Hombre con barba leyendo un libro sobre un fondo rosa con un marco decorativo.
OPINIÓN

Las dos aguas de Cambó

La postura de Cambó durante la Guerra Civil le valió numerosas críticas, tanto en Cataluña como en el resto de España

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

En septiembre de 1876, en el pequeño pueblo de Verges, vino a este mundo Francesc Cambó, quien se convertiría en una de las figuras más influyentes y controvertidas del catalanismo conservador durante la primera mitad del siglo XX. La coincidencia de su nacimiento con este áspero mes en el que se inician los cursos escolares, las temporadas deportivas y las disputas políticas de Villarriba contra Villabajo, es un buen momento para recordar una figura que no deja de ser controvertida, a pesar de su incuestionable importancia en la historia de España y del catalanismo.

A lo largo de su vida, Cambó encarnó la compleja relación entre la defensa de los intereses catalanes y la colaboración con el gobierno de España, un equilibrio que marcó su carrera política y que demostró una dualidad de lealtades y compromisos que trató de hacer compatibles. 

Un hombre con barba y bigote está sentado en un escritorio lleno de papeles y libros, con una pared decorada con papel tapiz floral de fondo.

Desde sus inicios, Cambó destacó por su aguda inteligencia y capacidad para el liderazgo. Se unió a la Lliga Regionalista, el partido que lideraba el movimiento catalanista conservador y que había sido fundado por Enric Prat de la Riba. 

El grupo de jóvenes universitarios que desafiaron el primer catalanismo de Valentí Almirall, encontraron en la pluma de Prat de la Riba las doctrinas de un incipiente forma de nacionalismo. Ambos formaron un tándem que marcó una época en la política catalana y española, estableciendo un modelo que se repetiría en años posteriores con duplas tan significativas como las de Francesc Macià y Lluís Companys, o más adelante, con Jordi Pujol y Miquel Roca. 

En Barcelona, Cambó se destacaba por su enérgica defensa de un mayor autogobierno para Cataluña. No obstante, cuando se desplazaba a Madrid, adoptaba un tono más conciliador, buscando una mediación entre las demandas catalanas y las exigencias del gobierno central.

Esta dualidad le permitió mantener una posición de influencia tanto en Cataluña como en el resto de España, aunque no estuvo exento de críticas. Sus detractores lo acusaban de ser demasiado pragmático, capaz de sacrificar principios en favor de la estabilidad y el poder.

Ministro de España

La muerte de Enric Prat de la Riba en 1917 consolidó a Cambó como el líder indiscutible de la Lliga Regionalista. Desde entonces, su influencia en la política española fue ganando enteros, especialmente en un periodo caracterizado por la inestabilidad y la triple crisis que sacudió al país.

Una reunión formal de hombres con bigotes en una sala antigua, todos vestidos con trajes oscuros y sentados alrededor de una mesa con documentos.

En 1918, en un momento de gran turbulencia política, el rey Alfonso XIII lo llamó para formar parte de un gobierno de concentración nacional. Cambó aceptó la oferta y asumió el Ministerio de Fomento. Posteriormente, en 1922, volvió a ser convocado para integrar otro gobierno de concentración, pero esta vez declinó la oferta de convertirse en presidente del Consejo de ministros, consciente de las limitaciones que implicaba el intento de conciliar las demandas regionales con las presiones centralistas y la respuesta que recibiría en una Cataluña que derivaba hacia la radicalización de sus posiciones hasta llegar a las pretensiones independentistas de una parte del catalanismo.

Una anécdota que ilustra la posición de Cambó frente al poder central se dio durante el mandato del general Primo de Rivera. En 1923, Primo de Rivera instauró una dictadura que, aunque inicialmente contó con apoyo popular, acabó por disolver la Mancomunidad Catalana y a relegar el catalán a un ámbito doméstico, reduciendo además su influencia en la administración. Cambó, que siempre había defendido la autonomía catalana dentro del marco español, se encontró en una posición delicada. 

Por otra parte, Cambó tuvo una relación ambivalente con Severiano Martínez Anido, general que fue clave en la represión del movimiento anarquista en Barcelona y que, más tarde, se convertiría en ministro de Gobernación durante la dictadura de Primo de Rivera. Martínez Anido y Cambó coincidieron en varias ocasiones en Madrid, y aunque nunca compartieron una amistad, sí se respetaban mutuamente.

Martínez Anido, conocido por su mano dura con los sindicalistas en un periodo en el que el depósito de cadáveres recibía más visitas que un Mercadona de 7 a 8, veía en Cambó a un catalán que, aunque defendía la autonomía, no se alineaba con los movimientos revolucionarios. Cambó, aunque crítico con algunos de los métodos represivos del general, reconocía la necesidad de mantener el orden público, aterrorizados los patronos por la deriva revolucionaria que se vivía en Cataluña. En una intervención en las Cortes, antes del golpe de Estado de Primo de Rivera, Cambó defendió a Martínez Anido de los ataques de socialistas y de Lluis Companys, destacando su labor. 

