La candidata de Junts al Congreso por Barcelona, Míriam Nogueras, interviene en el mitin central del partido JxCAT, a 16 de julio de 2023, en en Amer, Girona
POLÍTICA

El síndrome del niño malcriado se apodera de los partidos procesistas

Junts per Catalunya, el máximo exponente de una forma infantil de hacer política y de la que otros ya avisaron en campaña


O piensas lo mismo que yo o eres extrema derecha. Hoy firmo un acuerdo, la semana que viene me desdigo. Tu Estado es franquista, nada democrático, pero me he convertido en tu socio estable desde 2018. Exijo la unidad mientras expulso a diputados de mi partido porque piensan distinto. 

Podrían ser frases de camisetas o de tazas rollo Mr Wonderful. Sin embargo, es el día a día de los partidos procesistas, empeñados en querer jugar a la gobernabilidad de España mientras demuestran ser cero fiables. Lo dijo Roger Montañola en campaña electoral. El jefe de filas del PDeCAT se reivindicó como alguien que quería hacer política para adultos, mientras que Junts quería hacer "política adolescente". 

Montañola lo resumió perfectamente en seis palabras: "Parecen anclados con unas juventudes políticas". Él se refería al partido de Carles Puigdemont, pero sería extensible al procesismo en general. Y, es más, no es que se comporten como adolescentes, es que son niños malcriados. La adolescencia es una etapa vital que pasamos todos. Por suerte, no todos los niños tiene rabietas o se creen los jefes de su casa.

Si uno navega por internet se encuentra con múltiples artículos que identifican los síntomas del niño malcriado. No realiza sus tareas, tiene rabietas frecuentes, es egoísta, agresivo y le faltan modales. Son algunos de ellos, no todos.

La candidata número 1 de Junts per Catalunya por Barcelona al Congreso de los Diputados, Míriam Nogueras, y el secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull, a su llegada a una reunión del partido para valorar los resultados de las elecciones del 23J

La enésima rabieta de Junts per Catalunya

Ayer martes, Junts per Catalunya cambiaba su voto pactado con sus socios unos días antes. La portavoz de Junts, Míriam Nogueras varió su opinión durante la semana y exigió cambios tras un acuerdo en firme. El temor a que Carles Puigdemont sea el único sin amnistiar movió el partido, que llegó a acusar de franquista al Estado con quien quiere pactar la ley. Ahora me enfado, no respiro y exijo que seas tú quien te muevas o me iré. Así funciona Junts per Catalunya desde hace años. 

Todos conocemos niños que imponen normas día sí y día también a sus padres. Son ellos los que marcan si se va o no a un evento, el tiempo que se quedarán y qué comprarán de camino a casa. De lo contrario, el niño entrará cólera y sus padres acabarán siendo sumisos para evitar sus enfados. Este miércoles Bildu aprovechaba el momento de extrema debilidad de Pedro Sánchez para mandarle un aviso: la legislatura durará mientras el Gobierno "responda a exigencias del independentismo". 

Y, claro, cuando malcrías a tu hijo, no solo debes aguantar sus rabietas y exigencias. Cada día que pasa, crece su poder sobre ti y cada vez las exigencias son mayores. La política se basa en gobernar, en llegar a acuerdos que favorezcan a la mayoría y en entender que no va de razones, sino de sentido común. Las advertencias diarias de Junts per Catalunya en gran medida y de los procesistas en general, responden en gran parte a criterios egoístas, a qué hay de lo mío.

Llevamos semanas en Cataluña donde la ley de amnistía abre telediarios, protagoniza tertulias de radio y tiene todas las portadas de periódico. El texto acabará con causas abiertas de 1.500 personas. De ellas, solo una quincena podría acabar en la cárcel y cuatro personas podrían volver a Cataluña. Simplificando: Junts no quiso aprobar la amnistía porque quizás varios cargos políticos quedarían fuera de ella. Ahora mismo, el futuro de unas diez personas marca la política catalana.

Montaje con tres planos medios de Míriam Nogueras, Carles Puigdemont y Gabriel Rufián con caras de preocupación

Hasta el PNV se da cuenta

Y no solo eso, Junts per Catalunya sigue lanzando amenazas a Pedro Sánchez y exigencias. Imagínense si la rabieta de niño malcriado es evidente que hasta el PNV ha dicho basta y Urkullu ha verbalizado su enfado criticando el "cambio de criterio" de los de Puigdemont. Los nacionalistas vascos, que habían dado un voto de confianza a Junts han tardado dos meses en darse cuenta de que el procesismo sigue no siendo de fiar. El PNV será muchas cosas, pero históricamente ha entendido la importancia de la estabilidad para que las cosas fluyan, todo lo contrario de los de Puigdemont, que conciben la política como algo egoísta y para su propio beneficio.

Es tal el síndrome de niño malcriado de Junts, que a su lado Esquerra parece un partido estadista. Su política sigue siendo adolescente, un quiero y no puedo de manual. No acaban de entender a la ciudadanía y han copado la administración de gente afín, que no preparada. Y de vez en cuando, como ayer con Pilar Vallugera, sacan a relucir sus pocos modales con sus socios. Y ese es otro de los grandes problemas de ERC: parece que se avergüencen de lo que quieren ser y necesitan acusar a los otros para sentirse bien.

Uno no puede atacar al PSOE por la amnistía, acusar a España de antidemocrática y pactar con ellos desde 2018. Si apuestas por la estabilidad, por querer ser un partido de fiar, alguien con quien hacer negocios, debes comportarte como tal. No sirve de nada tener alguna rabieta de vez en cuando o hacer un tuit a lo Rufián, porque la realidad es la que es. Y aquí rae el principal problema de Pedro Sánchez: aunque ceda, aunque les compre lo que pidan, las exigencias irán a más. Porque no trata con adultos.

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