Marta Rovira de ERC levanta el puño en un evento con un fondo amarillo que tiene texto parcialmente visible.
POLÍTICA

Marta Rovira y el ocaso de la élite procesista

El declive de la secretaria general de ERC refleja el proceso de descomposición moral de los dirigentes del Procés

En una década el Procés ha acabado con la prosperidad económica y social en Cataluña y con su estabilidad político, pero no solo eso. El proceso soberanista catalán se ha llevado por delante a toda una generación de jóvenes políticos que irrumpieron en un momento de cambio con esperanzados aires de renovación. La mayor parte de la élite procesista ha desaparecido, y los que quedan en pie, como Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, resisten en un agónico declive sin el apoyo del que antaño disfrutaron.

Artur Mas fue el primero en caer, sacrificado por una CUP cuyos líderes -David Fernández, Anna Gabriel y Quim Arrufat- son ya solo un nebuloso recuerdo. Aquellos años dorados del procés alumbraron el ascenso de personajes como Antonio Baños, Carme Forcadell, Jordi Sánchez, Jordi Cuixart, Quim Torra, Clara Ponsatí y Laura Borràs, entre otros muchos. Con el tiempo, su gloria quedó sepultada bajo los escombros del Procés dejando al descubierto la única verdad, que todo había sido un espejismo.

Abrazo entre Artur Mas y David Fernández delante de los medios en 2014

La descomposición de la CUP fue sintomática del auge y el declive de los anhelos indepes, pero también de la diferencia entre una organización novel y los dos grandes partidos del ecosistema político catalán. Porque si la agonía del Procés se había llevado por delante a los cupaires, en cambio las casas de CiU (o sea, Junts) y ERC permanecían en pie. Los líderes de segunda fila irían desapareciendo poco a poco, pero sus tótems han sobrevivido hasta ahora: Carles Puigdemont, Jordi Turull y Josep Rull en Junts, y Oriol Junqueras y Marta Rovira en ERC.

Ha sido, eso sí, una resistencia pírrica. Carles Puigdemont resiste en su posición con el crédito agotado y su partido fuera de las principales instituciones. Oriol Junqueras está a la espera de lo que depare el congreso nacional de ERC en noviembre, en el que Marta Rovira, su hasta hace poco compañera de viaje en la cúpula de Esquerra, está armando en la sombra una candidatura alternativa. Declive, aislamiento y lucha por el poder, esto es en lo que ha derivado el Procés una década después.

Marta Rovira y Carles Puigdemont, líneas paralelas que convergen

Marta Rovira encarna precisamente la tragedia del sacrificio de la élite procesista en manos del fracaso y la frustración. En su figura contrasta precisamente el trasfondo heroico y épico con el que se engalanó el Procés y su prosaico final, cuya representación más bochornosa es la implosión de ERC. El partido se ve salpicado constantemente con escándalos de dudosa reputación y su dirección, expuesta la escarnio público, demuestra carecer de la altura moral de la que solían vanagloriarse cuando el viento soplaba a favor.

La secretaria general de ERC había conseguido durante mucho tiempo esquivar el desgaste de otras figuras del partido como el propio Junqueras o Gabriel Rufián. Su “exilio” en Suiza y la distancia con la gestión diaria le habían permitido conservar un cierto prestigio entre el independentismo como una de las protagonistas de la hazaña de 2017. Pero también este encanterio ha acabado por romperse, tan pronto como la lucha por el poder en ERC la obligó a interrumpir abruptamente su retiro en Suiza y ponerse al frente de las negociaciones con el PSC.

Hombre con gafas y cabello canoso en una conferencia de prensa frente a un fondo azul con texto y una bandera catalana.

Curiosamente, algo muy parecido le ocurrió a Carles Puigdemont, cuya estrella empezó a apagarse cuando la lucha por el poder con ERC le obligó a abandonar su aislamiento en Waterloo para negociar con el PSOE. Su vuelta del exilio, que tenía que ser un momento histórico y acabó en sainete, es también un ejemplo del contraste entre la épica del relato y la cruda realidad. Esto revela en todo caso el fin de la élite procesista que, llámese Carles Puigdemont o Marta Rovira, en su intento por salvaguardar su propio espacio de poder acabaron traicionando a las bases independentistas.

Agotados en su propia mentira

Ahora se ha conocido que Marta Rovira no solo conocía la existencia de una estructura B de ERC dedicada a la guerra sucia contra sus rivales, sino que animó a utilizarla para sacar rédito electoral. Se han filtrado mensajes privados en los que pedía a los dirigentes de ERC utilizar los carteles ofensivos contra Maragall para “arrancar algunos votos de solidaridad”. Esto demuestra, por un lado, la dudosa catadura moral de la secretaria general de ERC, y por otro, la falta de escrúpulos de los dirigentes de ERC que en plena lucha por el poder son capaces de filtrar estos mensajes para perjudicar al adversario.

Poco edificante, en todo caso, para quien aterrizó en la política catalana para salvar al país de la decadencia moral y la tiranía española. Las ansias de regeneración desaparecieron tan pronto como el fracaso del proyecto independentista dio paso a una lucha por el poder. Primero entre ERC y los herederos de CiU para hacerse con la hegemonía del espacio independentista en el postprocés, y después dentro de los propios partidos a medida que la traición se hizo más evidente y las bases empezaron a darles la espalda.

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