Marine Le Pen, Santiago Abascal y Orban
OPINIÓN

La derecha, que nunca fue agradable

La interpretación que hará la izquierda será como ir a buscar setas: ¡Mira, aquí ha surgido la extrema derecha!

Como se lee en La hoguera de las vanidades, mañana habrá muchas “interjecciones salidas del fondo de la bolsa de la compra”. Según los sondeos, la derecha identitaria quedará en segunda posición, aupada por la inmigración, matizan los politólogos con esa prodigiosa  capacidad para explicar obviedades. Como diría también el Maestro Yoda, saberse podía no.

La izquierda - bueno, la galaxia discursiva de la izquierda - tiene un papel particular en este asunto: el papel de la ausencia. El tema tiene su aquel porque, claro, no juzgamos las virtualidades de las cosas, sino las cosas. Si a esto se le añade la superioridad moral de la izquierda, la posibilidad de enmienda es remota. O peor aún, que empecemos con el autobucle de que hace falta más feminismo, más integración, salid a votar que si no ganan ellos y demás. El mono, que siempre fue de goma.

¿Quién votaba a Podemos?

Lo que la izquierda no puede hacer es tener ausencias cósmicas en temas como la inmigración o el islam y, después, sorprenderse de que otros tengan el monopolio.  Como sabe cualquiera que entienda de economía, un monopolio siempre es en detrimento de la competencia, o sea, de la calidad y de la variedad. “¡Pero nosotros sí que hablamos de inmigración! ¡Hablamos de igualdad, de integración, de más políticas sociales!”. Tonto, que eres tonto.

Cuidadín, Fermín, porque la izquierda no va a poder vivir siempre de que viene el coco, de que la política es sinónimo de televisión y de que al loro, que por ahí pasa un significante vacío. En fin, de la insustancialidad en todas sus gradaciones. Sobre esto, un comentario que no es menor.

El que fuera mi profesor en la universidad, Andrés de Francisco, escribió junto a Francisco Herreros un libro que, en resumen, es una radiografía clínica de Podemos (Podemos, izquierda y “nueva política”, se llama). Entre otras cosas, te explica que a los de Podemos les bastaba el libro de un argentino, ciertas inspiraciones nazis y el TDT para montarte una revolución de andar por casa. Lo que me dejó de pasta de boniato, pero, fue el análisis sociológico de sus votantes.

¿Quién votaba a Podemos? ¿La clase obrera? Ni tangencialmente. A Podemos les votaban hombres jóvenes, de clase media-alta y muy formados. El parecido con la clase obrera es pura coincidencia. Y los efectos negativos del desorden migratorio los suelen padecer las clases populares. Los más espabilados ya verán qué forma tiene el cuadro.

¡Mira, aquí hay una seta!

¿Hay alguna virtud en empeorar algo por haber tenido un proyecto inicial demasiado elevado? ¿En general, hay alguna virtud en preferir lo irreal sobre lo real porque, bueno, las "utopías sirven para caminar"? La izquierda podría pensar en ello. Pero lo cierto es que no puede hacerlo. De un tiempo a esta parte, la izquierda tiene una visión del mundo que no hace posible la reflexión. 

Reduccionista en un sentido, el moral, la izquierda contemporánea no asume que las cosas están conectadas hasta cierto punto y desconectadas hasta cierto otro punto. O lo que es lo mismo: que en algún momento hay que cortar y que, efectivamente, los cortes separan y son dolorosos. Hay una verdad como muy ambiental en este lugar común que dice “la derecha viene a arreglar lo que la izquierda ha roto”. Y los arreglos, como es evidente, no son edificantes y no se prestan a la revolución en plan musical o a la acampada por Palestina.

Este reduccionismo por vía moralista explica el análisis crítico que hace la izquierda y que no se aleja demasiado de la lógica de ir a buscar setas. Mira, aquí ha surgido la extrema derecha; qué lástima, en el país x antes no teníamos extrema derecha y ahora, de repente, pues sí. Podrán cortar todas las setas, pero no detendrán el otoño. Hasta en poesía tenían que estar alejados de la realidad...

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