Yo no perdono
Qué daño han hecho Puigdemont y Junqueras no solo al independentismo sino también a Cataluña
Aunque les den la amnistía. Incluso el referéndum. Yo no perdono. El daño causado ha sido demasiado grande.
De entrada los daños oficiales por decirlo de alguna manera. La aplicación del 155. No había pasado nunca. Los canarios estuvieron tonteando a finales de los 80 por unos aranceles y bastó mandarles el famoso burofax. Ni a los vascos en pleno apogeo de ETA. Para vergüenza nuestra, los catalanes fuimos los primeros.
Luego, los daños materiales: la inestabilidad política, la inseguridad jurídica, la incertidumbre económica y el bloque legislativo. Un cóctel letal para cualquier sociedad.
Puigdemont se quejaba en su comparecencia del decreto que permitió a las empresas catalanas cambiar de sede con la aprobación solo del consejo de administración. Hasta entonces se precisaba que el trámite pasara por la junta de accionistas.
¡Pero si fueron los bancos los que lo pidieron! Incluso la leyenda negra que corre sobre la supuesta llamada del Rey a la SEAT. ¿Qué empresa de automóviles se quedaría fuera de la UE? ¿Cómo iba a vender sus coches?
El problema no es que las empresas catalanas se hayan ido, que también, ¡es que no vuelven! ¿Cómo van a volver con estos al frente de la nave? ¿Pero si no paraban de decir que “ho tornarem a fer”? La economía, para funcionar, necesita tranquilidad.
Luego la famosa fractura social, que es irreversible. E irá a más. Porque vuelven a empezar. Con el proceso ya estuvieron jugando con fuego. “Apreteu, apreteu”, llegó a decir un presidente de la Generalitat, Quim Torra, con el que por cierto se reunió el propio Pedro Sánchez.
¿Ahora ya nadie se acuerda de la ocupación del aeropuerto? ¿De los cortes en las autopistas? Quince horas en L’Ampolla (Tarragona) y los Mossos mirándoselo. No hicieron ni una identificación.
¿Y las interrupciones en el AVE? ¿O el bloqueo de una frontera internacional como la de La Junquera durante tres días con concierto de Lluís Llach incluido? ¿Y la ‘batalla de Urquinaona’? Que hasta elogió la ex consejera Ponsatí en Perpiñán. Nada menos que la ex titular de Educación.
Centenares de contenedores quemados durante una semana en pleno centro de Barcelona. Turistas aterrorizados. Pasen por el Ensanche. En muchos cruces todavía está el asfalto maltrecho del fuego. A Colau no le ha dado tiempo de arreglarlo.
Me ahorro otros daños para no aburrirles. Pero siempre he dicho que lo peor no es la fractura social, sino la fractura mental. Cataluña ya no se divide entre indepes y no indepes sino entre indepes y cuerdos.
No voy a citar todos los episodios, individuales o colectivos, que hemos visto durante el proceso. Romeva y Ramón Tremosa presentando, cuando eran eurodiputados, una pregunta en el Parlamento Europeo por un pisotón de Pepe, un defensa del Madrid, a Messi durante un partido de Copa del Rey. Como si fuera un ataque de España.
O aquel empresario, Joan Canadell, que viajaba con una careta de Puigdemont en el coche. Con esos antecedentes llegó no solo a presidente de la Cambra sino incluso a diputado de Junts.
Sin olvidar, el ataque sufrió un día el bus de la línea 155 de Barcelona tras la aplicación del 155. O aquel homenaje a un bolardo derribado por la Guardia Civil durante un registro con tan mala suerte que se equivocaron de bolardo.
Evidentemente, todos estos no son casos penales, pero refleja el nivel. Personalmente, he pasado verdadero bochorno con el proceso entre trepas, jetas, conversos, frikis, espabilados y otras categorías profesionales.
¿Lo peor de todo saben qué es? Que sabían que saldría mal. Lo sabían desde el principio. Y nadie se atrevió a decirlo. Al menos en público. A pesar de que TV3 transmitiera -para TV3 tampoco tendría que haber amnistía- la imagen de ‘un sol poble’
¿Cómo se declara la independencia de un territorio con menos de la mitad de la población? Porque, en todas las elecciones, nunca superaron el 50%. En los momentos álgidos fueron dos millones pero de un censo de 5,5 millones.
Bueno, en las últimas elecciones al Parlament con un 51% pero sumando el PDECAT, que quedó fuera y habiendo perdido casi 900.000 votos. Como en las últimas generales, perdieron 600.000. ¡Pero si han tenido que hacer trampas para constituir grupo parlamentario en el Congreso!
Puigdemont hablaba el otro día en nombre del “poble de Catalunya” pero sacaron más votos los del PP que los de Junts. Es lo que más me jode: la superioridad moral. El mirarte por encima del hombro. Creerse los buenos de la película.
Va a pasar como con los indultos, que nadie los pedía y los concedió Pedro Sánchez a cambio de nada: van a salir como héroes. Que los socialistas traguen es cosa suya. Al fin y al cabo les llamaban el “bloque del 155” o incluso “carceleros”. Pero yo, no.
A pesar de los desperfectos, no he oído nunca, no ya unas palabras de arrepentimiento, que ni siquiera pido, o de autocrítica. Es que ni siquiera una reflexión sobre cómo han estado mareando la perdiz durante más de diez años para nada. Diez años irremisiblemente perdidos. Por eso: yo no perdono.
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