El aeropuerto del Prat como ejemplo de lo que falla en Cataluña
Pedro Sánchez invierte 2.400 millones en el aeropuerto de Barajas tras la indefinición de la Generalitat y la presión de varias organizaciones minoritarias
La política catalana se ha acostumbrado a señalar Madrid como el principal culpable de todo lo que sucede. Los madrileños nos roban la Fórmula 1, nos quitan empresas gracias a su fiscalidad y ahora también se quedan con la ampliación de Barajas. Nada más lejos de la realidad en estos tres casos. Barcelona perderá la F1 por desidia política y mala gestión, tiene una fiscalidad asfixiante por decisión propia y se ha quedado sin ampliar el Prat por indefinición.
Así de simple, así de claro. Pedro Sánchez anunciaba la pasada semana en Fitur que el Gobierno invertirá 2.400 millones de euros en Barajas. El aeropuerto madrileño se convertirá en el principal sitio de paso para los europeos que van a América Latina y atacará el mercado asiático. Pasará de 60 millones de pasajeros a 90 en menos de diez años, mientras que el Prat seguirá estancado con casi 50 millones de pasajeros.
Aena -es decir Sánchez- puso encima de la mesa desde 2018 la posibilidad de invertir 1.700 millones de euros en el aeropuerto catalán. El objetivo era ampliar la infraestructura, con una nueva terminal, la extensión de la pista principal, la construcción de un hotel en la T2 y la puesta en marcha de un polo logístico, entre otras inversiones. El Prat pasaría a ser una ciudad aeroportuaria, una infraestructura que podría competir con Barajas.
La propuesta se topó con la negativa de ERC y Junts, que gobernaban conjuntamente la Generalitat. "El Gobierno quiere que Cataluña vuelva a ser un motor económico de España, pero no va a imponer este proyecto porque la Generalitat no lo hace posible", dijo la ministra Raquel Sánchez el septiembre de 2021. Un mes antes, el Gobierno había llegado a un acuerdo con la Generalitat, pero, curiosamente, el ejecutivo de Pere Aragonès cambió de opinión.
Las dos instituciones llegaron a firmar un documento, pero poco después el Govern de Cataluña aseguró que no podían avalar el acuerdo porque "destrozaría" el espacio natural de La Ricarda, cercano al aeropuerto. El problema se centraba en la ampliación de la tercera pista, algo básico para el crecimiento del Prat. Desde entonces, se han sucedido las propuestas para que la ampliación no tenga impacto ambiental, pero no ha sido nunca una prioridad para Pere Aragonès.
Tanto es así que pactó con el PSC debatir la ampliación del aeropuerto del Prat con el Govern y no movieron ninguna ficha en 2023. Es más, Esquerra ha defendido en alguna ocasión que el futuro del aeropuerto "no pasa por una ampliación". Desde entonces, ERC ha rechazado ampliar la pista sin afectar a la Ricarda, una pista sobre el mar y cualquier solución que no impacte en el medio ambiente, como habían anunciado. ¿El resultado? 2.400 euros para Barajas y nada para el Prat.
Un Govern sin propuestas
Y hasta aquí hemos llegado. Enero de 2024 y no sabemos que propone el Govern de Pere Aragonès para el Aeropuerto del Prat. Seguimos sin descubrir su modelo, si defiende que no debe llegar más turismo o si quiere ampliar la tercera pista sin tocar agua o las marismas. Josep Sánchez Llibre, cara visible de Foment, aseguraba hace unos días que Aragonès se comprometió a escuchar las propuestas -hasta once- y ampliar el Prat con una de ellas. Lo único que sabemos a día de hoy es que Sánchez y Aragonès hablarán sobre ello, pero más adelante, sin crear la comisión aún.
Este es el gran problema de la Cataluña procesista. La indefinición como norma. En 2023 se publicaron dos encuestas que señalaban que la mayoría de catalanes y barceloneses están a favor de ampliar el aeropuerto. Solo los Comuns y la CUP -y sus asociaciones próximas- se han mostrado abiertamente contrarias. ERC juega al despiste y hace de la ambigüedad un modo de gestionar el conflicto.
Hace un año, Ernest Maragall aseguraba que ERC estaba a punto de desbloquear la ampliación y que los políticos debían de tomar decisiones "para hacer posible más vuelos intercontinentales". Salvador Illa ya se mostraba entonces prudente, recordando que "no sería la primera vez que hay voces discrepantes en Esquerra". No se equivocaba. Ha pasado un año y no sabemos qué quiere Pere Aragonès para una de las infraestructuras clave de Cataluña.
No le podemos exigir a nuestros gobiernos que sigan la opinión mayoritaria, aunque sería lo más sensato. Pero sí que debemos pedir que nos expliquen sus hojas de ruta, sus propuestas para cuestiones estratégicas. Porque si no, pasan los trenes, las inversiones y otras comunidades aprovechan las oportunidades. Y esto es exclusivamente culpa nuestra.
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