Montaje con una calle llena de tránsito y un termómetro señalando 30 grados y un círculo de una gráfica mostrando el alto ambiente atmosférico/oceánico en el Atlántico Nordeste en noviembre
OPINIÓN

Aceptación normalizada del cambio climático

El cambio climático afecta a la humanidad entera, nadie se escapará, no hay donde refugiarse

La humanidad es una sola. Esta noción tan sencilla y preñada de obligaciones entre los humanos ha sido ignorada o negada hasta hace muy poco. Separar por razas —el racismo— es la negación explícita de la unicidad de la especie humana. 

La filosofía ha estado buscando qué podía unir la humanidad sin encontrarlo. A cada respuesta, la filosofía misma se encargaba de encontrar una relativización o una negación. La religión tampoco ha unido, es la ideología más radical, no hay ecumenismo entre confesiones y menos entre religiones. 

Hasta que la ciencia ha “descubierto” aquello que ya existía, pero que era desconocido: el calentamiento global del planeta por una causa antropogénica. Las actividades humanas aportan un suplemento de gases de efecto invernadero, que hacen que la temperatura media del planeta aumente progresivamente desde el inicio de la era industrial a mediados de siglo XIX. 

Las evidencias del fenómeno son aplastantes, el Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) —creado en 1988 participan en él 195 países, el más grande esfuerzo de investigación coordinada de todos los tiempos sobre una materia con los medios tecnológicos más avanzados— actualiza periódicamente los datos, y en cada actualización empeoran. La solvencia científica de los Informes del IPCC no ha sido refutada por una réplica científica mínimamente equiparable.

El cambio climático afecta a la humanidad entera, nadie se escapará, no hay donde refugiarse. No es una tesis filosófica o una creencia religiosa, es un estado físico, constatable e ineludible. Es aquello que más tendría que unir a la humanidad, que inexorablemente comparte las consecuencias, de momento unos habitantes más que otros, pero a largo plazo todo el mundo las sufrirá.

Imagen del pantano de Riudecanyes afectado por la sequía

 Y, sin embargo, la certeza del calentamiento y de las consecuencias que se derivan de este es minimizada o frívolamente negada por individuos, algunos provistos de un gran poder de decisión, como el que poseía Donald Trump cuando era presidente, por asociaciones civiles o religiosas y por formaciones políticas, como las ultraderechas. A la negación se añaden la aceptación y la normalización paralizadoras. 

Estamos asistiendo a la confluencia de dos cambios, el uno físico: la aceleración del calentamiento global con una inquietante incidencia en Europa y, otro, cultural: hemos pasado del desconocimiento generalizado del cambio climático por el común de la gente a la aceptación normalizada del fenómeno, cosa que todavía es más peligrosa que el desconocimiento.

Se vive como si no hubiera un cambio climático de catastróficas consecuencias. En Occidente, China, Japón, Rusia y otras áreas privilegiadas se continúa produciendo y consumiendo como antes del conocimiento generalizado del cambio climático, hay dos guerras abiertas de altísimo poder de destrucción y de contaminación directa e indirecta, además de las guerras civiles endémicas, la descarbonización no solo no se ha frenado, sino que hay una (re)carbonización, y los efectos positivos de los intentos de mitigación del cambio climático son pronto absorbidos por más producción y más consumo, y ahora con el desvío de inmensos recursos hacia la fabricación de armamento.

Columnas de humo de una fàbrica

El cambio cultural sobre el cambio climático se ha producido con inusitada rapidez, coincidiendo con otras “aceptaciones” y “normalizaciones”. Se acepta el bombardeo de poblaciones civiles como una cosa normal, como una necesidad ordinaria de las operaciones militares, y el bombardeo sistemático de la Franja de Gaza en una población indefensa, atrapada en una ratonera en condiciones inhumanas, ha hecho subir el listón de la “normalización” hasta cotas que no se habían visto desde la Segunda Guerra Mundial. 

Las aceptaciones se contagian, se alimentan la una a la otra y producen una insensibilización Si aceptamos como normal “Gaza”, podemos aceptar el calor tórrido, la sequía, una Dana o la subida del nivel del mar y todo a la vez, y al revés, aceptándolo nos hemos preparado para aceptar el cambio climático. 

Si antes la prioridad era el conocimiento del cambio climático y la difusión de este conocimiento, ahora la prioridad es rebelarse contra la aceptación y la normalización de un cambio climático anormal por la intervención humana desestabilizadora, la continuación de la cual solo depende de los humanos.

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