Montaje fotográfico con los políticos de podemos Pablo Iglesias, Jéssica Albiach, Irene Montero y Ada Colau cayendo en paracaidas
POLÍTICA

Diez años de Podemos: una historia de auge y caída, sobre todo en Cataluña

La formación fundada por Pablo Iglesias pasa por el momento más delicado de su historia y es prácticamente inexistente en Cataluña

Cuando Pablo Iglesias subió al escenario del teatro de Lavapiés, hace exactamente diez años, poco imaginaba la década que estaba a punto de inaugurar. España tampoco. En enero de 2014, nadie —prácticamente nadie— conocía a ese joven con coleta que se convertiría en uno de los principales protagonistas de la política española.

Un protagonismo alcanzado de la mano del éxito, pero también con el fracaso como ingrediente primordial. Porque diez años dan para mucho y pueden ser toda una vida: con sus alegrías y con sus penas. Las vidas de Podemos y Pablo Iglesias no han sido una excepción y esta semana, cumplidos los diez años del nacimiento de la formación, echamos la vista atrás para presenciar el auge y caída del partido que quiso “asaltar los cielos”.

Podemos, un ‘boom’

Lavapiés fue el escenario del lanzamiento del partido fundado por Pablo Iglesias. A la semilla del movimiento 15-M había que añadirle el hartazgo por los casos de corrupción y los últimos coletazos de la crisis económica. Un PSOE desnortado y la máxima de “acabar con el bipartidismo” hicieron el resto.

Pablo Iglesias hablando delante de un micrófono con cara de enfadado y con la mano derecha ligeramente levantada

En algo más de un día, Podemos logró las 50.000 firmas necesarias para presentarse a las elecciones europeas de mayo de 2014. Y ahí llegó el ‘boom’. La aventura iniciada en Lavapiés solo cuatro meses atrás logró 1,2 millones de votos y cinco eurodiputados. Pablo Iglesias era el político revelación del momento, la persona destinada, efectivamente, a romper con la alternancia política del PP y el PSOE.

Las encuestas sonrieron rápidamente a la nueva formación morada, a menudo por encima de un PSOE al que le temblaban las piernas. Llegaron las elecciones generales de diciembre de 2015 y Podemos alcanzó un resultado mayúsculo: más de 5,1 millones de votos y 69 escaños. En la repetición electoral de junio de 2016, la formación llegó a los 71 diputados.

Era el momento álgido de Iglesias y Podemos, que alcanzaron su máxima cuota de popularidad en la oposición, durante el último tramo del mandato de Mariano Rajoy. La legislatura terminó con la moción de censura que, en 2018, entregó el poder a Pedro Sánchez. Pese a su resistencia, el PSOE sucumbió y tendió su mano a Pablo Iglesias para integrar el primer Gobierno de coalición de la democracia española: corría 2019.

La entrada de Podemos al Gobierno: el inicio de la decadencia

Pese a haber perdido apoyos, Podemos alcanzaba su máxima cuota de poder en enero de 2020, con su entrada al Gobierno. Pablo Iglesias, convertido en vicepresidente, llegaba a la cúspide de su meteórica carrera política. Sin embargo, cuando más parecía sonreírle la conjuntura, todo empezó a torcerse.

Irene Montero y Pablo Iglesias con el puño en alto en un acto de campaña

En su camino hasta 2019, Podemos fue viendo como muchos de sus fundadores abandonaban la formación. El ultraliderazgo de Pablo Iglesias generó sonoras discrepancias y nombres como Carolina Bescansa o Íñigo Errejón rompieron con Podemos. Las fugas internas trataban de apedazarse, pero la realidad terminó provocando el lento pero inexorable colapso de la nave ‘podemita’.

Con la entrada en el Gobierno de Pablo Iglesias —también de su pareja, Irene Montero, como ministra de Igualdad—, el desgaste personal fue a más. La polémica por el chalé de Galapagar o el caso de su antigua asesora Dina Bousselham minaron a un Iglesias que dijo basta. En 2021, aprovechando la convocatoria de elecciones en la Comunidad de Madrid, dimitió del Gobierno y abandonó la política tras fracasar en los comicios regionales.

