
De la gran esperanza al baño de realidad: El Govern de Salvador Illa cumple 300 días
El PSC quería abrir un gran espacio de centro pero ha acabado dejándose arrastrar por una izquierda en declive
Este miércoles 4 de junio se cumplen 300 días de la investidura de Salvador Illa como presidente de Cataluña. Llegó a la Generalitat con la esperanza de abrir una nueva etapa en Cataluña tras una larga década de procesismo. Incapaz de abrir un nuevo espacio de centro, se ha acabado viendo arrastrado a la izquierda por sus socios en declive (ERC y Comuns).

Los primeros meses de su gobierno se han visto marcados por el talante y la discreción en un Parlament polarizado y tensionado. En su investidura anunció la “tercera transformación de Cataluña”. Esta contaba con cuatro ejes -la normalidad institucional, la transformación económica, la transición ecológica y la recuperación de los servicios públicos.
Por el camino se ha encontrado con crisis importantes como Rodalies, el apagón eléctrico y la DAGAIA. También ha afrontado el reto de la transformación en Interior y Justicia para poner freno a la delincuencia y la inseguridad. ¿Cuále es el balance de todo esto?
Un Govern de buenas intenciones
En su haber está la reducción de la inseguridad (al menos en cuanto a las cifras oficiales). Cataluña ha sido la comunidad de España que más ha reducido la criminalidad, un 6%, en el primer trimestre de 2025. El cambio de paradigma en Interior y los planes de choque contra la delincuencia están funcionando, pero aún queda mucho por hacer.
El PSC también ha conseguido una relativa normalización institucional con cosas que eran impensables en la Cataluña procesista. Esto ha dado un nuevo impulso a la economía, con más crecimiento y más atracción de la inversión. Cataluña ha conseguido recuperar el pulso económico con Madrid y volver a activar la confianza de los empresarios.
El Govern afronta también una ambiciosa reforma de la administración e importantes retos en economía y otros sectores estratégicos. Los socialistas esperan ver culminada su obra al término de la legislatura. Entonces podrá decirse si ha sido un éxito o un fracaso.
Sin posibilidad de consenso
De momento, lo que se puede decir es que el balance está lejos del triunfalismo. Illa no ha conseguido consolidar un espacio de centro suficientemente fuerte para garantizar la estabilidad. Gobierna sin presupuestos por el capricho de su socio prioritario, ERC, que intenta condicionar su política a través de la negociación del suplemento de crédito.

Una muestra de que Cataluña no ha recuperado la plena normalidad es el cordón sanitario impuesto a formaciones como Vox y Aliança Catalana. Esto impide la normalidad democrática en Cataluña y convierte al PSC en rehén del procesismo y la izquierda radical.
Los socialistas se han visto obligados a ceder ante la extrema izquierda en temas como la vivienda, la fiscalidad y el modelo económico. Esto le impide explorar otras alianzas en la línea del consenso al que aspiraba al empezar la legislatura.
El resultado es un PSC que no consigue marcar sello propio en el Govern y que se ve constantemente condicionado por las exigencias de sus socios. Esto hace que, pese a la promesa de pasar página, Cataluña siga en manos de los mismos que han gobernado estos últimos años. ERC, Comuns y la CUP consiguen así perpetuar su fracasada política de vivienda y el infierno fiscal para los catalanes.
Gobierno débil en manos de minorías
El problema para Illa es que ya ha elegido a sus compañeros de viaje y esto condicionará toda su obra de gobierno. Los empresarios, que en su momento optaron por el PSC como alternativa de gobierno en Cataluña, ahora empiezan a mostrar sus reservas. Otro reto es el de recuperar la confianza de las clases medias, que ahogadas por la presión fiscal y víctimas de la inseguridad y la degradación social, pueden verse tentadas por las opciones populistas en auge.

En definitiva, habrá que esperar para ver si Illa consigue completar su "transformación" de Cataluña. Pero los 300 primeros días muestran un gobierno débil en manos de minorías radicalizadas y cada vez más marginales. Esto condiciona las políticas del gobierno y los amplios consensos que necesita la región en la ansiada recuperación del centro político.
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