Se hunde toda la estrategia del 'exilio' y Puigdemont queda a los pies de los caballos
La retirada de la inmunidad pone en jaque el relato de Waterloo
Mazazo para los “exiliados” del procés. El Tribunal General de la Unión Europea (TGUE) ha dictaminado esta mañana que Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí no tienen inmunidad parlamentaria. Esto permite al juez Llarena reactivar las órdenes de detención para traerlos a España y que sean juzgados.
Se trata de un duro mazazo para el procesismo, que sustentó su estrategia en la internacionalización del conflicto catalán y el mito de los exiliados.
Tras la fallida declaración unilateral de independencia en Cataluña, siete líderes del procés huyeron del país. Desde entonces, la propaganda independentista urdió un relato consistente en vincular a los fugados con el exilio republicano de 1939. Algo, por cierto, que fue criticado por la Asociación Catalana de Expresos del Franquismo.
A lo largo de estos seis años, los “exiliados” han atravesado un complejo periplo judicial de detenciones, prisiones preventivas, recursos, inmunidades y órdenes de detención. Algunos, como Meritxell Serret y Anna Gabriel, volvieron a España. Otros, como el núcleo duro de Waterloo, persistieron en su estrategia de quedarse en el extranjero y seguir alimentando el mito del exilio.
De la épica al olvido
Hubo un momento en el que el mito del exilio jugó un papel fundamental.
Por un lado, sirvió para legitimar a los líderes del procés cesados por el 155, y en especial a Carles Puigdemont como presidente legítimo de Cataluña. Por otro lado, la carga simbólica reforzaba el relato del combate democrático contra la “dictadura española”. Por lo tanto, el “exilio” permitió seguir alimentando el sueño independentista tras la derrota y movilizar a las bases en las calles.
Pero el paso de los años y la progresiva desescalada del conflicto catalán ha ido arrinconando a los exiliados a una mera referencia folclórica. La figura de Puigdemont y órganos como el Consell de la República ya no representan más que a un independentismo radicalizado y cada vez más aislado.
Su capacidad de influencia se vio aún más reducida con los indultos y la salida de la cárcel de Oriol Junqueras. El liderazgo del procés en manos de Junqueras y Aragonès ha erosionado aún más la “legitimidad” de Puigdemont.
Desde entonces se debate entre volver a España como un nuevo Tarradellas y encabezar la batalla final por la hegemonía del independentismo. O seguir alimentando el mito del exilio desde el ostracismo de Waterloo.
Adiós al mito del 'exilio'
Las pequeñas victorias judiciales en Europa eran el clavo ardiendo de Puigdemont y sus acólitos para mantener vivo el relato. Ahora, la retirada de la inmunidad hace que el mito del exilio se venga abajo y Puigdemont quede a los pies de los caballos.
Judicialmente, Puigdemont y los suyos aún pueden recurrir y seguir alargando el proceso judicial para ganar tiempo. Pero política y moralmente supone una dura derrota para su estrategia. La retirada de la inmunidad acerca un poco más el momento más temido para los “exiliados”, su imagen sentados frente a la justicia española.
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