Primer plano Toni Soler
POLÍTICA

Toni Soler, el mimado de TV3, insulta a los manifestantes contra la amnistía

Particulares metáforas de inspiración extremeña no buscada


Lo de Toni Soler, quizá, deriva de algo tal que eso: un día, de joven y en algún oscuro ‘esplai’, alguien le enseñó un escudo de España para fastidiarle. Al verlo, leyó lo de Plus Ultra y, preso de una mal entendida envidia, decidió que el que iba a ir siempre más allá era él.

Y decimos lo de mal entendida porque, aunque historiador, seguro que no sabe que entre los que fueron más allá figuraron ilustres catalanes como Gaspar de Portolà o Pere Margarit. Sea como fuere, lo cierto es que Soler ha vuelto a lograrlo: ha conseguido ir más allá, pero no para descubrir América. Lo ha hecho en la siempre bien difícil tarea de ser cada día más desagradable.

Mal gusto

El simpar Toni Soler, que cerrará este año facturando por Minoria Absoluta a la CCMA 6,2 millones de euros, considera algo ciertamente extraño. Para él, lo principal de la amnistía al procesismo que impulsa Sánchez no es que sirva para, como dice Bolaños a los comisarios europeos que preguntan, “normalizar” la situación en Cataluña. Lo interesante de la amnistía, cree Soler es que sirve para “dar por el culo”.

¿A quién o a quiénes? Pues, según él, a quienes sienten lo que él considera “rabia colectiva”. Lo ilustra, además, con una imagen de las últimas manifestaciones contra la iniciativa sanchista redactada al dictado de Puigdemont, Turull y sus secuaces. Esta vez, eso sí, Soler lo ha conseguido: sus supuestos chistes tienen todavía menos gracia que los que hizo sobre Martínez Almeyda o la Virgen del Rocío.

Extraño paradigma

Del peculiar razonamiento soleriano se deduce que, al menos para él, la amnistía sería algo tal que un acto sexual desarrollado sin acuerdo previo. Eso, sin duda, vendría a ser dar por el culo a alguien en el sentido que él lo comenta. Con ello, y ahí es nada, estaría igualándose a Rodríguez Ibarra sin saberlo. Y es así porque el expresidente extremeño fue el primero en utilizar metáforas vinculadas a abusos sexuales para hablar de la amnistía.

Al final, es lo que tiene: eres un historiador metido a productor de tele, te levantas un día pensando que eres Miguel Gila y, al siguiente, te quedas en mala copia de Ibarra. 

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