Ada Colau, o cuando el ego te obliga a reventarlo todo
Quién nos iba a decir que el símbolo de la nueva política en Cataluña acabaría vetando unos presupuestos para priorizar su situación personal en el Ayuntamiento de Barcelona
Si yo fuera Yolanda Díaz estaría muy cabreado con Ada Colau. De hecho, creo que cualquier militante socialista, de Sumar o de Esquerra deben odiar ahora mismo a la exalcaldesa de Barcelona. Si asumimos que la gente de orden ya hace años que no puede ver ni en pintura a Colau, podríamos llegar a una conclusión que es hasta bonita. Lo que realmente nos une a todos los catalanes es la animadversión, la pereza que nos da Ada.
Tiene mucho mérito lo que ha conseguido, no lo negaré. Ella sola se ha cargado los presupuestos de la Generalitat con la excusa del Hard Rock. No está dispuesta a ver como ERC entra en el gobierno del Ayuntamiento de Barcelona mientras la vetan a ella. Si Ada Colau pensara en su partido, la solución sería fácil: dimitir de concejala y permitir así que los suyos se pudieran repartir los cargos.
En cambio, la exalcaldesa de Barcelona se enroca en su posición, que es mucho más débil de lo que ella piensa. Jaume Collboni ha demostrado ser paciente, no tener prisa ni entrar en pánico y se atisba imposible que ahora permita a Colau entrar en su gobierno. Más ahora cuando ha dejado también sin presupuestos a Pedro Sánchez y ha puesto la legislatura española otra vez en stand by.
Ada Colau empuja a los Comuns
Porque esto es así de simple: el ego de Ada Colau es el que ha puesto a los Comuns en un callejón sin salida y nos ha llevado a elecciones. Su jugada era un acuerdo a tres bandas para salvar su situación personal, ahora mismo incierta, y no le ha salido bien. Puede parecer que el veto a las cuentas beneficia al partido de Jéssica Albiach, pero todo lo contrario. La versión catalana de Sumar lo pasará mal en estas elecciones y sus relaciones con el PSOE y ERC han quedado muy tocadas.
¿Quién se puede fiar ahora de Ada Colau y los Comuns? ¿Quién querrá gobernar con ellos en Barcelona o la Generalitat? Es más, ¿qué sucederá en el Congreso de los Diputados ahora que Colau ha demostrado que manda más que Yolanda Díaz?
Quizás, el gran problema de Ada Colau es que no tiene alternativa. Ella aseguró que no quiso ser ministra ni eurodiputada, aunque en algunos corrillos de Barcelona afirman que estas posibilidades nunca estuvieron encima de la mesa. ¿Qué haría, pues, Colau si deja la política? Su único trabajo conocido es en una entidad "social", donde hacía de técnica de vivienda a 1.500 euros al mes. Aquí, probablemente, está la llave del asunto.
Si lo recuerdan, la exalcaldesa era el símbolo de la nueva política. Fruto del 15M, venían a cambiar las cosas "desde abajo" y "contra la casta". Trece años después, los que quedan forman ya parte del sistema y se agarran a un cargo público con todas sus fuerzas. Da igual si provocan elecciones anticipadas por interés particular, si dejan a un Gobierno sin opciones de aprobar presupuestos. Lo único que importa no es lo que está en aire, que diría Viva Suecia: es asegurarse cuatro años de buen sueldo en un cargo público.
Solo el tiempo dirá si Ada Colau consigue su objetivo y Jaume Collboni acaba pasando por el aro. Lamentablemente, la política catalana y española se han convertido en un intercambio de cromos donde todo puede pasar. Sin embargo, algunos no perdemos la esperanza de que gente como Colau desaparezca de la vida pública, aunque eso implique firmar el segundo contrato laboral de su vida.
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