El 9 de junio, confirmemos las empresas constructoras
Si tuviéramos que abandonar de edificio de la Unión Europea, nos quedaríamos sin techo político común
El marketing lo domina todo, bajo su influencia todo es “importante”, “trascendental”, “como nunca”, “no te lo pierdas” etc. La política no escapa a esta vorágine, al contrario, es cada vez más dependiente de ella. Por lo tanto, tratar de convencer el lector que las elecciones europeas del 9-J son transcendentales me parece casi imposible y, aun así, lo intentaré a mi modo porque creo que realmente lo son.
La llamada “construcción europea” es una figura retórica-metafórica que se aviene con el proceso que vivimos en Europa desde los años cincuenta del siglo XX: se ha ido poniendo una pieza tras la otra hasta construir la actual Unión Europea.
Todavía es un edificio inacabado, faltan un par de plantas, le ha salido ya alguna grieta, tiene goteras y humedades y no todos los servicios funcionan satisfactoriamente. Hay motivos de queja, pero es la finca que la mayor parte de los europeos habitamos todo el año, y los adversarios de la construcción, unos de dentro y otros de fuera, querrían derribarla y que volviéramos a las barracas nacionales o que fuéramos unos sin techo viviendo a la intemperie política expuestos a todas las inclemencias y con el oso ruso al acecho.
Si las empresas que hasta ahora han participado en la construcción europea: demócratas cristianos y asimilados, liberales, verdes y socialdemócratas, que forman una especie de consorcio, a veces malavenidas, quiebran, es decir, pierden la mayoría de las acciones que tienen en el Parlamento Europeo, parará la obra, el edificio se degradará y acabará siendo una ruina inhabitable.
Desde las empresas del extremo más a la izquierda se nos dice que otra construcción es posible. Pretenden que la actual construcción con materiales neoliberales es de mala calidad y que muchos de los vecinos pasan frío. Pero, resulta que en el mercado mundial de la construcción no hay más materiales que estos, por todas partes las construcciones se están haciendo con ellos, desde los Estados Unidos a China.
Todo depende de cómo se utilicen los materiales, en la Unión Europea se utilizan con más profesionalidad y atención social que en los Estados Unidos y en China.
Las del extremo más a la derecha quieren que nos mudemos a las barracas nacionales, que según ellos son de lujo. Su oferta es una estafa, una barraca es una barraca, los europeos hemos vivido durante siglos, primero en cavernas y después en barracas. Los españoles vivimos cuarenta años en una barraca, volver a ella sería la peor mudanza que podríamos hacer.
Tenemos que confiar en las actuales empresas constructoras, al fin y al cabo, el edificio, pese a sus defectos, no está nada mal, la prueba la tenemos en las copias que se hacen en Sudamérica, en África, en Asia, todas de solidez y calidad inferiores al modelo original y con muchos menos servicios.
Tenemos la oportunidad de confirmar la confianza en las empresas constructoras, hagámoslo. Ahora bien, participemos en el control de la obra, seamos exigentes con la selección y la colocación de los materiales, que ajusten bien, que no haya filtraciones y humedades, que los acabados duren, que los servicios funcionen a fin de que no haya vecinos que pasen frío o que se quieran marchar.
Y desconfiemos de las ofertas engañosas, de la venta ambulante irregular, de los vendedores piratas infiltrados en las redes sociales, de los representantes de constructoras de fuera, de quienes nos quieren vender su barraca de cartón piedra, donde se malviviría, de quienes quieren el derrumbe de nuestra construcción por envidia, por miedo que sus vecinos comparen como viven ellos y como vivimos nosotros, pese a las grietas y las goteras.
Si la actual construcción se hundiera, si tuviéramos que abandonar de edificio de la Unión Europea, nos quedaríamos sin techo político común, tendríamos que volver a las barracas nacionales donde pasaríamos frío y hambre de verdad. Lo sentiríamos a más no poder porque con la quiebra de las constructoras actuales, el solar europeo rebosante de escombros y desengañados, los vecinos no habría ánimo para levantar una nueva construcción.
El 9 de junio ratifiquemos las empresas conocidas, las otras no llevan buenas intenciones, las referencias no son buenas, se quedarían con los materiales, desmontarían la obra hecha. Seamos prudentes y conservemos lo que tenemos.
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