Más de diez años de procés para acabar pidiendo el catalán en Europa
ERC y Junts lo venden como una conquista histórica
Aunque el independentismo vende la lucha por la oficialidad del catalán en Europa como una hazaña, Jordi Pujol ya lo pedía en 1986. Uno se pregunta si más de diez de años de procés fueron para acabar pidiendo esto. O si lo de hoy no deja un poco más al descubierto la gran mentira del procesismo.
La actualidad política viene marcada hoy por el debate sobre la oficialidad del catalán, el vasco y el gallego en el parlamento europeo. El Consejo de Asuntos Generales de la UE aborda esta mañana la solicitud de España para modificar el reglamento lingüístico. Este mediodía, el Congreso votará también la reforma para permitir el uso de las lenguas regionales.
Junts se cuelga la medalla y advierte al Gobierno español de que la oficialidad del catalán en Europa es clave para la investidura. Sin embargo, hay muchos estados miembros de la UE que tienen serias dudas. Y es que el catalán en Europa ni es un debate nuevo, ni interesa demasiado allende nuestras fronteras.
Nada demasiado original
ERC y Junts han conseguido reubicar un viejo debate en el marco actual de la negociación con Madrid como si fuera algo rompedor. La realidad es que Jordi Pujol ya intentó impulsar el catalán en las instituciones europeas cuando España entró en la UE, en 1986. Desde entonces ha sido un sueño incumplido del nacionalismo catalán.
Ya saben lo que ocurrió después. Convergència i Unió, acechada por la corrupción y la conflictividad social derivada de la crisis, se embarcó en la aventura del Procés arrastrando con ella a toda la sociedad catalana. El independentismo trazó una hoja de ruta que prometía declarar la independencia en 18 meses.
Desde entonces, el procesismo ha ido de derrota en derrota, y en cada nuevo fracaso ha ido cambiando los objetivos. Primero el referéndum, luego la vía unilateral, después la mesa de negociación, el acuerdo de claridad y vuelta al referéndum y la unilateralidad. Lo que no entraba en los planes era vender lo de hoy como una conquista histórica.
No las tienen todas consigo
Campañas a favor del catalán en Europa, mensajes institucionales, peticiones de figuras relevantes como Josep Guardiola o el propio Pere Aragonès. Es evidente que han convertido este tema en una prioridad y se han empleado a fondo. Esto contrasta con el desinterés que genera la cuestión en el resto de Europa.
Aunque el catalán es la lengua minoritaria más hablada en el continente, el resto de estados lo ven como un gasto superfluo en época de crisis. A nadie se le escapa, además, que su petición tantos años después responde a la coyuntura actual en España. Es decir, al chantaje del independentismo al Gobierno a cambio de sus votos por la investidura.
El furor desatado en Cataluña deja entrever también que ERC y Junts no las tienen todas consigo. Ante la posibilidad de que sus grandes objetivos (amnistía y referéndum) acaben naufragando, presentan cualquier logro como una gran victoria. La prensa afín se encarga de explotarlo.
Mil millones de euros
La propuesta del catalán en Europa genera dudas por varios aspectos, pero uno de ellos es el económico. El coste de la traducción y los servicios lingüísticos asciende a mil millones, el 1% del presupuesto europeo. La multiplicación de estos costes choca con las directrices actuales de la UE de máxima austeridad ante la crisis.
Lo mismo ocurre en el Congreso, donde se invertirán decenas de miles de euros para un servicio que muchos consideran innecesario. Nacionalistas e independentistas utilizarán la sesión de hoy para mostrar su posición de fuerza. Una distracción más mientras Sánchez y Puigdemont siguen negociando las cuestiones mollares.
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