Sumar y el gran temor de Podemos: convertirse en Ciudadanos

Antes de irse, ungió como sucesora del espacio político a Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y ajena a Podemos. Una decisión que, con el tiempo, Iglesias calificó de error. Las notables diferencias entre Díaz e Irene Montero, acrecentadas por la distancia de la vicepresidenta con Podemos, han terminado recientemente con una ruptura que parece imposible de reparar.

Díaz optó por armar Sumar, una candidatura que diluyera a Podemos y que le permitiera el control total. Tan diluido quedó Podemos que los morados aceptaron integrarse en Sumar a regañadientes y el matrimonio por conveniencia duró escasas semanas.

Montaje de Pablo Iglesias e Yolanda Díaz, enfrentados, con la bandera comunista de fondo

El resultado es por todos conocido: Podemos, el partido que hace menos de ocho años tenía 71 diputados, cuenta ahora con 5. Eso sí, decisivos en la mayoría parlamentaria. Pese a ello, Sumar y Yolanda Díaz ensombrecen a la formación, que pasa por su momento más delicado.

El riesgo de desaparición es real y las primeras encuestas de la legislatura dejan al partido sin representación en el Congreso. Las elecciones gallegas, que se celebran en febrero, tampoco auguran diputados autonómicos para el partido, que también está fuera de parlamentos regionales como Madrid o la Comunidad Valenciana. Podemos afronta su reto más dramático: no convertirse en el Ciudadanos de la izquierda.

Cataluña, la tierra donde Podemos nunca pudo

Si Podemos tuvo un talón de Aquiles permanente, este fue el de Cataluña. La marca catalana de la formación de Pablo Iglesias nunca logró consolidarse y fue siempre el hermano pequeño de los Comunes. Ni en los tiempos de Albano Dante-Fachín o Xavier Domènech como líderes del partido, Podem logró la envergadura pretendida por Pablo Iglesias.

El partido ha estado marcado desde el primer día por las discrepancias internas. Además, como apuntábamos, ha vivido siempre ensombrecido por Catalunya en Comú, la marca de Ada Colau y Jéssica Albiach, mayoritaria en el Parlament y en los municipios más destacados.

Montaje fotográfico con el Parlament de Cataluña de fondo y con Yolanda Díaz, Ada Colau, Jéssica Albiach y Pablo Iglesias en primer plano

Podem Catalunya, condenado a la inexistencia

La irrupción de Sumar ha sido la gota que ha colmado el vaso en las relaciones entre En Comú y Podem. La apuesta de los primeros por apoyar a Sumar ha provocado una auténtica fuga en Podem Catalunya, donde prácticamente solo queda su líder, una desconocida Conchi Abellán. En noviembre, fueron expedientados 13 miembros del partido por firmar un manifiesto de apoyo a Sumar.

Entre ellos, se encontraba la única diputada ‘podemita’ del Parlament, Yolanda López. Todos ellos decidieron dimitir y esta misma semana, junto a más de un centenar de militantes, rompían el carné de la formación. Ya en diciembre lo hizo la líder del espacio en Cataluña, Jéssica Albiach, que ante la prohibición por parte de Podemos de la doble militancia, optó por romper el carné morado.

Con la fuga de esta semana, que ha coincidido con el décimo aniversario del partido, Podem Catalunya se ve condenado a la práctica desaparición. Sin representación en el Parlament ni en los principales consistorios catalanes, el futuro no se augura demasiado positivo para el partido. Con los Comunes en sintonía con Sumar, un Podem Catalunya sin caras visibles tendría muy complicado obtener representación parlamentaria en solitario, dadas también las encuestas en toda España.

En definitiva, pues, Cataluña es el máximo exponente de la situación actual de Podemos. El partido de Pablo Iglesias ve como, diez años después de nacer y revolucionar la política española, se encuentra en situación de desplome. Es el auge y caída de un partido destinado a asaltar los cielos y que, una década más tarde, corre el riesgo de chocar de bruces contra el suelo.

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