Las elecciones generales en las islas Baleares: recuento de daños
PP y PSOE consiguieron empatar en número de diputados
La cita electoral del domingo pasó por Baleares como una de esas granizadas de otoño que causan diez minutos de terror civil, horas de conversaciones y videos caseros, pero que a la larga no alteran en absoluto nada que tenga la menor importancia.
El PP abordó las elecciones como quien enciende un puro después de comer: la fiesta de las elecciones municipales había dado paso a la noble tarea de ir rellenando las instituciones con afiliados, como quien rellena unas berenjenas. El truco, en ambos casos, consiste en no tener prisa y que lo pastoso del contenido no desborde la fragilidad del continente. Según este esquema perezoso, el PP dejó que el diputado Marí encabezara la campaña. Marí es un hombre de color ceniza cuyo principal mérito consiste en haber sido algo, en algún momento, en algún sitio, algo que nadie recuerda. La lucha por el famoso cuarto diputado, que todos daban por ganada, ni siquiera llegó a celebrarse. El PP lo perdió sin enterarse, sin alterarse, sin prestar demasiada atención.
El PSOE confió su campaña a la destronada Armengol, quien se dedicó a aparecer aquí y allá con aspecto de tía soltera en una primera comunión, solo capaz de provocar una prudente mezcla de grima y compasión. Mientras estaban todos ocupados en desalojar despachos y hacerse los dignos, ganaron su tercer diputado como si se les hubiera subido un polizón a bordo. El domingo por la noche, tan sorprendidos como el resto del mundo, dieron unos discursos imposibles en los que no se sabía si hablaban como gobierno saliente, como gobierno entrante o como adolescentes enamorados, víctimas de la más dulce de las confusiones.
Los soberanistas del PSM, a bordo de ese autobús de Calcuta llamado Sumar, han conseguido colocar al senador Vidal como diputado Vidal. Se trata de un señor aparatoso, oblongo, poco comunicativo, que ha llegado a donde está sin que nadie sepa muy bien cómo. Cuando saludaba desde el escenario parecía estar llamando a un socorrista.
El perdedor de la noche fue Jorge Campos, que se dejó un escaño en el camino y ni pestañeó. Obigado a dejar lo política isleña por los suyos, el líder verde siguió la estela de Abascal, quien no dedicó un minuto a hablar de la pérdida de veinte diputados. Se ve que en Vox practican una especie de extinción estoica, que les llevará a una irrelevancia silenciosa pero, eso sí, abarrotada de Txapotes y banderitas
Las granizadas rompen un par de toldos, asustan a las abuelas y abollan los coches aparcados. Pero poco más.
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