
Tras Salt y Mataró, Lérida evidencia la quiebra del orden público en Cataluña
Barrios como Font de la Pòlvora, Cerdanyola i La Mariola se acercan peligrosamente a zonas no-go
Un nuevo estallido de violencia, esta vez en Lérida, ha puesto en evidencia la preocupante pérdida de control del orden público en Cataluña. Con matices, los disturbios vividos las últimas semanas en Salt, Mataró y Lérida, comparten un mismo patrón. Se trata de barrios muy degradados donde las fuerzas del orden han perdido cualquier autoridad.
Barrios como Font de la Pòlvora (Girona), Cerdanyola (Mataró) y La Mariola (Lérida) se acercan peligrosamente a las zonas no-go que existen en países como Francia y Suecia. Las zonas no-go son espacios dominados por contracomunidades donde impera su propia ley y la policía ni se atreve a entrar. Son mini-estados étnicos que usurpan la aurotidad al Estado.

Esta situación no es nueva, y viene viviéndose en barrios conflictivos como La Mina (Barcelona), San Cosme (El Prat) y La Florida (L'Hospitalet). Pero estos lugares responden a dinámicas particulares que hasta ahora podían verse como casos aislados. La reproducción de estos modelos a otros barrios y ciudades hace pensar en un fenómeno más global y preocupante.
De Font de la Pòlvora a La Mariola
El primer aviso serio fue en el barrio Font de la Pòlvora, en Girona. En junio del año pasado, un tiroteo mortal con un kalashnikov desató una batalla campal entre clanes y ataques contra la policía. Pese a los intentos de las autoridades por pacificar el conflicto, los estallidos se siguen sucediendo y se han extendido a ciudades aledañas como Figueres.
A principios de este año se sucedieron los altercados con tiroteos en barrios como La Mina y San Cosme. Como en el caso de Girona, estos incidentes estuvieron vinculados a guerras entre clanes y bandas del crimen organizado.
En marzo, la obstrucción policial de una ocupación en Salt por parte de un imán subsahariano desencadenó varias noches de violencia. En ese caso no fue una guerra de clanes ni entre mafias, sino la comunidad migrante de la mano del movimiento de la vivienda. Los disturbios fueron blanqueados por la prensa pública y subvencionada, y jaleados por la CUP en el Parlament.
Semanas después se reprodujo una situación similar en el barrio de Cerdanyola de Mataró. La detención de un ocupa extranjero fue la chispa que encendió la mecha, aunque en este caso el movimiento de la vivienda se desmarcó de los altercados. Tanto en Salt como en Mataró, la policía advirtió de la deriva que ha tomado Cataluña desde hace tiempo.
Los altercados de este domingo en Lérida no tienen que ver con el movimiento okupa, sino nuevamente con una guerra entre clanes. Varias informaciones apuntan a una pelea multitudinaria entre gitanos y marroquíes. El barrio de La Mariola, con una gran concentración de población migrante, está considerado uno de los barrios más peligrosos de España.
Buenismo y complicidad
El líder de Vox, Ignacio Garriga, ha mostrado su preocupación por lo ocurrido en varias ciudades y barrios de Cataluña. Ha señalado al gobierno de Salvador Illa como responsable de la situación. "Solo Vox puede revertir la pérdida de nuestros barrios a manos de delincuentes e islamistas", ha dicho en sus redes sociales.
El gobierno del PSC ha puesto en marcha varios planes de choque contra la delincuencia, y ha hecho suyo el lema "quien la hace la paga". Pero los planes de choque van más lentos que el acelerado proceso de degradación de la seguridad en Cataluña. Hace tiempo que los sindicatos policiales y agentes de a pie advierten de la gravedad de la situación.
Lo que está ocurriendo en Girona, Figueres, Salt, Mataró y Lérida es el resultado de años de buenismo y complicidad con la delincuencia. Los gobiernos procesistas han blanqueado la ocupación y la delincuencia, creando espacios de impunidad que han socavado la autoridad de la policía. La concentración migratoria y la caída de la renta media en estos barrios ha hecho el resto.
Lo peor está por llegar
El resultado es el florecimiento de contracomunidades que se han hecho fuertes en lugares donde ya no rige la autoridad. Ese es el primer paso para el establecimiento de las llamadas zonas no-go. La delincuencia, la ocupación, el tráfico de drogas, la multirreincidencia y el incivismo son las consecuencias de esta pérdida progresiva del orden y la autoridad.
Quienes sufren las consecuencias no son ni los directores de los medios públicos y subvencionados ni los líderes políticos, sino los vecinos que viven en esos barrios. Hace ya tiempo que han empezado a irse de sus barrios de toda la vida, acelerando así la conversión de estos barrios en auténticos guetos. El siguiente paso es el surgimiento de zonas no-go, que culmina definitivamente la caída de la autoridad.
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