Las élites también contribuyeron a la caída del Imperio Romano
El historiador Soto Chica culpa también a la “desafección”
La pregunta del millón: ¿Por qué cayó el Imperio Romano? Tradicionalmente, se ha atribuido la causa a las invasiones bárbaras. Los romanos, en efecto, ya tuvieron que lidiar en su día con francos, alamanes, pictos o escotos.
A la que se unieron después godos, visigodos, suevos y alanos. Una “fenomenal sequía” en el siglo IV dejó a los hunos sin pastos en Asia central y empezaron a empujar al resto.
En segundo lugar, a las guerras civiles, casi una tradición desde la fundación del Imperio. En el siglo citado hubo más de una docena entre usurpaciones, alzamientos y rebeliones.
Pero el historiador José Soto Chica (Santa Fe, Granada, 1951) aporta otra causa en su libro “El Águila y los Cuervos” (Desperta Ferro, 500 páginas, 26,95 euros): el factor humano. En su opinión, “la desafección y desconfianza de las élites occidentales” hacia el gobierno imperial fue también clave.
Por eso saca conclusiones nada más empezar y anima a "observar con más desconfianza a nuestros gobernantes y a ser más exigentes con nuestras élites”. Para él, la historia de Roma es “la historia de cómo la mediocridad puede derribar un imperio”.
En efecto, las élites romanas -con el emperador de turno a la cabeza- utilizaron a los bárbaros para guerrear entre ellos hasta que estos descubrieron que para guerrear a favor del emperador, mejor guerrear en beneficio propio.
Pero nada presagiaba el fin del Imperio Romano setenta años antes de su caída. Todavía se extendía por todo el Mediterráneo, seguía siendo una poderosa máquina militar, la inflación estaba relativamente bajo control y el clima favorecía las cosechas. Hasta se cultivaba en el desierto del Neguev, en el actual Israel.
Y mucho menos la del Imperio Romano de Occidente. Al fin y al cabo, la parte oriental sufrió una derrota antológica en Adrianópolis en el año 378, que le costó la vida al propio emperador Valente. Mientras que la parte occidental derrotó a Atila en la batalla de los Campos Cataláunicos en el 451. Sin embargo, acabó cayendo el Imperio de Occidente poco después (476).
Soto Chica ha publicado también, además de la obra citada, dos libros más sobre la materia: "Imperios y bárbaros. La guerra en la Edad Oscura" y "Visigodos. Hijos de un Dios furioso”. Todo haciendo frente a la adversidad.
Antes de dedicarse a la historia, fue militar profesional y estuvo destinado a la Misión de Paz de la ONU (UMPROFOR) en Bosnia-Herzegovina. Un accidente con explosivos en la base militar de Cerro Muriano (Córdoba) le costó una pierna y lo dejó ciego.
Apenas un año después del incidente se matriculó en la Universidad de Granada, y en la actualidad es doctor en historia medieval y profesor contratado, doctor de la Universidad de Granada e investigador del Centro de Estudios Bizantinos.
Quizá por eso empieza a ser conocido como el ‘Gibbon español’ por su manejo de las fuentes clásicas y sus conocimientos enciclopédicos. Edward Gibbon (1737-1794) fue un historiador británico que ha pasado a la historia como uno de los más importantes.
Autor de la monumental “Decadencia y caída del Imperio Romano”. Fue publicada en varios volúmenes entre 1776 y 1788. En su versión en castellano son casi 5.000 páginas. Winston Churchill se la llevó a la India cuando, de joven, fue destinado ahí como teniente de húsares.
Y el propio Hugh Thomas, en el prefacio de su obra sobre “La conquista de México” (1993), advierte: “Today we are all, as it were, Gibbonians”. “Hoy día todos somos gibbonenses, seguidores de Gibbon”. Con mala suerte con el amor, Gibbon se volcó en su obra.
Cierto, en Suiza conoció a una joven llamada Suzanne Curchod, que más tarde sería la esposa de Jacques Necker (1732-1804), el ministro que intentó enderezar las finanzas antes de la Revolución Francesa. Fruto de este matrimonio nació Madame de Staël, probablemente la antibonapartista más famosa y bella de la historia.
El catedrático de historia medieval de la Universidad CEU San Pablo, Manuel Alejandro Rodríguez, autor del prólogo, también considera que Soto Chica está a la altura de otros historiadores contemporáneos especializados en el período como Peter Heather, Chris Wickham o Adrian Goldsworthy.
Empezábamos esta crónica con una pregunta. Aunque quizá la incógnita no es por qué cayó Roma, sino como pudo durar tanto tiempo con emperadores como Tiberio, Calígula, Nerón, Domiciano o Heliogábalo, entre otros.
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