La refundación de Unió Mallorquina
Movimientos en el nacionalismo mallorquín
Se anunció esta semana que varios dirigentes de la extinta Unió Mallorquina están operando en las sombras (si a estos señores les diera la luz aullarían como vampiros) con vistas a la reconstrucción del “espacio político” del “mallorquinismo de centro”.
El elector mallorquín, ante tales noticias, corrió a ponerse la mano en el bolsillo para comprobar si ya le habían robado la cartera, toda vez que llamar “espacio político” a la antigua UM viene a ser como llamar “guardería infantil” a un nido de pirañas hambrientas.
Todo viene dado por el descalabro, en las pasadas autonómicas y municipales, de Plataforma per les Illes (PI), que ya nació de los restos del naufragio de UM. El PI va camino del astillero, como hará cualquier otra “refundación” por un único motivo, fácil de comprender: si ya no robamos, para qué necesitamos coartadas ni tapaderas.
La UM de la insigne María Antonia Munar no murió, sino que vivió, a causa de la corrupción, gobernando la isla con billetera de hierro y toneladas de laca de Llongueras. En uno de los casos más divertidos de su abultada historia penal, uno de sus dirigentes desvió dinero de una autopista para construirle un chalet a su maestro de kung-fu, apodado “Puño-relámpago”.
¿Este es el espacio político a reconstruir? El único superviviente real de aquella época es el indescriptible Josep Melià, un hombre con maneras de revisor de tren estreñido, cuya impunidad penal querrán estudiar los científicos del futuro interesados en desarrollar una nueva raza de Superdiputados Imperecederos.
Una vez que, siguiendo la tradición familiar, ha hundido cada partido en el que ha militado, se podría pensar que el señor Melià ya no tiene más hambre de debacles electorales, pero puede que aún le quede algún truco en la chistera y consiga para pasarse tres o cuatro legislaturas más poniendo cara de maceta en su escaño.
No existe el centro nacionalista en Baleares porque el nacionalismo o nace del conflicto o es pura pose. Las auténticas naciones oprimidas no suelen tener tiempo para generar “centristas”, toda vez que están luchando por su supervivencia y dignidad, mientras que en las islas dicha dignidad ha sido puesta en manos de gestoras inmobiliarias, tour operadores y porteros de discoteca.
Da igual la sopa de siglas que intente cocinarse: sin aquella hermosa cultura del saqueo y la orgía propia de la época Matas-Munar, todo lo que nos queda es la sequedad de las ideas y la gestión. Y eso no da para presentarse a unas elecciones.
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