El pragmatismo se impone en Junts para sobrevivir
Carles Puigdemont se apoya en el sector de Jordi Turull para volver a la vieja convergencia
El partido de Carles Puigdemont ha abandonado finalmente la estrategia de la huida hacia adelante para aferrarse al pragmatismo. El pacto de investidura entre Junts y el PSOE marcó un punto de inflexión para la formación. Los últimos movimientos no hacen sino confirmar el regreso de los postconvergentes a sus orígenes.
Por un lado está la acelerada descomposición del procesismo, que ha obligado a la cúpula de Junts a rectificar su camino. Por otro lado está la crisis interna del partido, condenado más temprano que tarde a acabar con las luchas internas. Y finalmente el contexto político actual, con cambios de gobierno en España y en Cataluña.
Las declaraciones de ayer de Anna Erra, abriendo la puerta a aprobar los presupuestos del Govern, son una muestra más del giro. Los postconvergentes, que llevan tiempo pidiendo elecciones anticipadas, salen al rescate del Govern por puro tacticismo. Lo cual demuestra que en Junts se ha impuesto el pragmatismo para sobrevivir.
De la debacle a la oportunidad
Junts perdió en las elecciones municipales del 28-M y los pactos postelectorales casi todo su poder territorial. Las alarmas se encendieron en el partido de Carles Puigdemont, que de pronto parecía abocado al desastre. Poco después la justicia europea le retiró la inmunidad abriendo así la puerta a una inminente detención y extradición.
No tardaron en aparecer las voces críticas contra la estrategia del exilio, mientras el partido se desgastaba en la guerra interna entre sus dos sectores. Jordi Turull impuso a Anna Erra como candidata a la presidencia del Parlament, pero Laura Borràs consiguió retener la presidencia. Carles Puigdemont seguía haciendo de contrapeso entre el sector pragmático y el radical, pero su autoridad parecía apagarse.
Luego, contra todo pronóstico, los resultados electorales del 23-J ofrecieron un salvavidas para Junts al darle la llave de la gobernabilidad en España. Puigdemont se hizo el duro, aunque desde el principio tuvo claro que no tenía demasiadas salidas. Solo un pacto con el PSOE lograría mantener a flote el proyecto a la deriva de su partido.
Hacer política en Madrid y ser el partido del orden en Cataluña
Carles Puigdemont dijo sí al PSOE por puro pragmatismo. Por un lado, poner en marcha la legislatura le permitía a Junts mantener su privilegiada posición en el Congreso, lo cual significaba no solo poder y visibilidad, sino también dinero. Pero además, permitía a Junts salir de su aislamiento y volver al juego político.
No es extraño que en las últimas semanas dirigentes de Junts se hayan reunido con el PP para explorar posibles pactos de legislatura. Forma parte del giro ideológico a la derecha y la necesidad de distanciarse tanto del PSOE como de ERC. Por otro lado está el contexto catalán, con las elecciones autonómicas a la vuelta de la esquina.
Junts necesita pelear no solo con ERC sino también con la nueva amenaza que supone el independentismo identitario de Aliança Catalana y Sílvia Orriols. El nuevo contexto político ha hecho ver a Carles Puigdemont que para sobrevivir, tiene que volver a ocupar el espacio de la vieja convergencia. Es decir, ser el partido del orden en Cataluña y del juego político en Madrid.
Hacia el congreso nacional
El sector pragmático de la vieja guardia convergente representado por Jordi Turull y Josep Rull se ha impuesto al sector radical de Laura Borràs. Pero falta dar el golpe definitivo para acabar con la bicefalia dentro del partido. El momento definitivo podría llegar con el congreso nacional previsto para este 2024.
Puigdemont y Turull planean un cambio de estatutos para desbancar a Laura Borràs y, una vez aprobada la ley de amnistía, catapultar a Puigdemont a la presidencia. El riesgo es que con Borràs se vaya también una parte importante de la militancia fiel a la presidenta. Estos podrían acabar en las nuevas opciones políticas del independentismo radical.
Con la caída de Laura Borràs desaparece una línea política de nuevo cuño que se acopló al núcleo duro del partido procedente de la vieja convergencia. La presidenta representaba a los hiperventilados partidarios de la vía unilateral y la ruptura con ERC. Una opción atractiva durante un tiempo, pero que en estos momentos cerraba demasiadas puertas en un momento en el que Junts lucha por sobrevivir.
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