sabíamos que leía el Marca y fumaba puros; en el caso de sucesor, sospechamos que pasa los días solo en una habitación, mirando por la ventana, cubierto por un tapete, como una mesa camilla.

Primer plano de Francina Armengol, expresidenta del Gobierno Balear, con rostro sonriente

España es un país que, desde la guerra de la Independencia, solo ha tenido que resistirse a sí misma, misión especialmente difícil. Los crímenes de Sánchez no son, en este sentido, los más pavorosos de la historia, pero sí los más cursis. A su esposa le organizaron videoconferencias absurdas con ministros africanos (¿por qué todos los ministros africanos son calvos?), al hermano le montaron óperas en teatros de provincias.

Cuando sea imputada la presidenta del Congreso, tercera autoridad del Estado, quizás la coloquen en la más importante vacante nacional, el puesto de cantante en La Oreja de Van Gogh y veamos a las ministras bailar, ebrias de estrógenos y chifladura, envueltas en banderas palestinas, en los platós de Telecinco.

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