La canadiense y la escisión del partido

La huelga de La Canadiense en 1919, que paralizó la industria eléctrica de Barcelona, marcó un punto de inflexión en la carrera de Cambó. A pesar de haber defendido inicialmente la autonomía de Cataluña, la huelga, que reveló la creciente radicalización de los movimientos obreros, llevó al líder catalán a reevaluar sus prioridades. A partir de entonces, el catalanismo conservador, encabezado que él encabezaba decidió priorizar el mantenimiento del orden público por encima de las aspiraciones autonómicas.

Un grupo de personas posando para una fotografía en un entorno decorado con plantas y elementos florales.

Este cambio de postura provocó tensiones dentro de la Lliga Regionalista, especialmente entre sus miembros más jóvenes, que veían en la renuncia a las aspiraciones autonómicas una traición a los principios del partido. Como resultado, un grupo de jóvenes militantes se separó de la Lliga y fundó Acció Catalana en 1922, un partido que adoptó una postura más radical y abiertamente independentista. La escisión de Acció Catalana fue un golpe duro para el de Verges, quien había intentado mantener la unidad del catalanismo conservador, pero que no pudo evitar que las nuevas generaciones buscaran un camino más radical.

La República y la Guerra Civil

Con la proclamación de la Segunda República en 1931, Cambó y la Lliga Regionalista se encontraron en una posición incómoda. Las izquierdas y los sectores progresistas ganaban terreno en toda España, y Cambó, fiel a sus principios conservadores, se posicionó en la oposición durante el bienio progresista. La creación de ERC y el prestigio adquirido por Francesc Macià durante la época de la dictadura, condenó a los conservadores catalanistas, hasta el punto de no conseguir acta de diputado en las Constituyentes de 1931. 

Pero la Lliga, que había perdido el apellido de regionalista, recuperó fuerza con la victoria en las elecciones de 1933, permitiéndole participar en varios gobiernos durante el bienio radical-Cedista.

Durante este periodo, y bajo el liderazgo de Cambó y Ventosa, intentó equilibrar su apoyo a las reformas moderadas con la necesidad de contener la amenaza que representaban tanto el anarquismo como el comunismo. Entre sus logros más notables se encuentra la participación de Pere Rahola, un destacado miembro de la Lliga y ascendiente de la conocida periodista Pilar Rahola, quien llegó a ocupar el cargo de ministro de Marina, puesto que había ostentado un par de años antes el propio Lluis Companys. 

Con el estallido de la Guerra Civil en 1936, Cambó tomó una decisión que marcaría de manera definitiva su legado político. A pesar de su trayectoria como defensor de la autonomía catalana, decidió apoyar a los sublevados. Justificó esta decisión argumentando que el orden y la estabilidad del país debían prevalecer sobre cualquier otra consideración.

Desde el exilio, donde se trasladó tras el inicio del conflicto, contribuyó activamente a la causa franquista mediante una intensa campaña de propaganda en la prensa internacional y aportando financiamiento económico. Además, sufragó y tuvo un papel muy importante en el SIFNE (Servicio de Información del Noreste de España), una organización que proporcionó valiosa información al bando nacional durante el conflicto y en la que participaron prestigiosos catalanistas como los escritores Josep Pla o Joan Estelrich.

Retrato de un hombre con barba gris y traje formal con pajarita azul.

Según la Generalitat de Cataluña, 281 militantes de la Lliga fueron asesinados en la retaguardia republicana en las cuatro provincias durante la Guerra Civil. Fue el tercer grupo más castigado, detrás de los 2.441 religiosos y los más de 1.000 carlistas que engrosaron las 8.352 víctimas catalanas entre 1936 y 1939. 

La postura de Cambó durante la Guerra Civil le valió numerosas críticas, tanto en Cataluña como en el resto de España. Para muchos, su apoyo a Franco representó una traición a los ideales que había defendido durante gran parte de su vida. Sin embargo, para otros, su decisión fue una muestra de realismo político en un momento en que España se encontraba al borde del colapso. 

Un legado controvertido

Francesc Cambó falleció en Buenos Aires en 1947, lejos de su Cataluña natal y dejando tras de sí un legado que sigue siendo objeto de debate. Para algunos, Cambó fue un líder pragmático que supo adaptarse a las circunstancias y defender los intereses de Cataluña en un periodo de gran inestabilidad. Para otros, su apoyo a Franco y su abandono de las aspiraciones autonómicas catalanas lo convierten en una figura contradictoria, que traicionó los principios del catalanismo en los momentos más críticos.

Sin embargo, más allá de las controversias, la figura de Francesc Cambó representa la complejidad de la política catalana y española de la primera mitad del siglo XX. Su habilidad para moverse entre dos aguas, defendiendo más autogobierno para Cataluña mientras colaboraba con el gobierno central, lo convierte en un personaje clave para entender la historia de España y la evolución del catalanismo conservador.

El legado de Cambó siguió siendo palpable en la política catalana de las décadas posteriores a la Transición, donde las tensiones entre la defensa de la identidad regional y la colaboración con el Estado central continuaron siendo un tema de debate. Aunque su figura puede ser vista desde diferentes prismas, lo cierto es que Francesc Cambó dejó una huella imborrable en la historia política de España, y su vida y obra reflejan los dilemas y tensiones que han marcado, y siguen marcando, las relaciones entre Cataluña y el resto de España.

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