Tambores de guerra dentro de Junts per Catalunya
Dentro el partido de Puigdemont se juegan varias partidas con fecha de caducidad
Junts per Catalunya es seguramente el partido donde debe ser más divertido militar dentro del procesismo. Hay bandos, mártires y una voluntad constante de poner a prueba la unidad interna de la formación. Es sorprendente que a día de hoy -30 de junio por la mañana- Junts aún sea una sola formación política donde convivan Míriam Nogueras, Marc Castells i Xavier Trias.
Algunas teorías sostienen que el procés terminará el día que Junts per Catalunya se divida en dos formaciones. Sobrevaloramos al sector de Jordi Turull y Josep Rull y creímos -equivocadamente- que ser harían amos y señores del partido. Pero el sector Waterloo sigue dominando unas bases cada vez menores, pero aún partidarias de la confrontación y la queja como norma.
La paradoja de Junts per Catalunya es compleja: sus -pocos- cargos que gestionan poder abogan por la centralidad y la moderación. Gente como Trias, que quiere poder hablar con el PP de Feijóo o Jaime Giró, acostumbrado al poder y no a la marginalidad política.
Lo que pasa es que, como hemos dicho, son cada vez menos. Junts solo gobierna en una de las cuatro diputaciones. Su ciudad más importante es Sant Cugat del Vallés, con 87.000 habitantes. La mayoría de los cargos intermedios del partido ya no tiene cargo público, de modo que le da igual apostar por la radicalidad. Y más si se consulta a las bases, que aún serían más extremistas.
Quién manda, pues, realmente es Carles Puigdemont desde Bélgica, eurodiputado a 9.000 euros al mes. A Puigdemont pues, no le importa demasiado si no se está en el Govern, en el Ayuntamiento de Barcelona o en la Diputació. Tampoco podría ocupar él uno de estos cargos.
La Diputació de Barcelona, la nueva batalla interna de Junts
Esta es la situación de Junts per Catalunya. Puigdemont gana siempre, de momento. El próximo 13 de julio se constituye el pleno de la Diputació de Barcelona y los juntaires aún creen que la pueden gobernar. Descartado el PSC, les queda una carambola casi imposible y más aún si su rival son los socialistas, un partido acostumbrado a mandar.
Los problemas para Junts pueden ser dobles: perder la Diputació, que se da por sentado, y ver como varios de sus diputados provinciales rompen la disciplina de voto.
La fuerza municipal de Junts fue en gran parte porque sumaron a muchos alcaldes históricos del PDeCAT. Su máxima expresión son los de Impulsem Penedès, la marca que el PDeCAT y Junts usaron para ir de la mano en estas comarcas. Impulsem tiene cuenta con 2 diputados de los 12 que tiene Junts. Y cada vez suena con más fuerza que estos dos ediles puedan dar su apoyo al PSC en la Diputació de Barcelona.
Junts per Catalunya confia en qué no habrá escisión, pero no las tiene todas. Los alcaldes del entorno de la antigua Convergència están acostumbrados a formar parte del tablero político y gobernar. Junts está secuestrada ahora mismo por aquellos que son felices en el activismo y la pataleta. El divorcio juntaire inevitable podría llegar antes de lo pensado.
Más noticias: